martes, 15 de diciembre de 2009

Impartir cultura frente a las tribulaciones

Aires de cambio

Lo que dejó el 1° Congreso de Cultura para la Transformación Social de Mar del Plata, con invitados de países vecinos que se explayaron sobre su apuesta a las creaciones artísticas articuladas con el Gobierno como medio de liberación y emancipación de los sujetos.

Por Cintia Kemelmajer
Enviada especial

Pinta tu aldea y serás universal. Experiencias culturales y artísticas planteadas por la necesidad de cambiar la realidad. Exponer lo propio tomando como base un transcurrir común signado por la opresión, la desigualdad, pero lo más importante: apostando a la utopía de un mundo mejor. Esa fue la dinámica del 1° Congreso Internacional de Cultura para la Transformación Social.


Materializado el jueves 10 y viernes 11 pasados en el Hotel Provincial de Mar del Plata, fue la voluntad del director del Gabinete Social del Instituto Cultural de la Provincia, Nino Ramella, la que se conjugó con la labor de la Red Latinoamericana de Arte para la Transformación Social, un tejido de 65 organizaciones sociales y culturales que operan en once países arrastrando una trayectoria de 20 años. El resultado impartido fue de dos días de intercambio teórico -con destellos de práctica en un puñado de talleres- ofrecido por quince invitados (miembros a su vez de la mencionada red), oriundos de Argentina y también Brasil, Colombia, Bolivia, Uruguay, incluyendo Canadá y España.

“Para que la cultura sea transformadora, necesita de la voluntad política”, fue una de las expresiones del encuentro, soltada con ahínco por el colombiano Jorge Melguizo y con dirección concreta: los funcionarios presentes en el acto de cierre del congreso, incluido el gobernador Daniel Scioli y 50 intendentes. Su experiencia en ámbitos gubernamentales de la turbulenta ciudad de Medellín comprobó que la cultura debe ser prioridad presupuestaria. “Congresos como este deben hacerse no sólo con la gente de la cultura, también con los secretarios de Hacienda, los intendentes y todo el poder político como aliado”, disparó el funcionario que diseminó por su localidad el Sistema de Bibliotecas Públicas y confesó haber aprendido de los narcotraficantes de su país “la capacidad de invertir mucho y bien, hacer cárteles y alianzas y ser creativos para encontrar soluciones distintas para nuevos problemas”.

En una de las mesas, Geo Britto (Brasil) compartió sus impresiones sobre el arte teatral que se aplica en 18 estados de su país desde 1986 y trabaja a partir de obras creadas por las propias personas que toman como puntapié el hablar y el decir de los oprimidos. Transformar su realidad a través de técnicas escénicas que establecen una comunicación interactiva entre público y espectador en pos de hallar soluciones es el objetivo del Teatro del Oprimido. “Ser solidario es correr el mismo riesgo”, citó Geo al Che Guevara. Ellos lo logran a través de alianzas con organizaciones no gubernamentales (MST, agentes penitenciarios, presos, profesionales de la salud), el apoyo propio del gobierno y el Estado. En la misma disertación, desde la Red de Teatro Comunitario Argentino, Adhemar Bianchi repasó al proceso de sanación de la red social golpeada desde la posdictadura hasta el trabajo actual entre vecinos, en grupos como Catalinas Sur.

Otro brasileño, Celio Turino, secretario de Cultura Ciudadana, se explayó sobre los Pontos de Cultura, el programa que otorga subsidios y ya fue aplicado en sus 5 años de vida en 800 puntos del país carioca, para incluir sujetos al margen de la industria cultural y “quebrar jerarquías culturales, culturizando la política y politizando la cultura”. El programa apuesta a fortalecer la emancipación social -a través de iniciativas como coros de sordos, comunidades virtuales, producciones audiovisuales producidas por comunidades-, revalorizando lo que cada persona puede contar desde su lugar, para conectarlo con el sistema de redes de los Pontos.

Tras su disertación, Eduardo Balán, presidente del proyecto social de artistas, comunicadores y educadores del país llamado Culebrón Timbal, se encargó de dar el anuncio de la posible regionalización de este programa: es que todas las cámaras políticas de los países que integran el Mercosur tratarán en 2010 la posibilidad de incluir el programa Pontos de Cultura a su legislación, por una moción aprobada el pasado 30 de noviembre en el plenario del Parlamento del Mercosur.

Pero no todo fue color esperanza. La invitación a abrir las charlas a preguntas del público generó que algunos más que otros deban tragar saliva para conservar la calma, como cuando los participantes indagaron por la ordenanza marplatense que se encuentra en vigencia y niega los espacios públicos para espectáculos artísticos y callejeros. Los disertantes internacionales aconsejaron “tomar la calle”; el silencio fue la réplica oficial. Después de los dos días, se hizo evidente: la consigna de visibilizar a la cultura como transformadora social, necesaria, esperanzadora, inteligente, despierta en el actual contexto político provincial el desconcierto. El “quizás sea una puerta” podría ser el balance más definitorio dentro del mar de incertidumbre (léase buenas intenciones a futuro) en el que quedó flotando el encuentro. Lo dijo Inés Sanguinetti, desde un panel, como representante de la organización Crear Vale la Pena: “La palabra caballo no trota”.

Democratizando el arte

Un punto central resaltado por los expositores fue, como advirtió Doryan Bedoya del colectivo guatemalteco Caja Lúdica, que muchas de las limitaciones para considerar procesos culturales como transformadores sociales se originan en la concepción tradicional de las bellas artes. “Apropiar los espacios públicos para el arte, democratizar la cultura”, sostuvo como nuevas premisas Bedoya.

En esa línea, Mariano López, radicado en Canadá, trazó el recorrido del Circo Social, el método para la inclusión planteado desde el juego y destinado a niños de la calle, adictos en recuperación, vecinos de barrios atravesados por la violencia: “Aceptar la marginalidad y darle lugar para la expresión y el respeto”, lo definió. No interesa la calidad del espectáculo sino el proceso, “y llegar a la risa”, subrayó.

El Circo Social llegó para quedarse en lugares tan disímiles como Ciudad del Cabo (Sudáfrica), Barcelona, Melbourne (Australia) y París (Francia).

Fuente: Hoy

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