Duermen en pasillos por falta de lugar. Calculan que hay un centenar a la intemperie.
La ola polar que vive todo el país complicó aún más la situación de los que no tienen techo, los NN sociales. El único albergue en La Plata para quienes están en situación de calle no da a basto con la demanda que tiene por estas horas. En un sector para 20, hoy duermen 25 hombres. Pero el número es mayor puertas afuera. Cáritas y la fundación “Caminando” calculan que hay un centenar de indigentes viviendo a la intemperie.
En la Ciudad, las temperaturas bajo cero llevaron a muchos sin techos a buscar refugio en la fundación “Caminando”, impulsada originalmente por la pastoral de Nuestra Señora del Valle para albergar a personas de la tercera edad.
“A esta altura no hacemos diferencia en las edades por la gran demanda que hay. Estas cien personas son un problema social del que debe hacerse cargo el Estado”, dice Alicia Terry, miembro de la fundación.
El Municipio paga el alquiler del albergue ubicado en 4 entre 69 y 70, pero sólo tienen espacio para que duerman 20 personas. “Hoy tenemos 25 y eso nos obligó a tirar colchones hasta en el pasillo”, cuenta Mariano Ferrer, trabajador social que colabora con la ONG.
“No podemos sumar más gente porque hay un límite que es la dinigdad. No pueden estar hacinados. Hoy, desde distintas organizaciones nos siguen derivando gente pero, paradójicamente, tenemos que devolverlos a la calle”, agrega Terry.
SIN CASA. La estrategia para no pasar frío que implementó durante años José Luis, más conocido como “Cuco”, era la de subirse a un micro con su pase libre por discapacidad.
Este correntino, que aprendió a leer y a escribir recién a los 15 años, vivía en las plazas platenses y cuando las bajas temperaturas se hacían ingobernables se subía a un micro con destino a Retiro. En un día realizaba varios viajes, calentito y cómodo.
“Si me vuelvo a Corrientes, mi familia va a sentir que soy un fracasado”, dice el hombre, que padece una discapacidad en su pierna derecha.
Los 43 años a Raúl Trejo le pesan más que a cualquiera. Trabaja en un puesto de comidas rápidas pero no le alcanza para pagarse una pensión.
“Me quedé sin trabajo a los 35 y desde entonces vivo en la calle. No hay peor cosa que dormir en invierno en la calle con el frío, la lluvia y el miedo a que te roben lo poco que te queda”, dice Trejo, que llegó hace un año al albergue.
Carlos Castro, de 66 años, es cuidacoches en la puerta del Policlínico. “Este mes trabajé muy poco por culpa de la gripe”, dice el hombre que hace 30 años vive de esa changa y gana de 15 a 20 pesos por día.“Prácticamente me pasé la vida en la calle o en pensiones pero hoy es imposible alquilar”, cuenta Castro.
La historia de Juan Carlos Curuchaga es distinta. “Me separé y me dejaron sin nada”, confiesa el hombre que se reconoce amante de los libros de Ray Bradbury.
“No puedo trabajar porque sufrí un ataque de hemiplejia. Si hoy tengo que dejar este lugar, me quedo en la calle”.
El albergue es sólo para hombres. “La mayoría quedó en la calle por un quiebre familiar o porque perdieron un trabajo”, cuenta el trabajador social que colabora allí.
No hay albergue para las mujeres. “Estamos haciendo un censo desde la fundación porque sabemos que las mujeres sin techo representan una situación cada vez más frecuente”, asegura Terry.
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