La laureada actriz protagoniza Rose. "Las tablas son el reino del actor, uno puede arruinar una obra o llevarla al séptimo cielo".
Francisco Bahamonde.
En marzo de 2008 Beatriz Spelzini comenzó un trabajo tranquilo y mesurado de cara a su nueva obra, pero en medio de una crisis personal muy dolorosa que la envolvía en un particular caos, “fue eso lo que posibilitó que pudiera tomar el dolor de Rose y llevarlo a una acción dramática concreta” le dijo a Criticadigital.
Rose, la obra en cuestión, está en cartel en el teatro Del Nudo desde hace un año y continuará allí hasta el 2 de agosto, fecha después de la cual comenzará una gira por el interior del país. Desde su estreno, le dio a su protagonista los premios ACE, Clarín y María Guerrero.
Es la historia de una mujer judía, de sus padecimientos de la guerra, el descubrimiento del amor, el sufrimiento del nazismo, su traslado, su éxito en América y su compromiso incondicional con la cultura hebrea.
Durante la hora y media que dura, estamos en presencia de una anciana de ochenta años que cuenta sus experiencias de vida y al salir de la sala, sin pensarlo decimos: “fui a ver a Rose”.
¿Cuál fue el camino recorrido para llegar hasta Rose?
Hay dos caminos, uno objetivo que tiene que ver con lo que necesitás hacer para entrar a la obra, mirar documentales, reunirme con sobrevivientes que me dieron muchos datos, imágenes y experiencias, vérmelas con el texto, en definitiva el trabajo que todo actor hace con las distintas obras que encara y otro muy distinto fue un viaje subjetivo, como reconocer cuanto de mi experiencia podía aportar, como por ejemplo lo del acento que lo incorporé gracias a mis recuerdos de la actriz Hedy Krila, una de mis primeras maestras en la actuación, pero fundamentalmente por el momento en especial que estaba transitando en mi vida. Me encontraba en medio de un dolor muy grande, había fallecido una de mis hermanas y al mismo tiempo me estaba mudando, viviendo entre construcciones, llena de polvo. Mi vida estaba en medio de un caos así como el caos que muestra la obra. Llena de dolor pero también de ese “a pesar de todo, tener ganas de vivir”.
¿Cómo se llega en el día a día al “aquí y ahora” de la función?
Siempre me preparo mucho, no puedo salir al escenario sin hacerlo, primero porque todo lo que uno vive debajo de las tablas es muy fuerte, una llega cargada de muchos problemas entonces realizo una relajación que incluye trabajos corporales, elongación y recorrer resortes de la obra para ver si van a estar ahí y después el obvio entrenamiento con "el aquí y ahora", con el qué va a pasar cada noche.
Beatriz interpretando a Rose es una mujer con el cuerpo entregado a una señora de ochenta años, el comportamiento corporal nos posibilita volar e imaginarla tal cual debería ser a pesar de no tener maquillaje. “Es parte del trabajo objetivo del actor, fui a buscar ese comportamiento, ya sea en mi memoria como en la realidad y no me costó mucho porque mi madre tiene 80 años y es una gran contadora de cuentos y experiencias de vida” le cuenta Spelzini a Criticadigital
¿Y como se logra la identificación?
El teatro tiene esa maravilla de que decís “soy una extraterrestre” y si esta bien eso la gente entra en la convención. En primer medida pensamos en un maquillaje, pero luego nos dimos cuenta que era ridículo porque si yo en el texto digo “tengo 80 años” y si se le daba todo el comportamiento, el público podría entrar en ese “cuentito”. El espectador trabaja en ese sentido con la evocación. Uno de los halagos más lindos que recibí fue cuando me dijeron “no había ego, vos no estabas, sino Rose”.
MAESTROS. En 1974 se recibe en el Conservatorio Nacional de Arte Dramático y a la semana estaba trabajando en la Avenida Corrientes en el teatro Astral, “a veces pasaba por la puerta del teatro solo para ver la foto en la marquesina porque no lo podía creer” recuerda con nostalgia la actriz que en 1976 ingresó al Grupo de Repertorio que dirigía Agustín Alezzo, con el que ya estudiaba desde hacía dos años y desde ese momento comenzó a trabajar con el director teatral, el mismo que la dirige en la actualidad. “Por esta decisión pasé muchos años sin vivir del teatro, podría haber sido más mediática o más comercial mi carrera pero no me arrepiento” comentó Beatriz. Al poco tiempo comenzó a estudiar con Augusto Fernándes, escuela en la que es también docente.“Respeto mucho a otros maestros como Raúl Serrano o Carlos Gandolfo, que ya falleció, pero creo que tuve dos muy buenos” apunta.
¿En Rose, dónde se puede ver la mano de Agustín Alezzo?
Agustín es un director que respeta mucho al actor, por ejemplo sabe que soy una actriz que se forma y él es un gran respetuoso de la formación del actor, entonces todo lo que le digo me lo deja probar y luego brinda su opinión. Creó el espacio de la obra, su adaptación y su ritmo manteniendo la atención constante del espectador. Agustín se emocionaba y lloraba en los ensayos conmigo y esos momentos eran para mí la confirmación de que algo bueno iba a ocurrir. El trabajo que hizo Alezzo esta dentro mío.
El actor tiene el texto como apoyo, el cuerpo como soporte y también ¿Tiene que recurrir a la sensibilidad personal?
Sí, debe pasar, a no todos les pasa claro, quizá mi fuerte tiene que ver con eso, tengo la sensibilidad muy a flor de piel, por ejemplo camino por la ciudad y realizo un registro de imágenes y las voy guardando, en oportunidades mientras hago la función se me vienen a la memoria algunas, por ejemplo los chicos de la calle, esas fotos que tengo en mi cerebro sobre la desolación o desprotección que viven funcionan como disparadores para la creación actoral. Pero a esta sensibilidad innata se le da forma para llevar adelante la acción dramática.
¿Cómo es la experiencia de tu primer espectáculo unipersonal?
Es muy grato, porque estoy viviendo del teatro que yo creo y no estoy necesitando hacer otras cosas. Pero creo que me voy a dar cuenta de todo esto cuando deje de hacerlo, porque ahora me parece muy natural ir al teatro y estar sola, quizá me parezca raro volver a trabajar con otros actores.
¿Los premios ayudan a afianzar a una actriz en su actuación?
Sí , pero igualmente de todos modos son un mimo y una los agradece profundamente ya que permiten que más gente se acerque a las salas de teatro. El premio Clarín fue un honor haberlo recibido porque lo otorgan los propios compañeros que son los que votan. Pero un gran premio para mi es la satisfacción particular que siento con mi trabajo.
¿Qué viene después de Rose?
Tengo muchas ganas de seguir haciendo teatro, mi vida es el teatro, me gustan los camarines, venir todas las noches, las giras. No se si voy a tener la oportunidad de mostrar otra trabajo con la fuerza que este tiene. Mi deseo es seguir viviendo de la profesión haciendo materiales que signifiquen un proyecto al que yo adhiera más allá que tenga que resignar un éxito comercial. Uno de mis sueños es convocar a un grupo de actores para poder formar juntos un espacio propio y no depender tanto de ser convocada, aunque lo agradezco y lo hago con mucho placer. Quiero juntarme con ex compañeros del Conservcatorio como Susú Pecoraro, Osvaldo Santoro, Jorge Marrale, Mónica Galán, Julián Howard, Horacio Roca y poder trabajar con alguno de ellos.
¿Qué pasa con Beatriz en otros formatos como la televisión y el cine?
No soy una actriz que disfrute mucho de la televisión, hice mucha tira pero estos trabajos se convierten en algo del que no entiendo muy bien los códigos. No depende mucho si lo haces bien o mal, sino más del rating o si el personaje pegó o no. Sí disfrute trabajar en Fiscales por ejemplo. Pero por ahora no esta en mi cabeza volver a la televisión. En cambio pienso en hacer cine con una propuesta muy interesante de la que no puedo hablar todavía. En el cine tuve experiencias gratificantes como protagonizar una película en Italia (NdR: Riconciliati film dirigido por la italo-argentina Rosalía Polizzi) y mi último trabajo junto a Ulises Dumont en Yo la recuerdo ahora dirigida por Néstor Lescovich. El cine te da libertad para trabajar, aunque es el reino del director, el teatro en cambio es el reino del actor, uno puede arruinar una obra o llevarla al séptimo cielo. El teatro le permite al actor tener una creación pura.
