domingo, 23 de agosto de 2009

Relato perverso en primera persona

Lautaro Vilo vuelve a echar mano a la realidad -la suya- para ofrecer una obra potente y sumamente inteligente.

American Mouse. De L. Vilo y Pablo Gershanik. Dramaturgia y actuación: Lautaro Vilo. Diseño escenográfico y vestuario: Azul Borenstein. Diseño de iluminación: Gonzalo Berdes. Diseño escénico y creción de objetos: Jorge Crowe. Ambientación sonora, creación musical y de imágenes: Julián Teubal. Asistente de dirección: Laura Soifer. Dirección: Pablo Gershanik. Sábados, a las 22, en El Kafka, Lambaré 866. Duración: 70 minutos.
Nuestra opinión: muy buena

Desde hace ya muchos años Lautaro Vilo experimenta sobre ciertas líneas estéticas y teatrales que dan por resultado un teatro minimalista, que logra desplegarse a través de los méritos que él, en tanto intérprete, sabe otorgarle. Tanto en Un acto de comunión como en Cáucaso , Vilo puso reflexionó sobre el poder narrativo de la escena y los diversos modos de representar. Por eso redujo al mínimo el despliegue escénico, para depositar la representación pura y exclusivamente en la mente del espectador a través de los estímulos lingüísticos que él como relator producía. Y lo lograba. Sin necesidad de discursos grandilocuentes ni parafernalias de ningún tipo, producía la sensación de estar dentro del propio teatro moscovita o en la mente de un caníbal.

En este caso se sirve de otro tipo de anécdota, ya que es algo más privado pero que permite desplegar una imagen muy crítica del mundo. Porque siguiendo los lineamientos básicos de una biografía, Vilo va relatando parte de su vida familiar, sus estudios, su estadía en Tandil y su relación con Mauricio Kartun, entre otros tantos momentos aparentemente definitorios de su personalidad. Como corolario de todo esto la historia social y política argentina irá apareciendo a medida que los datos lo requieren.

Disney

Pero el foco principal del relato lo ocupa la anécdota más importante que es un viaje a Orlando gracias a un intercambio del Rotary Club por el que fue un tiempo a vivir a los Estados Unidos. Una vez allí, nos presenta a su familia sustituta, gran parte de la ideología americana resumida en el American Dream, y puntualmente su ida a Walt Disney World. Porque allí, el niño Lautaro habrá vivido, o imaginado, una escena traumática que consistió en no haber podido ingresar en el imaginario Disney, no pudiendo ver a Mickey sino al señor que dentro del traje lo animaba. Y luego del enfrentamiento con el actor, un accidente y un ocultamiento por parte de la empresa simulando que aquí nada ha ocurrido para garantizar la continuidad de la fiesta. Este es el disparador sobre el que trabaja American Mouse : La tragedia inmersa en la fiesta.

Pero lo que prima aquí es cómo Vilo establece un vínculo afectivo con la platea, ya que se convierte en un niño jugando con pequeños objetos, muñecos imaginarios y construcciones de diverso tipo que le sirven para representar ese mundo soñado al que muchos -unas cuantas generaciones- pertenecemos. Pero lentamente, a medida que el relato avanza, el narrador va volviéndose cada vez más oscuro, cada vez más lejano al tiempo que su vestuario, que al principio era tierno y parecía un disfraz infantil, acaba por convertirse en otra cosa. La paranoia en la que vive nos aterra al tiempo que evidenciamos el procedimiento: Vilo nos invitó a su propio Walt Disney Wolrd, para ser víctimas pacíficas de un relato tan perverso como potente en términos estéticos.

Federico Irazábal

Fuente: La Nación

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