Sea con graffitis, stickers o stencils, cada vez son más los jóvenes platenses que se vuelcan al arte callejero para plasmar sobre un muro su ideología o apenas una idea única y fugaz.
Textos Facundo Bañez.
Fotos Alex Meckert.
Textos Facundo Bañez.
Fotos Alex Meckert.
Muros, paredes o tapiales. Cualquiera de esos espacios puede ser el lugar ideal para un sinfín de pintadas que pueden ser ilegales pero que, en muchos casos, también son verdaderas obras de arte. El "street art" o arte de la calle, o simplemente graffiti o stencil -según cómo se aplique_, no es más que una serie de intervenciones pintadas sobre muros públicos que irrumpen en el espacio de la ciudad con una ideología que muchas veces ronda el humor, la ironía o la denuncia.
"Es una forma de ver e interpretar el mundo", define Matías Salguero, un grafitero de 24 años que, bajo el seudónimo callejero de "Saw", está por estos días terminando su licenciatura en Artes Plásticas en la facultad de Bellas Artes de la UNLP. Su primer graffiti lo diseñó a fines de 2004 en la esquina de diagonal 79 y 119. Era una palabra que el tiempo y los afiches políticos se encargaron de borrar, pero fue el comienzo para una pasión que no descansa casi nunca.
"Todo el tiempo estás mirando paredes en blanco para hacer algo -confiesa-. Yo dibujo desde que tengo uso de razón. Al principio empecé dibujando palabras pero luego cambié el estilo haciendo letras más pictóricas. Siempre trabajo con aerosol y pido permiso al dueño para hacer el graffiti. Aunque claro, a veces no todos los vecinos están enterados que uno pidió autorización y terminan llamando a la policía para que deje de pintar".
En un principio, cuenta el propio Matías, el graffiti surgió a mediados de los sesenta en Nueva York como una forma de protesta social o comunitaria y acaso como canal visible de la rebeldía juvenil de aquellos años. Hoy la cosa cambió. Estos murales, graffitis, tags o stencils que están apareciendo en las calles platenses responden a otras necesidades, no ya de reclamo, sino sobre todo de expresión personal o grupal.
Incluso no sólo las paredes son el espacio elegido por estos artistas urbanos para plasmar su obra. Muchas veces utilizan vagones viejos o inutilizados, algo que de alguna manera responde también a la influencia norteamericana, donde en los 60 y 70 ciertos guetos y ciudadanos marginales se reunían en los terrenos aledaños a las estaciones de subtes y trenes de ciudades como Chicago o Nueva York para hacer sus pintadas.
"En nuestra cultura se avanzó mucho sobre el arte callejero pero todavía falta mucho desarrollo -reconoce Matías-. Todavía no estamos a la altura de ciudades como Nueva York o Madrid, donde al arte urbano se le da una importancia mucho mayor".
En el universo de las pintadas hay para todos los gustos. Se puede ver a la cara de Carlos Gardel y la leyenda "No me lloren, crezcan", la cara del gatito de Hello Kitty con el saludo "Hello Kirchner" o la cara del presidente George Bush con orejas de Mickey Mouse y la inscripción "Disney War". También una leyenda que durante muchos años decoró la pared de 9 entre 47 y 48 pero que ya el tiempo la borró. La frase era corta pero repleta de ironía y lucidez. Simplemente decía: "No ubo error".
EL STENCIL
Acaso formen parte de la misma familia pero se diferencian entre sí. El stencil no es un graffiti. Mientras que en uno sólo está la mano del artista y su aerosol, en el otro se usa la pintura pero con una plancha perforada para ilustrar mejor la imagen sobre la pared. La tendencia, que en Buenos Aires ya reconoce a dos colectivos artísticos en pleno funcionamiento (Buenos Aires Stencil y Burzaco Stencil), también puede encontrarse en varias calles de nuestra ciudad, donde los pequeños estampados proliferan sobre todo en las inmediaciones de colegios y facultades con mensajes que proponen un espacio de reflexión, apelando en la mayoría de los casos al humor o a la ironía.
El fenómeno del stencil, que refiere a cierta estética punk y explotó en Internet en los últimos años, desde donde salen buena parte de los moldes que luego llegarán a las calles, es también objeto de estudio de especialistas en arte y comunicación. En la facultad de Bellas Artes local, por caso, se sigue esta modalidad de cerca y se la estudia desde el taller de Grabado y Arte Impreso, donde sus especialistas definen al stencil como "una antigua técnica de grabado a la vez sencilla y barata que resurgió como una forma de intervención urbana, de señalamiento, similar al graffiti y con la que se pretende llamar la atención del transeúnte con un mensaje que llame a la reflexión, pero casi siempre utilizando la ironía y el humor como vehículo".
Hay otro dato en el que la mayoría de los especialistas coincide: este resurgimiento del uso callejero de la técnica del stencil (que ya había sido utilizado de esa forma en la década del '30 por grupos políticos) se vincula sobre todo a la proliferación de motivos a través de Internet, desde donde mediante nuevos programas se bajan muchas de las planchas que se han convertido en actuales clásicos del género. Páginas como "stencilrevolution.com" constituyen hoy un muestrario diversificado de expresiones donde puede verse todo tipo de mensajes en los formatos y tamaños más diversos, recolectados en las grandes ciudades del mundo.
DE TODO Y PARA TODOS
En el universo estético del stencil coexisten motivos de los más diversos. La crítica a personalidades célebres, el llamado a la reflexión sobre algún tema socialmente en boga y la ácida crítica a la guerra son algunos de los más comunes. Este último fue uno de los puntos más repetidos que se vieron en La Plata cuando el stencil desembarcó hace ya unos cinco años. Por aquel entonces, lo más común era ver paredes en las que se podía leer mensajes irónicos con las caritas de George Bush, Sadam Hussein o Bin Laden. Claro que el género se fue desarrollando y ampliando así sus horizontes, pasando a fusionar incluso en una sola imagen a José de San Martín con Elvis Presley o al Che Guevara con Bob Marley.
Los hacedores de estos dibujos tienen edades variadas. Aunque la mayoría estudia o estudió en Bellas Artes, algunos son adolescentes y otros llegan hasta los 30 años. Y muchos de ellos pertenecen a tribus urbanas como el punky el hardcore.
Otra de las características clásicas del stencil se refiere a su tamaño: la mayoría es similar al de una hoja de carta. Y esto también tiene una explicación: los chicos que hacen stencil los diseñan de un tamaño pequeño para tardar poco tiempo y así evitar problemas ya que, como el graffiti, el stencil es visto por muchos como una molestia o hasta un acto de vandalismo.
"Lo mejor siempre es pedir permiso -opina Matías, que ya perdió la cuenta de cuántos graffitis dejó plasmados en las calles de nuestra ciudad-. Además es algo que te simplifica el laburo. Si vos al frentista le pedís autorización, podés laburar sin problemas a plena luz del día y sin el temor a tener que salir corriendo con el dibujo a la mitad".
Frases, caras, guiños que dan cuenta de la sensibilidad de una época y que pueden abordar lo ideológico, lo estético o lo surreal. Salir a pintar, explican quienes estudian el tema, surge de una necesidad individual y luego la inscripción se sociabiliza frente a la lectura de la gente que lo ve. Los dibujos y los textos dialogan unos con otros en las paredes de la ciudad. El stencil que nació como una forma de protesta under y prohibida, adquirió una categoría propia. Casi lo mismo a lo que ocurrió con el graffiti. En silencio. De manera anónima. Pero haciendo siempre que las paredes hablen. Y tengan, a veces, la última palabra.
Fuente: El Día (Revista Domingo)
"Es una forma de ver e interpretar el mundo", define Matías Salguero, un grafitero de 24 años que, bajo el seudónimo callejero de "Saw", está por estos días terminando su licenciatura en Artes Plásticas en la facultad de Bellas Artes de la UNLP. Su primer graffiti lo diseñó a fines de 2004 en la esquina de diagonal 79 y 119. Era una palabra que el tiempo y los afiches políticos se encargaron de borrar, pero fue el comienzo para una pasión que no descansa casi nunca.
"Todo el tiempo estás mirando paredes en blanco para hacer algo -confiesa-. Yo dibujo desde que tengo uso de razón. Al principio empecé dibujando palabras pero luego cambié el estilo haciendo letras más pictóricas. Siempre trabajo con aerosol y pido permiso al dueño para hacer el graffiti. Aunque claro, a veces no todos los vecinos están enterados que uno pidió autorización y terminan llamando a la policía para que deje de pintar".
En un principio, cuenta el propio Matías, el graffiti surgió a mediados de los sesenta en Nueva York como una forma de protesta social o comunitaria y acaso como canal visible de la rebeldía juvenil de aquellos años. Hoy la cosa cambió. Estos murales, graffitis, tags o stencils que están apareciendo en las calles platenses responden a otras necesidades, no ya de reclamo, sino sobre todo de expresión personal o grupal.
Incluso no sólo las paredes son el espacio elegido por estos artistas urbanos para plasmar su obra. Muchas veces utilizan vagones viejos o inutilizados, algo que de alguna manera responde también a la influencia norteamericana, donde en los 60 y 70 ciertos guetos y ciudadanos marginales se reunían en los terrenos aledaños a las estaciones de subtes y trenes de ciudades como Chicago o Nueva York para hacer sus pintadas.
"En nuestra cultura se avanzó mucho sobre el arte callejero pero todavía falta mucho desarrollo -reconoce Matías-. Todavía no estamos a la altura de ciudades como Nueva York o Madrid, donde al arte urbano se le da una importancia mucho mayor".