Fuente: Críticaítica
Francisco Bahamonde.
En marzo de 2008 Beatriz Spelzini comenzó un trabajo tranquilo y mesurado de cara a su nueva obra, pero en medio de una crisis personal muy dolorosa que la envolvía en un particular caos, “fue eso lo que posibilitó que pudiera tomar el dolor de Rose y llevarlo a una acción dramática concreta” le dijo a Criticadigital.
Rose, la obra en cuestión, está en cartel en el teatro Del Nudo desde hace un año y continuará allí hasta el 2 de agosto, fecha después de la cual comenzará una gira por el interior del país. Desde su estreno, le dio a su protagonista los premios ACE, Clarín y María Guerrero.
Es la historia de una mujer judía, de sus padecimientos de la guerra, el descubrimiento del amor, el sufrimiento del nazismo, su traslado, su éxito en América y su compromiso incondicional con la cultura hebrea.
Durante la hora y media que dura, estamos en presencia de una anciana de ochenta años que cuenta sus experiencias de vida y al salir de la sala, sin pensarlo decimos: “fui a ver a Rose”.
¿Cuál fue el camino recorrido para llegar hasta Rose?
Hay dos caminos, uno objetivo que tiene que ver con lo que necesitás hacer para entrar a la obra, mirar documentales, reunirme con sobrevivientes que me dieron muchos datos, imágenes y experiencias, vérmelas con el texto, en definitiva el trabajo que todo actor hace con las distintas obras que encara y otro muy distinto fue un viaje subjetivo, como reconocer cuanto de mi experiencia podía aportar, como por ejemplo lo del acento que lo incorporé gracias a mis recuerdos de la actriz Hedy Krila, una de mis primeras maestras en la actuación, pero fundamentalmente por el momento en especial que estaba transitando en mi vida. Me encontraba en medio de un dolor muy grande, había fallecido una de mis hermanas y al mismo tiempo me estaba mudando, viviendo entre construcciones, llena de polvo. Mi vida estaba en medio de un caos así como el caos que muestra la obra. Llena de dolor pero también de ese “a pesar de todo, tener ganas de vivir”.
¿Cómo se llega en el día a día al “aquí y ahora” de la función?
Siempre me preparo mucho, no puedo salir al escenario sin hacerlo, primero porque todo lo que uno vive debajo de las tablas es muy fuerte, una llega cargada de muchos problemas entonces realizo una relajación que incluye trabajos corporales, elongación y recorrer resortes de la obra para ver si van a estar ahí y después el obvio entrenamiento con "el aquí y ahora", con el qué va a pasar cada noche.
Beatriz interpretando a Rose es una mujer con el cuerpo entregado a una señora de ochenta años, el comportamiento corporal nos posibilita volar e imaginarla tal cual debería ser a pesar de no tener maquillaje. “Es parte del trabajo objetivo del actor, fui a buscar ese comportamiento, ya sea en mi memoria como en la realidad y no me costó mucho porque mi madre tiene 80 años y es una gran contadora de cuentos y experiencias de vida” le cuenta Spelzini a Criticadigital
¿Y como se logra la identificación?
El teatro tiene esa maravilla de que decís “soy una extraterrestre” y si esta bien eso la gente entra en la convención. En primer medida pensamos en un maquillaje, pero luego nos dimos cuenta que era ridículo porque si yo en el texto digo “tengo 80 años” y si se le daba todo el comportamiento, el público podría entrar en ese “cuentito”. El espectador trabaja en ese sentido con la evocación. Uno de los halagos más lindos que recibí fue cuando me dijeron “no había ego, vos no estabas, sino Rose”.
MAESTROS. En 1974 se recibe en el Conservatorio Nacional de Arte Dramático y a la semana estaba trabajando en la Avenida Corrientes en el teatro Astral, “a veces pasaba por la puerta del teatro solo para ver la foto en la marquesina porque no lo podía creer” recuerda con nostalgia la actriz que en 1976 ingresó al Grupo de Repertorio que dirigía Agustín Alezzo, con el que ya estudiaba desde hacía dos años y desde ese momento comenzó a trabajar con el director teatral, el mismo que la dirige en la actualidad. “Por esta decisión pasé muchos años sin vivir del teatro, podría haber sido más mediática o más comercial mi carrera pero no me arrepiento” comentó Beatriz. Al poco tiempo comenzó a estudiar con Augusto Fernándes, escuela en la que es también docente.“Respeto mucho a otros maestros como Raúl Serrano o Carlos Gandolfo, que ya falleció, pero creo que tuve dos muy buenos” apunta.
