ENTREVISTA: MARINA BOLLAÍN Directora de 'La ópera de tres peniques'
PATRICIA GOSÁLVEZ - Madrid
El mensajero del juez llega montado en un segway adornado con dos banderitas: la de la Comunidad de Madrid y la del Madrid Olímpico. Marina Bollaín ha traído La ópera de los tres peniques de Bertolt Brecht aquí y ahora. Físicamente, se estrena en los Teatros del Canal, conceptualmente, transcurre en un Madrid escalofriantemente actual. Estrenada en Berlín en 1928, con música de Kurt Weill, la obra es una sátira sobre la corrupción, la miseria y la delincuencia de la sociedad burguesa. "El tiempo no se le ha caído encima, es muy actual", dice Bollaín, sobre el escenario habitado por policías corruptos, prostitutas negras, mendigos y políticos relamidos. En una de las paredes grafiteadas, hay un irónico cartel electoral de la presidenta, una señorona de collar de perlas, que sustituye a la reina que va a ser coronada del texto original. La primera pregunta es de cajón:
Pregunta. ¿Cómo le han dejado hacerla en una sala de la Comunidad?
Respuesta. Aquí son muy liberales... Y es una crítica amable.
P. ¿Cómo es de actual el texto?
R. Muchísimo, Brecht habla de corrupción policial y fíjate en lo de Coslada; trata la prostitución y el debate sobre su legalización, un tema sobre el que apenas hemos avanzado. También aparece la corrupción política y la crisis que estaba apunto de estallar en 1928, la única a la que comparan la de ahora. Hay por ejemplo una frase modernísima en el texto: "¿Qué es peor: asaltar un banco o fundarlo?". A la que yo he añadido: "¿Qué es peor: asesinar a un hombre o darle un mal empleo y una hipoteca?". Creo que Brecht lo diría hoy así.
P. ¿Qué tipo de cosas has alterado para traer el texto a la actualidad?
R. Sólo algunos detalles. Las categorías de mendigos de Brecht eran las de su época: los lisiados de la guerra, las víctimas del tráfico... Hoy ya son otras: los yonquis, las rumanas con niño, los vendedores de La Farola, el argentino que ha conocido tiempos mejores... El humor también es muy local, como en la pancarta "tengo una cabezonada". Yo no me invento nada, saqué el chiste de una manifestación real de policías nacionales.
P. ¿Hay una voz en el teatro actual que le recuerde a la de Brecht?
R. Yo diría que Mayorga, pero sin ser tan político. Brecht tenía mucha influencia marxista, ahora la denuncia es más social.
P. Hizo La verbena de la Paloma y ahora un musical de Brecht, ¿le va el más difícil todavía?
R. Ambas me parecen obras maestras, pero es verdad que son complicadas. Al menos con Brecht y Kurt Weill, no existe el prejuicio que tiene la gente hacia la zarzuela... Son obras difíciles de montar, necesitas un elenco que cante y actúe, financiación para un montaje grande. La orquesta tampoco es fácil; en tiempos de Brecht sólo había siete músicos (ahora son 15), pero entonces los músicos eran muy versátiles, lo mismo te sacaban un banjo que un acordeón, ahora están más especializados.
P. ¿Qué le atrae del teatro musical?
R. Es la combinación perfecta. Me encantaría dirigir ópera, si me dejan. Tengo una idea fantástica para traer Fidelio de Beethoven a un momento muy concreto de la historia española que le viene al pelo. Y, no, no voy a decir cuál. El problema es que no hay tanta gente dispuesta a darle un proyecto tan grande a una mujer relativamente joven. Las mujeres que dirigen ópera se cuentan con los dedos de media mano: Núria Espert, Natalia Menéndez... Es inusual y lo inusual suele ser más difícil.
P. Usted estudió canto y música 10 años en Alemania. ¿Hace falta ser músico para dirigir teatro musical?
R. Ayuda tener, por lo menos, musicalidad. Algunos directores se sienten encorsetados.
P. ¿Se ha quedado con ganas de interpretar un papel en la obra?
R. Ni media. Si cantas, estás dentro, preocupado por tu voz, para dirigir hay que estar fuera.
P. Volviendo a la presidenta, ¿por qué le ha dado el papel de la reina del original?
R. Tenía más sentido, la reina ya está coronada, podría haber sido la coronación de Letizia, pero eso sí que es meterse en un jardín...
Fuente: El País
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