jueves, 3 de diciembre de 2009

Danza desde Garcilaso a Miguel Bosé

Exigencias. Para ser parte de su compañía, pide profesionales que se preocupen por lo que pasa en el mundo, que lean, que sean personas generosas. (Foto: Leandro Sánchez)

ENTREVISTA A NACHO DUATO

Charla exclusiva con una de las figuras más importantes de la escena contemporánea, que actuará en el Teatro San Martín.

Irene Amuchástegui.

Con una mezcla de cortesía y jet lag, el valenciano Nacho Duato nos asegura que a veinte metros de la Avenida de Mayo se siente como en Madrid, sede de la Compañía Nacional de Danza de España, que dirige desde 1990.

Ex bailarín del Nederlands Dans Theater, donde a partir de los años 80 se desarrolló como coreógrafo con el impulso del magnífico Jirí Kylián, Duato se ha mantenido desde entonces en el centro de la escena contemporánea de la danza europea. Con un lenguaje original como coreógrafo, que marcó a fuego a la compañía oficial española, un estilo frontal que atizó debates sobre políticas culturales, y una apostura principesca que contraría su proverbial desdén hacia las convenciones del ballet clásico.

Con dos programas integrados exclusivamente por obras de Duato, la Compañía Nacional de Danza de España se presenta en Buenos Aires, desde mañana y hasta el domingo 13, en el Teatro San Martín. A tres lustros de su visita anterior, el director y coreógrafo habló con Crítica de la Argentina sobre su singular universo artístico, en el que se cruza Garcilaso de la Vega con Miguel Bosé, y en el que los castrati, el 11-M o los sueños eróticos pueden ser fuente temática. “Mi trabajo puede ser ecléctico, pero en esencia tiene una unidad. Mis obsesiones son siempre las mismas, mi obra ronda el tema de la muerte, del amor, de la injusticia”.

–¿Cómo pondera, en su producción actual, la influencia de su trabajo con Kylián?

–Hay muchísimos artistas que me gustan y me influyen todos, unos más que otros. He trabajado años con Kylián, naturalmente los dos tenemos comunes preocupaciones por la música y la belleza. Pero cuando miro el trabajo de Jirí y el mío, los veo totalmente distintos. Yo soy del Mediterráneo, él de Eslovaquia, y se nota. Él es del norte y yo soy del sur, se ve clarísimo. Además, yo abordo temas que él nunca abordaría, como el de la droga.

–Frecuentemente, usted elige temas inusuales o inéditos en la danza.

–He tratado el racismo, la tortura, Guantánamo, los atentados del 11-M, la descomposición de los cuerpos...Aparte de hacer obras más bailadas, que exaltan la naturaleza, la vida y al ser humano, que son como una ventana abierta al mundo. Últimamente, mi trabajo es más introspectivo, más maduro y también más oscuro.

–¿Cómo juega, en su trabajo como coreógrafo, el hecho de llevar tantos años al frente de una compañía oficial estable?

–Lo difícil de hacer dos ballets al año es conciliar el oficio, que uno tiene después de tanto tiempo de trabajo, con la honestidad y la espontaneidad. El llegar a ser honesto con uno mismo, arriesgar y dar un paso adelante. Siempre he dicho que quería libertad artística: los dos ballets al año no los hago porque me lo imponga el Ministerio, si no porque más no puedo hacer. Si pudiera hacer más, humanamente, lo haría.

–¿Existe un perfil del bailarín de su compañía?

–Cualquiera que quiera realmente expresar a través de la danza sobre un escenario, más allá de la pura técnica. Que se preocupe por lo que pasa en el mundo, que lea, que sea una persona generosa, que sepa compartir el éxito y el trabajo. Que sea capaz de convivir las veinticuatro horas cuando estamos de gira. En fin, una persona civilizada. Después de veinte años, he llegado a tener la compañía que quiero. Son bailarines que vienen porque quieren trabajar conmigo, gente de Corea, Japón, Argentina, Francia…

–¿Usted mismo sigue bailando, ocasionalmente?

–En diciembre bailo en Munich, luego en Francia y después una semana en el Bolshoi en Moscú, con la compañía. Bailo poco, pero todavía me puedo mover. Por supuesto ya no hago lo de mis bailarines, si lo hiciera moriría: hago cosas adaptadas a este chasis que tengo ahora.

–Entre los análisis críticos y la visión positiva del panorama actual de la danza, ¿con qué perspectiva concuerda usted?

–Yo creo que vivimos el siglo de oro de la danza. Siempre hay gente pesada diciendo que la danza está fatal, ahora están con que eso de que hay demasiadas compañías pequeñas, y con que la danza teatro y con que la non-dance… Yo digo: estamos viviendo un siglo en el que hay gente como Jirí Kylián, como Forsythe, como Mats Ek, como Naharin. ¿Qué más quieren? ¿Cuál es la queja?

Fuente: Crítica

No hay comentarios: