06-08-2009 / El 2008 la puso en un ojo de la tormenta particular: Scorsese la llevaba a su set de filmación y ella terminaba su segunda película, algo más polémica que la anterior, y más dificultosa. En el medio, verdades de todo tipo fueron ganadas por otras más interesantes.
Por Jorge Belaunzarán
El cine es medio así”. No cualquier frase define una situación. Menos define a una persona frente a una situación. Celina Murga, directora de cine ella, lo consigue, precisamente, en la ambigüedad del “medio así”. Como buena directora, confía que el resto de la humanidad entienda lo que quiere decir a partir de un conjunto de códigos y símbolos que manejan en común. O sea que la frase no es dicha, por poner un ejemplo exagerado, a quien nunca vio cine.
“Hubo muy pocas cosas que hicimos especialmente pensando en ellas digamos no. Sí tratamos que todo el mundo tuviera mucha conciencia que era una película con chicos, y teníamos que facilitar el espacio de la actuación para ellos. Y bueno, había situaciones que por ahí desde la parte técnica no se entendían mucho porque cada uno piensa en su trabajo, porque viste que el cine es medio así.” Ahí la definición, que amplía el campo de comprensión a la vez que pone en cuestión por qué se trabaja de una manera porque en un oficio las cosas son así, o si porque se trabajá así el trabajo resulta así en una profesión.
Seguramente que no se trata más que de una película. Pero siempre es así la cosa: algo permite ver un todo; un todo que aclara algo. Así que Una semana solos, segunda película de la directora que el continuamente bien ponderado Martin Scorsese eligió entre decenas en el mundo para seguir y trabajar juntos el guión que presentó, lo que trae a cuento es la vida de unos púberes en un country que quedan una semana al cuidado de una joven mucama y la hermana mayor, que roza los quince años.
-¿Tuvieron problemas para conseguir las locaciones teniendo en cuenta el tema de la seguridad de los barios privados y countries?
-Teníamos nuestro temor. Decidimos como siempre ir con la verdad, y por eso pudimos hacer mucho casting adentro de countries también. Ahí se hablaba de lo que se habla en la película. Muchos de los padres que se acercaban a traer a sus chicos porque entendían de qué les estábamos hablando. La mayor parte de las escenas se filmaron en el country Náutico Escobar, un country muy grande que esta cerca del río. Ellos están muy acostumbrados a filmar publicidad y básicamente no les importaba más que la situación contractual. Después dónde tuvimos problemas fue en la entrada. Habíamos cerrado un preacuerdo con un country que tenía una entrada muy particular, que justo daba frente a un puente de esos que cruzan la autopista. Nos daba muy bien para la escena de la llegada del chico entrerriano. Y a último momento se fueron para atrás. Fue un verano que hubo mucha prensa en relación a los robos. Como el primer verano que la burbuja estalló y empezó a caer el velo ese falso por la falta de seguridad. Estaban muy paranoicos, y justo en ese country habían entrado a robar. Justamente la entrada era como el espacio mas vulnerable, no tanto por el contenido sino porque se sentían muy observados, con un equipo de veinte personas poniendo cámaras. Al final terminamos de filmar en un country que estaba en construcción y que lo que primero se había construido era la fachada, pero no había ninguna casa adentro.
-¿En ningún momento sintió que le estaba “robando el alma” a la gente del country?
-Posiblemente. La película está hablando de algo que no es quizás lo que más les guste escuchar. De todas maneras me sorprendió ver mucha gente, padres sobre todo, de chicos más o menos chicos de la edad de los personajes, que tenían cierto registro de lo que se estaba hablando; no les parecía algo ajeno o loco. Obviamente que yo conocía a los padres que trajeron a los chicos al casting, lo cual ya habla de una voluntad, de una apertura. Me sorprendió gratamente encontrarme con esa gente, que más allá de la elección de vida que pueden hacer tratan de encontrar formas para que los chicos se integren de alguna manera al resto de la sociedad también.
-Parecen que han sido años de enfrentarse a los prejuicios. Por un lado la película en los countries y por el otro la experiencia con martin scorsese, que hace un cine que no es el que usted tiene como modelo. ¿Qué prejuicios modofició a partir de la película y la experiencia con Scorsese?
