Nacho Duato: desde mañana, en el San Martín
Durante diez días, la Compañía Nacional de Danza (España) que dirige el reconocido coreógrafo contemporáneo abrirá una ventana a su repertorio
Por Constanza Bertolini
De la Redacción de LA NACION
La Compañía Nacional de Danza (CND) vino al San Martín en 1993. Entonces con 35 años, Nacho Duato era todavía un cotizado bailarín internacional y un coreógrafo en ascenso, que hacía poco había tomado la dirección del elenco de España (asumió en 1990). No obstante, el valenciano ya había dado claras muestras de cuál sería su rumbo. De hecho, su solo nombre como sucesor, por ejemplo, de Maya Plisetskaya, al frente de ese ballet oficial, implicaba que en la batalla entre modelos clásicos y modernos, los tutús habían perdido en manos de expresiones más contemporáneas.
La carrera de Juan Ignacio Duato Barcia está, desde el principio, sembrada de pinos altos. Se formó en la escuela Mudra de Béjart y con Alvin Ailey en Nueva York; bailó en el Cullberg de Estocolmo y brilló en el Nederlands Dans Theater del gran Jirí Kylián, del que se hizo coreógrafo residente. Desde el olimpo holandés volvió a su país para tomar las riendas de la CND y, a puro talento, se convirtió en el coreógrafo más influyente y exportador de España, aunque su trabajo no tiene fronteras.
Esta vez es un Duato más maduro el que visita Buenos Aires, y desde una terraza céntrica confirma qué parecida es a Madrid. De aquel paso por la ciudad a comienzos de los 90 casi no tiene más recuerdo que el de Antonio Banderas, casualmente alojado en el mismo hotel que él, para el rodaje de La casa de los espíritus, con Winona Ryder. Ahora, la Compañía Nacional de Danza trae dos programas, de tres obras cada uno (las seis de su rúbrica). El primero, integrado por Castrati, Por vos muero y White Darkness, se remonta hasta 13 años atrás en su repertorio y se verá a partir de mañana; el segundo incluye Gnawa, O domina nostra y Cobalto. En suma, es interesante el panorama que llega sobre la producción de este artista prolífico, que a los 52 ya creó unas 70 obras. "Empecé a los 23 y cada año he hecho dos o tres", dice, así, liviano. "Uno nunca está contento. Cobalto ha sido mi última obra, pero ya estoy haciendo una nueva [sobre Chejov]. Yo digo que es como los amantes: siempre el último es el que más te interesa, hasta que venga el siguiente", piensa, y se ríe por primera vez.
"La creación es un acto de amor", a decir de Duato. "Cada vez lo pienso más. Al principio era como una ventana abierta al mundo, a la naturaleza y a los demás. Ahora es más como una puerta que se ha abierto al interior, y mi trabajo es mucho más introspectivo, oscuro, reflexivo. Igual, siempre pienso que lo va a ver gente y que tiene que ser inteligible. No me gustan las masturbaciones mentales en el escenario; me gusta que la gente entienda lo que ve, que haya un mensaje claro y, sobre todo, que si vienen a ver danza que se baile."
-¿Qué hizo que esa ventana pasara a abrirse hacia adentro?
-Quizá que ya estoy mayor. La madurez. La intención de mi trabajo sigue siendo igual, ando buscando lo mismo. Mi trabajo siempre ha tenido un halo nostálgico, desde Jardí tancat (1983).
-¿Cuál es esa búsqueda?
-Hago coreografías porque me gusta compartir con mis bailarines y con el público lo que pienso del mundo, del ser humano, de lo que pasa alrededor. Para mí el espectáculo tiene algo de ritual, la gente te viene a ver y vos estás ahí arriba, enseñás algo durante una hora y pico, a oscuras y en silencio, en general con una concentración especial. Ese momento es irrepetible, lo que hagas tiene que ser con mucha seriedad, porque no le puedes hacer perder el tiempo a la gente; ya es bastante que vengan y te dediquen una hora y media de su vida.
En estos días de gira, Duato dice que le resulta "un poco duro" ver pasar frente a sí durante una tarde su trabajo de una década. "Nunca retoco un ballet. Si está bien, madurará bien, y si es malo, a los tres años ya no lo puedes poner. Tengo piezas de mucho tiempo que todavía conservan cierta frescura. Quizá porque no están en la moda. Yo estoy completamente fuera de la moda. A los modernos les parezco muy clásico y a los clásicos, muy moderno. Lo mío no tiene.... etiqueta."
Conocido como un tipo sin pelos en la lengua para opinar sobre la gestión cultural del gobierno ("sé que tengo la boca muy grande"), Nacho Duato se convirtió en un gran crítico, más allá de signos políticos. "La danza es la Cenicienta de las artes" es una sonada denuncia de cómo ve la situación el director del elenco oficial que estuvo con Aznar, González y, ahora, con Zapatero. "La compañía está subvencionada ciento por ciento, se gasta mucha pasta en ella, pero pienso que podrían apoyarla mucho más. Con un teatro, que no tenemos. La ópera tiene su sede; la música, el auditorio, y ahora el circo también. Pero la danza, no; estamos de un lado para otro, de prestado. A veces siento que no se enteran de lo importante que es la CND en el mundo."
-Acá hay un tango que dice que 20 años no es nada...
-Que febril la mirada (canta). No es nada y es mucho. La vida se te va entre los dedos sin darte cuenta de que hay que agarrar algunos momentos para que se queden un poquito más.
-¿En qué momento pensaste para escribir El placer de la danza?
-Ha sido un placer continuo y sigue siéndolo. Esto es lo que más me gusta hacer. Si supiese hacer mejor otra cosa, la haría, pero hago esto porque no tengo otro remedio. Uno nace bailarín, coreógrafo. Me fastidian los líos con el ministerio y es mucho trabajo dirigir una compañía, pero cuando se abre el telón es un inmenso placer.
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