En el universo de las pintadas hay para todos los gustos. Se puede ver a la cara de Carlos Gardel y la leyenda "No me lloren, crezcan", la cara del gatito de Hello Kitty con el saludo "Hello Kirchner" o la cara del presidente George Bush con orejas de Mickey Mouse y la inscripción "Disney War". También una leyenda que durante muchos años decoró la pared de 9 entre 47 y 48 pero que ya el tiempo la borró. La frase era corta pero repleta de ironía y lucidez. Simplemente decía: "No ubo error".
EL STENCIL
Acaso formen parte de la misma familia pero se diferencian entre sí. El stencil no es un graffiti. Mientras que en uno sólo está la mano del artista y su aerosol, en el otro se usa la pintura pero con una plancha perforada para ilustrar mejor la imagen sobre la pared. La tendencia, que en Buenos Aires ya reconoce a dos colectivos artísticos en pleno funcionamiento (Buenos Aires Stencil y Burzaco Stencil), también puede encontrarse en varias calles de nuestra ciudad, donde los pequeños estampados proliferan sobre todo en las inmediaciones de colegios y facultades con mensajes que proponen un espacio de reflexión, apelando en la mayoría de los casos al humor o a la ironía.
El fenómeno del stencil, que refiere a cierta estética punk y explotó en Internet en los últimos años, desde donde salen buena parte de los moldes que luego llegarán a las calles, es también objeto de estudio de especialistas en arte y comunicación. En la facultad de Bellas Artes local, por caso, se sigue esta modalidad de cerca y se la estudia desde el taller de Grabado y Arte Impreso, donde sus especialistas definen al stencil como "una antigua técnica de grabado a la vez sencilla y barata que resurgió como una forma de intervención urbana, de señalamiento, similar al graffiti y con la que se pretende llamar la atención del transeúnte con un mensaje que llame a la reflexión, pero casi siempre utilizando la ironía y el humor como vehículo".
Hay otro dato en el que la mayoría de los especialistas coincide: este resurgimiento del uso callejero de la técnica del stencil (que ya había sido utilizado de esa forma en la década del '30 por grupos políticos) se vincula sobre todo a la proliferación de motivos a través de Internet, desde donde mediante nuevos programas se bajan muchas de las planchas que se han convertido en actuales clásicos del género. Páginas como "stencilrevolution.com" constituyen hoy un muestrario diversificado de expresiones donde puede verse todo tipo de mensajes en los formatos y tamaños más diversos, recolectados en las grandes ciudades del mundo.
DE TODO Y PARA TODOS
En el universo estético del stencil coexisten motivos de los más diversos. La crítica a personalidades célebres, el llamado a la reflexión sobre algún tema socialmente en boga y la ácida crítica a la guerra son algunos de los más comunes. Este último fue uno de los puntos más repetidos que se vieron en La Plata cuando el stencil desembarcó hace ya unos cinco años. Por aquel entonces, lo más común era ver paredes en las que se podía leer mensajes irónicos con las caritas de George Bush, Sadam Hussein o Bin Laden. Claro que el género se fue desarrollando y ampliando así sus horizontes, pasando a fusionar incluso en una sola imagen a José de San Martín con Elvis Presley o al Che Guevara con Bob Marley.
Los hacedores de estos dibujos tienen edades variadas. Aunque la mayoría estudia o estudió en Bellas Artes, algunos son adolescentes y otros llegan hasta los 30 años. Y muchos de ellos pertenecen a tribus urbanas como el punky el hardcore.
Otra de las características clásicas del stencil se refiere a su tamaño: la mayoría es similar al de una hoja de carta. Y esto también tiene una explicación: los chicos que hacen stencil los diseñan de un tamaño pequeño para tardar poco tiempo y así evitar problemas ya que, como el graffiti, el stencil es visto por muchos como una molestia o hasta un acto de vandalismo.
"Lo mejor siempre es pedir permiso -opina Matías, que ya perdió la cuenta de cuántos graffitis dejó plasmados en las calles de nuestra ciudad-. Además es algo que te simplifica el laburo. Si vos al frentista le pedís autorización, podés laburar sin problemas a plena luz del día y sin el temor a tener que salir corriendo con el dibujo a la mitad".
Frases, caras, guiños que dan cuenta de la sensibilidad de una época y que pueden abordar lo ideológico, lo estético o lo surreal. Salir a pintar, explican quienes estudian el tema, surge de una necesidad individual y luego la inscripción se sociabiliza frente a la lectura de la gente que lo ve. Los dibujos y los textos dialogan unos con otros en las paredes de la ciudad. El stencil que nació como una forma de protesta under y prohibida, adquirió una categoría propia. Casi lo mismo a lo que ocurrió con el graffiti. En silencio. De manera anónima. Pero haciendo siempre que las paredes hablen. Y tengan, a veces, la última palabra.
Fuente: El Día (Revista Domingo)
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