-Con la película el más grande tiene que ver con el que la gente de los counrtries piensa y actúa toda de determinaba manera. Desde notas a un estudio sociológico, que era súper interesante pero no dejaba de ser un análisis sociológico. Estar en contacto con esas personas me hizo ver la diversidad y ver como en diferentes personas hay diferentes grados y formas, como hay gente que está negando totalmente la realidad o la posible cuestión social que implica vivir en un country, y otra que estaba observando eso e intentando generar herramientas o experiencias diferentes. Hay como un amplio abanico de familias y de configuraciones familiares. Y sentí que era importante hacerlo antes de hacer la película porque era importante que la película no estuviera dominada por mi prejuicio.
-¿Le generó alguno nuevo?
-Confirmé que nunca me iría a vivir a un country. Estaba con mi hijo chiquito viviendo cerca, así que imaginate que salía del country donde filmaba, hacia diez quilómetros por la Panamericana y entraba a otro país a dormir. No podía cortar, estaba todo el tiempo con los elementos de la película. Me sentía asfixiada, y obviamente era al aire libre.
-¿Y con Scorsese?
-Con él desmitifiqué esa idea tan tonta que tenemos que por que son una gran industria tienen todo resuelto, mecanizado, y para nada es así. De hecho me encantó descubrir como si bien todas las cabezas de equipo, que eran como imaginate ganadores del Oscar y toda la pindonga, había una forma de trabajar, más allá de la estructura de producción que obviamente era una cosa descomunal y totalmente fuera de escala para nosotros, en la que cada uno aportaba desde su lugar con mucha pasión. Esa cosa que tiene el cine que a mi me encanta, que en la mejor de las situaciones es como un grupo de chicos jugando, porque tiene una cosa muy lúdica. Y generalmente eran como chicos de cinco años pero con sus herramientas de grandes. Y está buenísimo verlo. No había una cosa mecanizada en el sentido de algo frió, despojado, sin sensibilidad. Y problemas hubieron muchísimos, los mismos que tenemos nosotros. Cámaras que se rompen, laboratorios que te rayan negativos. Y ni hablar de la lluvia y los problemas de tiempo. Tienen esa fantasía de control absoluto, porque el lugar del director es un lugar que tiene el control. Todos los directores tenemos esa voluntad de control. Imagínate que con todo su recorrido y sus largos años haciendo esta actividad y ganando mucho terreno y espacio, obviamente hay momentos que cree que es una especie de dios. Por suerte la realidad se encarga de bajarlo, jajaja.
-Es como parte del juego también, ¿no? Si se controlan todas las variables se pierde la diversión.
-Claro, si pudieras controlar todo ¿cuál es el chiste? Siempre está la cosa de quiero más, y la frustración puede aparecer. Y de hecho aparece porque nunca es tal cual lo imaginaste. Había escenas de efectos especiales y de golpe no funcionaban, ¿entendés? Y de golpe estaba Di Caprio diciendo: “y si en lugar de hacer el papel así”, y todo el mundo opinando sobre cómo resolver el problema. Y también me paso un día que no tenía mi silla y pregunté dónde estaba para ir a buscarla, y me dicen: “no, no podés, sólo la gente de utilería puede tocar la silla”.
-Se habló de Una semana solos como de un ensayo. ¿Está de acuerdo con esta definición o piensa que es más bien que la película representa el espíritu de época?
-Sabía que se podía ver como un ensayo, y puse mucho trabajo en que no se convirtiera solamente en eso, que hubiera elementos que uno pudiera identificar de manera universal, que fuera más allá del fenómeno. Estoy muy conforme de la cualidad artística de la película y siento también que eso se ve. Mucha gente ha podido valorar esta cosa de observación que tiene la película y sí, creo que eso le da un espíritu de época que es lo que a mí me interesó. Por eso lo hice con chicos: me preocupa más la proyección. Nosotros tenemos herramientas para construir cosas diferentes, más allá que uno pueda elegir hacerlo o no, pero me preocupa pensar qué tipo de referentes social están armándose en la cabeza de esos chicos, cómo piensan que es el otro. Y esto en proyección a futuro, cuando además son chicos que pertenecen a una clase social que muy posiblemente tenga como lugares bastante jerárquicos enempresa o en el gobierno mismo.
-Su próximo proyecto también tiene temática adolescente. ¿Vicio o comodidad?
