Foto: Olivera, psicólogo y director de un proyecto que ya lleva 13 años.
El especial Colifata TV, que emitió Telefé, evidenció un modo distinto de enfocar el tema de la locura. Pero aún queda mucho por hacer.
Por Julián Gorodischer
“No tengo que creérmela...”, repite un interno por estos días. Es el extraño desembarco de la fama repentina también en el hospital psiquiátrico, allí donde familiares y amigos aparecen muchos años después para redescubrir al loco. La secuela del especial Colifata TV (emitido por Telefé, con doce puntos de rating) no tarda en llegar: el interno firma autógrafos a la salida. “Pudimos construir recursos para afrontar la visibilidad de golpe –dice Alfredo Olivera, psicólogo y director del proyecto–. Hay gente que los llama después de muchísimos años, y puede haber cierto recelo. ¿Por qué me llamás ahora?” Desde el principio, Olivera (junto a Pedro Saborido) ideó los modos de salirse de la oleada de TV marginal, esa satisfacción de la tele de 2003 por incluirse entre locos, presos o prostitutas con el orgullo de estar pasando al otro lado.
¿El resultado? Un especial de TV (que tendrá continuidad tres o cuatro veces en 2004) elogiado por la ortodoxia y la progresía de la psiquiatría. En el programa se vio el costado menos escandaloso de la vida en el encierro: un simulacro de votación que consagró a Kirch-ner como Presidente, los testimonios de internos sobre su vida cotidiana, sus opiniones sobre cine, sus deseos para el futuro. Una persona en el lugar que habitualmente ocupa la extravagancia de un personaje. De pronto el halago fue unánime: desde el ministro de Cultura hasta el programador de Telefé se fijaron en un trabajo de trece años de historia. Pero más allá de esa conveniente adhesión después de la emisión masiva, La Colifata no recibe apoyo económico ni del Hospital Borda ni del Estado. Pese a ayudar a la cura y evitar, en muchos casos, la reinternación, nadie consideró su inclusión en un presupuesto fijo. “Si este año yo no consigo financiamiento regular –denuncia Olivera–, no sé qué vamos a hacer.”
–El especial de TV corona un año en el que la tele parece haberse enamorado de la crónica de la marginalidad.
–No me gusta que el destino se emperre en ponernos después de Sol negro, porque nunca fue la idea entrar en una lógica de competencia. La Radio La Colifata ya pasó muchas veces el riesgo de farandulización de la experiencia, y siempre antepusimos la apuesta a la dignidad y la creencia en que cualquier ser puede aportar algo y brillar con su propia luz. La tele inventa modas, las eleva, se las devora, y luego la deja en el olvido. Acá estamos trabajando con personas, y para esas personas.
–El psicoanalista Germán García comparaba a Sol negro, por ejemplo, con un manual de psiquiatría del siglo XVIII...
–Estuvo basado en una mirada de los manicomios de dos siglos atrás. Había personajes centrales y de fondo estaba el loco como estereotipo social: gente cuasi idiota pidiendo “me da un cigarrillo”. Pero no creo que los autores hayan querido joder a quien sufre psíquicamente. Tal vez sea cierto que una persona que está cuarenta años encerrada ve su mundo empobrecido. El manicomio, a largo plazo, produce idiotismo.
–¿Y qué pasa con el interno-famoso después del programa de TV?
–En este momento hay que contener a los internos, acompañarlos, y generar espacios para hablar de esto que nos toca vivir. Decidimos que no irán a ningún programa posterior, para cuidarlos de la sobreexposición. En la tele, la locura puede ser presentada como un espectáculo, para ofrecer un espejo en el que vemos algo de nosotros mismos pero que a la vez nos captura por lo obsceno de la imagen. Nuestra incursión en la TV, en cambio, fue pensada para intervenir sobre el estigma social que carga la locura. Nadie tiene que salir dañado.
–Es una paradoja fuerte el desfasaje entre el elogio a la experiencia de La Colifata y la falta de apoyo.
–Estamos en un desastre económico: somos famosos, conocidos, participamos en un montón de congresos, recibimos infinidad de premios pero hoy no recibimos financiamiento de nadie. Aparecen donaciones de lugares poco usuales: un grupo de periodistas, el ex jugador Oscar Ruggeri, el colectivo de Manu Chao. Hoy salimos en Telefé, nos ven millones de personas, nos hacen buenas críticas, pero no tenemos dinero. Solamente recibo ayuda de la Asociación Ashoka, que premia a emprendedores con ideas innovadoras.
–¿Qué argumentos recibe por la falta de apoyo?
–En trece años de trabajo, el hospital nunca nos ayudó económicamente ni nos dio un espacio físico para poder trabajar. La Colifata tuvo reconocimientos en congresos, no solamente el Martín Fierro, pero seguimos trabajando al aire libre. Las autoridades lo pensaron como algo amenazante, o trataron de apropiárselo, y después nos dejaron seguir trabajando con independencia pero sin facilitar nada. Ahora, cuando llama un ministro para felicitar, se dan cuenta de que es bueno para el Borda.
–Para Telefé el especial implicó una facturación considerable. ¿No ofreció ayuda?
–Si el canal de televisión colaborara, estaríamos contentísimos. Pero no se habló nada en tal sentido.
–¿Cuáles son las urgencias?
–Hoy me preguntaba cuán legítimo era publicar ahora nuestra lista de necesidades. ¿No es un golpe bajo? Pero la gente lo pregunta, y nosotros necesitamos ayuda. Es legítimo contar el modo en que cada uno puede ayudar a construir La Colifata: necesitamos nuevos profesionales, ayuda de empresas para poder terminar nuestro estudio en el Borda, y sobre todo un presupuesto mensual o anual. Hacer La Colifata nos cuesta 1200 pesos mensuales.
