miércoles, 29 de julio de 2009

Más allá de la mímesis y del expresionismo


Por Susana Tambutti

El cumplimiento de las exigencias de la modernidad estética en la danza está indisolublemente ligado al desarrollo de la teoría formalista y a un nombre: Merce Cunningham. Motor de un "cambio de paradigma" sucedido en la danza a mediados del siglo XX, a partir de su crítica a los modos de producción y recepción anteriores, la danza dejó de ser un arte representativo para poner en evidencia la materialidad propia de su medio expresivo. Ningún artista antes, coreógrafo o crítico, hubiese afirmado que una obra coreográfica podía ser objeto de una contemplación desinteresada, independiente de cualquier referencia externa.

Fue Cunningham quien, alejándose de toda relación trascendental o metafísica, incorporó a la danza términos de raíz kantiana, propios de la modernidad estética: contemplación, desinterés, actitud estética, atención a la obra por su propio valor. La obra coreográfica pasaba a ser un objeto que era intencional en su forma, inaugurando una autonomía estética hasta entonces desconocida. Cunningham, cumpliendo las pretensiones del arte moderno, abandonó la danza a la fuerza de su imagen poética impidiéndole que se transformara en vehículo de significaciones ilustrativas o en reflejo de una realidad externa. Su increíble aporte reside posiblemente en que su revolución artística condujo el movimiento lejos de las energías angustiantes, violentas, profundamente personales del expresionismo y más allá de la identificación obsesiva, psicológicamente conducida de la danza moderna que lo precedió.

La autora es coreógrafa, bailarina y teórica de la danza.

Fuente: La Nación

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