-Hay algo que me atrae mucho de la edad. No sé bien, en realidad tendré que hablarlo con mi psicóloga. Pero por ahora es que me siento cómoda y siento que tengo cosas para decir en relación a esa edad. Los chicos son un buen espejo de los que los rodea. También es una forma indirecta de hablar de un medio ambiente y del mundo de los adultos, aunque a través de ellos, que me parece muy rico. *
El cine es medio así”. No cualquier frase define una situación. Menos define a una persona frente a una situación. Celina Murga, directora de cine ella, lo consigue, precisamente, en la ambigüedad del “medio así”. Como buena directora, confía que el resto de la humanidad entienda lo que quiere decir a partir de un conjunto de códigos y símbolos que manejan en común. O sea que la frase no es dicha, por poner un ejemplo exagerado, a quien nunca vio cine.
“Hubo muy pocas cosas que hicimos especialmente pensando en ellas digamos no. Sí tratamos que todo el mundo tuviera mucha conciencia que era una película con chicos, y teníamos que facilitar el espacio de la actuación para ellos. Y bueno, había situaciones que por ahí desde la parte técnica no se entendían mucho porque cada uno piensa en su trabajo, porque viste que el cine es medio así.” Ahí la definición, que amplía el campo de comprensión a la vez que pone en cuestión por qué se trabaja de una manera porque en un oficio las cosas son así, o si porque se trabajá así el trabajo resulta así en una profesión.
Seguramente que no se trata más que de una película. Pero siempre es así la cosa: algo permite ver un todo; un todo que aclara algo. Así que Una semana solos, segunda película de la directora que el continuamente bien ponderado Martin Scorsese eligió entre decenas en el mundo para seguir y trabajar juntos el guión que presentó, lo que trae a cuento es la vida de unos púberes en un country que quedan una semana al cuidado de una joven mucama y la hermana mayor, que roza los quince años.
-¿Tuvieron problemas para conseguir las locaciones teniendo en cuenta el tema de la seguridad de los barios privados y countries?
-Teníamos nuestro temor. Decidimos como siempre ir con la verdad, y por eso pudimos hacer mucho casting adentro de countries también. Ahí se hablaba de lo que se habla en la película. Muchos de los padres que se acercaban a traer a sus chicos porque entendían de qué les estábamos hablando. La mayor parte de las escenas se filmaron en el country Náutico Escobar, un country muy grande que esta cerca del río. Ellos están muy acostumbrados a filmar publicidad y básicamente no les importaba más que la situación contractual. Después dónde tuvimos problemas fue en la entrada. Habíamos cerrado un preacuerdo con un country que tenía una entrada muy particular, que justo daba frente a un puente de esos que cruzan la autopista. Nos daba muy bien para la escena de la llegada del chico entrerriano. Y a último momento se fueron para atrás. Fue un verano que hubo mucha prensa en relación a los robos. Como el primer verano que la burbuja estalló y empezó a caer el velo ese falso por la falta de seguridad. Estaban muy paranoicos, y justo en ese country habían entrado a robar. Justamente la entrada era como el espacio mas vulnerable, no tanto por el contenido sino porque se sentían muy observados, con un equipo de veinte personas poniendo cámaras. Al final terminamos de filmar en un country que estaba en construcción y que lo que primero se había construido era la fachada, pero no había ninguna casa adentro.
-¿En ningún momento sintió que le estaba “robando el alma” a la gente del country?
-Posiblemente. La película está hablando de algo que no es quizás lo que más les guste escuchar. De todas maneras me sorprendió ver mucha gente, padres sobre todo, de chicos más o menos chicos de la edad de los personajes, que tenían cierto registro de lo que se estaba hablando; no les parecía algo ajeno o loco. Obviamente que yo conocía a los padres que trajeron a los chicos al casting, lo cual ya habla de una voluntad, de una apertura. Me sorprendió gratamente encontrarme con esa gente, que más allá de la elección de vida que pueden hacer tratan de encontrar formas para que los chicos se integren de alguna manera al resto de la sociedad también.
-Parecen que han sido años de enfrentarse a los prejuicios. Por un lado la película en los countries y por el otro la experiencia con martin scorsese, que hace un cine que no es el que usted tiene como modelo. ¿Qué prejuicios modofició a partir de la película y la experiencia con Scorsese?
-Con la película el más grande tiene que ver con el que la gente de los counrtries piensa y actúa toda de determinaba manera. Desde notas a un estudio sociológico, que era súper interesante pero no dejaba de ser un análisis sociológico. Estar en contacto con esas personas me hizo ver la diversidad y ver como en diferentes personas hay diferentes grados y formas, como hay gente que está negando totalmente la realidad o la posible cuestión social que implica vivir en un country, y otra que estaba observando eso e intentando generar herramientas o experiencias diferentes. Hay como un amplio abanico de familias y de configuraciones familiares. Y sentí que era importante hacerlo antes de hacer la película porque era importante que la película no estuviera dominada por mi prejuicio.