Fuente: Página 12
El especial Colifata TV, que emitió Telefé, evidenció un modo distinto de enfocar el tema de la locura. Pero aún queda mucho por hacer.
Por Julián Gorodischer
“No tengo que creérmela...”, repite un interno por estos días. Es el extraño desembarco de la fama repentina también en el hospital psiquiátrico, allí donde familiares y amigos aparecen muchos años después para redescubrir al loco. La secuela del especial Colifata TV (emitido por Telefé, con doce puntos de rating) no tarda en llegar: el interno firma autógrafos a la salida. “Pudimos construir recursos para afrontar la visibilidad de golpe –dice Alfredo Olivera, psicólogo y director del proyecto–. Hay gente que los llama después de muchísimos años, y puede haber cierto recelo. ¿Por qué me llamás ahora?” Desde el principio, Olivera (junto a Pedro Saborido) ideó los modos de salirse de la oleada de TV marginal, esa satisfacción de la tele de 2003 por incluirse entre locos, presos o prostitutas con el orgullo de estar pasando al otro lado.
¿El resultado? Un especial de TV (que tendrá continuidad tres o cuatro veces en 2004) elogiado por la ortodoxia y la progresía de la psiquiatría. En el programa se vio el costado menos escandaloso de la vida en el encierro: un simulacro de votación que consagró a Kirch-ner como Presidente, los testimonios de internos sobre su vida cotidiana, sus opiniones sobre cine, sus deseos para el futuro. Una persona en el lugar que habitualmente ocupa la extravagancia de un personaje. De pronto el halago fue unánime: desde el ministro de Cultura hasta el programador de Telefé se fijaron en un trabajo de trece años de historia. Pero más allá de esa conveniente adhesión después de la emisión masiva, La Colifata no recibe apoyo económico ni del Hospital Borda ni del Estado. Pese a ayudar a la cura y evitar, en muchos casos, la reinternación, nadie consideró su inclusión en un presupuesto fijo. “Si este año yo no consigo financiamiento regular –denuncia Olivera–, no sé qué vamos a hacer.”
–El especial de TV corona un año en el que la tele parece haberse enamorado de la crónica de la marginalidad.
–No me gusta que el destino se emperre en ponernos después de Sol negro, porque nunca fue la idea entrar en una lógica de competencia. La Radio La Colifata ya pasó muchas veces el riesgo de farandulización de la experiencia, y siempre antepusimos la apuesta a la dignidad y la creencia en que cualquier ser puede aportar algo y brillar con su propia luz. La tele inventa modas, las eleva, se las devora, y luego la deja en el olvido. Acá estamos trabajando con personas, y para esas personas.
–El psicoanalista Germán García comparaba a Sol negro, por ejemplo, con un manual de psiquiatría del siglo XVIII...
–Estuvo basado en una mirada de los manicomios de dos siglos atrás. Había personajes centrales y de fondo estaba el loco como estereotipo social: gente cuasi idiota pidiendo “me da un cigarrillo”. Pero no creo que los autores hayan querido joder a quien sufre psíquicamente. Tal vez sea cierto que una persona que está cuarenta años encerrada ve su mundo empobrecido. El manicomio, a largo plazo, produce idiotismo.
–¿Y qué pasa con el interno-famoso después del programa de TV?
–En este momento hay que contener a los internos, acompañarlos, y generar espacios para hablar de esto que nos toca vivir. Decidimos que no irán a ningún programa posterior, para cuidarlos de la sobreexposición. En la tele, la locura puede ser presentada como un espectáculo, para ofrecer un espejo en el que vemos algo de nosotros mismos pero que a la vez nos captura por lo obsceno de la imagen. Nuestra incursión en la TV, en cambio, fue pensada para intervenir sobre el estigma social que carga la locura. Nadie tiene que salir dañado.
–Es una paradoja fuerte el desfasaje entre el elogio a la experiencia de La Colifata y la falta de apoyo.
–Estamos en un desastre económico: somos famosos, conocidos, participamos en un montón de congresos, recibimos infinidad de premios pero hoy no recibimos financiamiento de nadie. Aparecen donaciones de lugares poco usuales: un grupo de periodistas, el ex jugador Oscar Ruggeri, el colectivo de Manu Chao. Hoy salimos en Telefé, nos ven millones de personas, nos hacen buenas críticas, pero no tenemos dinero. Solamente recibo ayuda de la Asociación Ashoka, que premia a emprendedores con ideas innovadoras.
–¿Qué argumentos recibe por la falta de apoyo?
–En trece años de trabajo, el hospital nunca nos ayudó económicamente ni nos dio un espacio físico para poder trabajar. La Colifata tuvo reconocimientos en congresos, no solamente el Martín Fierro, pero seguimos trabajando al aire libre. Las autoridades lo pensaron como algo amenazante, o trataron de apropiárselo, y después nos dejaron seguir trabajando con independencia pero sin facilitar nada. Ahora, cuando llama un ministro para felicitar, se dan cuenta de que es bueno para el Borda.
–Para Telefé el especial implicó una facturación considerable. ¿No ofreció ayuda?
–Si el canal de televisión colaborara, estaríamos contentísimos. Pero no se habló nada en tal sentido.
–¿Cuáles son las urgencias?
–Hoy me preguntaba cuán legítimo era publicar ahora nuestra lista de necesidades. ¿No es un golpe bajo? Pero la gente lo pregunta, y nosotros necesitamos ayuda. Es legítimo contar el modo en que cada uno puede ayudar a construir La Colifata: necesitamos nuevos profesionales, ayuda de empresas para poder terminar nuestro estudio en el Borda, y sobre todo un presupuesto mensual o anual. Hacer La Colifata nos cuesta 1200 pesos mensuales.
Fuente: Página 12
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