miércoles, 9 de diciembre de 2009

Sobre el tango y los bodegones

Escena del filme El último aplauso que se puede ver en el Cinema Paradiso

Por ALEJANDRO CASTAÑEDA

Dos recientes filmes casi documentales se enlazan con el tango, pero con el tango modesto y callejero. Pasan revista a esos cantantes de la Primera B del dos por cuatro que han gastado noches y repertorios en bares de extramuros y que están a kilómetros del circuito lustroso de la gran ciudad. Son dos filmes que bucean en la nostalgia y que le arriman una palmada amistosa a estas figuras sin nombres ni plateas rutilantes, sobrevivientes gastados de una música sin tiempo que resiste en esos antros llenos de humos y perdedores. Porque los dos también le rinden culto a esos cafetines de mala muerte, con parroquianos a los que se les nota demasiado la vida, lugares de vino, preguntas y silencio que traen en bandejas esos tangos llenos de soledad, mostradores y fracasos.

"El torcán" -Cine Select- (título poco feliz) de Gustavo Aguirre, es una película rudimentaria. Está dedicada a Luis Cardei, un hombre de decir bajito y sentimiento enorme, que fue la mejor voz tanguera de los últimos años, la más cierta y emocionada, un cantor que no necesitó del repertorio más gastado ni de grandes orquestas, un tipo con un cuerpo que no le dio tregua y con un alma sufrida a la que sólo el tango le regaló esperanza y compañía.

El filme tiene a su favor una buena caracterización de Osky Guzmán. Cardei fue un muchacho de barrio al que le hemofilia lo llenó de dolores, de heroína y de soledad. El filme importa, más allá de dedicarle demasiado tiempo a esa grave enfermedad, por media docena de tangos que inmortalizan una voz dolorida que más que la fama parecía buscar abrigo.

Y la semana pasada se estrenó "El último aplauso" -Cinema Paradiso-, otro homenaje, esta vez a un bar de Pompeya, "El Chino", y a ese elenco de entrañables segundones, que le dieron personalidad y lustre a este bodegón del suburbio, con apenas diez mesas y un público amigo y seguidor. Está realizada por German Kral, que se formó en Alemania junto a de Doris Dorrie. El resultado es desparejo, porque no es fácil darle verdad y frescura a estas historias chiquitas. Pero hay mucha lágrima contenida en la biografía taciturna de estas figuras que llegaron hasta donde pudieron. A diferencia de Cardei, el filme es un muestrario de tangos gastados ("Fuimos", "Naranjo en flor" y el excesivamente transitado "Cambalache") al que a veces se le ven demasiado los pespuntes, pero así y todo, vale por el rescate de un puñado de estampas que el tiempo parece ir extinguiendo, por un par de momentos con latido propio y sobre todo por una figura, Inés Arce, una anciana del barrio, que es capaz de brindar, paradita junto al mostrador de ese descascarado boliche, una versión inigualable de un tango menor, "Duelo criollo". Su decir y su sentir, llegan. Tiene esa pequeña porción de verdad que los buenos cantores transmiten y que no necesita de gesticulaciones ni falsos éxtasis. Es uno de esos momentos que pueden darle sentido a toda una película.

Fuente: El Día

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