¿En Rose, dónde se puede ver la mano de Agustín Alezzo?
Agustín es un director que respeta mucho al actor, por ejemplo sabe que soy una actriz que se forma y él es un gran respetuoso de la formación del actor, entonces todo lo que le digo me lo deja probar y luego brinda su opinión. Creó el espacio de la obra, su adaptación y su ritmo manteniendo la atención constante del espectador. Agustín se emocionaba y lloraba en los ensayos conmigo y esos momentos eran para mí la confirmación de que algo bueno iba a ocurrir. El trabajo que hizo Alezzo esta dentro mío.
El actor tiene el texto como apoyo, el cuerpo como soporte y también ¿Tiene que recurrir a la sensibilidad personal?
Sí, debe pasar, a no todos les pasa claro, quizá mi fuerte tiene que ver con eso, tengo la sensibilidad muy a flor de piel, por ejemplo camino por la ciudad y realizo un registro de imágenes y las voy guardando, en oportunidades mientras hago la función se me vienen a la memoria algunas, por ejemplo los chicos de la calle, esas fotos que tengo en mi cerebro sobre la desolación o desprotección que viven funcionan como disparadores para la creación actoral. Pero a esta sensibilidad innata se le da forma para llevar adelante la acción dramática.
¿Cómo es la experiencia de tu primer espectáculo unipersonal?
Es muy grato, porque estoy viviendo del teatro que yo creo y no estoy necesitando hacer otras cosas. Pero creo que me voy a dar cuenta de todo esto cuando deje de hacerlo, porque ahora me parece muy natural ir al teatro y estar sola, quizá me parezca raro volver a trabajar con otros actores.
¿Los premios ayudan a afianzar a una actriz en su actuación?
Sí , pero igualmente de todos modos son un mimo y una los agradece profundamente ya que permiten que más gente se acerque a las salas de teatro. El premio Clarín fue un honor haberlo recibido porque lo otorgan los propios compañeros que son los que votan. Pero un gran premio para mi es la satisfacción particular que siento con mi trabajo.
¿Qué viene después de Rose?
Tengo muchas ganas de seguir haciendo teatro, mi vida es el teatro, me gustan los camarines, venir todas las noches, las giras. No se si voy a tener la oportunidad de mostrar otra trabajo con la fuerza que este tiene. Mi deseo es seguir viviendo de la profesión haciendo materiales que signifiquen un proyecto al que yo adhiera más allá que tenga que resignar un éxito comercial. Uno de mis sueños es convocar a un grupo de actores para poder formar juntos un espacio propio y no depender tanto de ser convocada, aunque lo agradezco y lo hago con mucho placer. Quiero juntarme con ex compañeros del Conservcatorio como Susú Pecoraro, Osvaldo Santoro, Jorge Marrale, Mónica Galán, Julián Howard, Horacio Roca y poder trabajar con alguno de ellos.
¿Qué pasa con Beatriz en otros formatos como la televisión y el cine?
No soy una actriz que disfrute mucho de la televisión, hice mucha tira pero estos trabajos se convierten en algo del que no entiendo muy bien los códigos. No depende mucho si lo haces bien o mal, sino más del rating o si el personaje pegó o no. Sí disfrute trabajar en Fiscales por ejemplo. Pero por ahora no esta en mi cabeza volver a la televisión. En cambio pienso en hacer cine con una propuesta muy interesante de la que no puedo hablar todavía. En el cine tuve experiencias gratificantes como protagonizar una película en Italia (NdR: Riconciliati film dirigido por la italo-argentina Rosalía Polizzi) y mi último trabajo junto a Ulises Dumont en Yo la recuerdo ahora dirigida por Néstor Lescovich. El cine te da libertad para trabajar, aunque es el reino del director, el teatro en cambio es el reino del actor, uno puede arruinar una obra o llevarla al séptimo cielo. El teatro le permite al actor tener una creación pura.
Fuente: Críticaítica
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