-¿Le generó alguno nuevo?
-Confirmé que nunca me iría a vivir a un country. Estaba con mi hijo chiquito viviendo cerca, así que imaginate que salía del country donde filmaba, hacia diez quilómetros por la Panamericana y entraba a otro país a dormir. No podía cortar, estaba todo el tiempo con los elementos de la película. Me sentía asfixiada, y obviamente era al aire libre.
-¿Y con Scorsese?
-Con él desmitifiqué esa idea tan tonta que tenemos que por que son una gran industria tienen todo resuelto, mecanizado, y para nada es así. De hecho me encantó descubrir como si bien todas las cabezas de equipo, que eran como imaginate ganadores del Oscar y toda la pindonga, había una forma de trabajar, más allá de la estructura de producción que obviamente era una cosa descomunal y totalmente fuera de escala para nosotros, en la que cada uno aportaba desde su lugar con mucha pasión. Esa cosa que tiene el cine que a mi me encanta, que en la mejor de las situaciones es como un grupo de chicos jugando, porque tiene una cosa muy lúdica. Y generalmente eran como chicos de cinco años pero con sus herramientas de grandes. Y está buenísimo verlo. No había una cosa mecanizada en el sentido de algo frió, despojado, sin sensibilidad. Y problemas hubieron muchísimos, los mismos que tenemos nosotros. Cámaras que se rompen, laboratorios que te rayan negativos. Y ni hablar de la lluvia y los problemas de tiempo. Tienen esa fantasía de control absoluto, porque el lugar del director es un lugar que tiene el control. Todos los directores tenemos esa voluntad de control. Imagínate que con todo su recorrido y sus largos años haciendo esta actividad y ganando mucho terreno y espacio, obviamente hay momentos que cree que es una especie de dios. Por suerte la realidad se encarga de bajarlo, jajaja.
-Es como parte del juego también, ¿no? Si se controlan todas las variables se pierde la diversión.
-Claro, si pudieras controlar todo ¿cuál es el chiste? Siempre está la cosa de quiero más, y la frustración puede aparecer. Y de hecho aparece porque nunca es tal cual lo imaginaste. Había escenas de efectos especiales y de golpe no funcionaban, ¿entendés? Y de golpe estaba Di Caprio diciendo: “y si en lugar de hacer el papel así”, y todo el mundo opinando sobre cómo resolver el problema. Y también me paso un día que no tenía mi silla y pregunté dónde estaba para ir a buscarla, y me dicen: “no, no podés, sólo la gente de utilería puede tocar la silla”.
-Se habló de Una semana solos como de un ensayo. ¿Está de acuerdo con esta definición o piensa que es más bien que la película representa el espíritu de época?
-Sabía que se podía ver como un ensayo, y puse mucho trabajo en que no se convirtiera solamente en eso, que hubiera elementos que uno pudiera identificar de manera universal, que fuera más allá del fenómeno. Estoy muy conforme de la cualidad artística de la película y siento también que eso se ve. Mucha gente ha podido valorar esta cosa de observación que tiene la película y sí, creo que eso le da un espíritu de época que es lo que a mí me interesó. Por eso lo hice con chicos: me preocupa más la proyección. Nosotros tenemos herramientas para construir cosas diferentes, más allá que uno pueda elegir hacerlo o no, pero me preocupa pensar qué tipo de referentes social están armándose en la cabeza de esos chicos, cómo piensan que es el otro. Y esto en proyección a futuro, cuando además son chicos que pertenecen a una clase social que muy posiblemente tenga como lugares bastante jerárquicos enempresa o en el gobierno mismo.
-Su próximo proyecto también tiene temática adolescente. ¿Vicio o comodidad?
-Hay algo que me atrae mucho de la edad. No sé bien, en realidad tendré que hablarlo con mi psicóloga. Pero por ahora es que me siento cómoda y siento que tengo cosas para decir en relación a esa edad. Los chicos son un buen espejo de los que los rodea. También es una forma indirecta de hablar de un medio ambiente y del mundo de los adultos, aunque a través de ellos, que me parece muy rico. *
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