Recién llegado de Turquía, después que su película ganara el mejor de los galardones, Sergio Pángaro vuelve a los escenarios argentinos importando algunas peculiares tradiciones.
“Además de destacarse por su finura y elegancia, un verdadero dandy se distingue por su originalidad”, cuenta el escritor Robert Greene en su máximo manifiesto, El arte de la seducción. Sergio Pángaro cuadra perfectamente en la definición: siempre de traje, con una copa entre sus dedos, relata pausadamente sus peculiares aventuras de bon vivant. Su originalidad se luce de variadas formas: en su carrera como músico -cultor del bolero, el swing, y el mambo, al frente del grupo Baccarat- y ahora en su rol protagónico actoral. Trasladando al escenario sus variadas experiencias, este hijo adoptivo de La Plata, bien supo combinar su amor por la canción con el séptimo arte.
Dirigido por la dupla Cohn-Duprat, Pángaro supo brillar como protagonista de El Artista, un filme que ya cosecho éxitos en Roma, Toulouse y Cataluña. La semana pasada, tras viajar a Turquía, el músico atestiguó dos grandes reconocimientos sobre la obra: obtuvo los premios a mejor película y mejor guión. Sin mejores excusas, hablamos con Pángaro, sobre sus nuevas experiencias y su peculiar traslado a la música…
-¿Qué podés contarnos de tu viaje a Turquía?
-Viajamos para presentar El Artista en un festival de cine. Junto a nuestra numerosa comitiva, primero visitamos Estambul, la puerta de oriente, en donde nos fascinamos con las atracciones de la mezcla de este mundo con el occidental. Luego fuimos al festival, en Bursa, donde ganamos el premio a la mejor película y mejor guión, significando esto que la pasaran a formato televisivo para emitirla.
-¿Cómo te relacionaste con los turcos?
En la entrega de premios, la gente arengaba por ¡El Artista! ¡El Artista! , pero mucho no entendíamos, porque lo hacían en turco. Cuando ganamos la terna, sólo entendimos la palabra “artista” (cuenta resaltando la modulación de la R). Los turcos nos trataron muy bien, son muy afectivos y predispuestos a la comunicación. Se las arreglaban a charlar con nosotros en inglés, y personalmente me resulto más fácil conversar con ellos que con cualquier yankee. Las palabras la pronunciaban como yo, articulando con mucho énfasis cada una.
-¿Pudiste cantar en algún escenario turco?
-Sí, en una cena donde nos cruzamos con una banda instrumental a la que explicamos que éramos parte de una comitiva argentina que venía a presentar una película. Con ella convenimos tocar un tema que supieran. Finalmente cante O sole mío. Como El Artista fue hecha en co-producción con Italia, me pareció propio hacer esa página inmortal italiana. Fue un gesto que, al menos, demostró la buena energía que había entre todos.
-¿Cuáles son tus planes musicales inmediatos?
-Estamos preparando el show de fin de año con Baccarat, que empezará a presentarse en La Ideal (Suipacha 384) el 2 de diciembre. Esta vez propondremos una subasta. En este viaje llamó mi atención el modo en que los turcos toman el comercio: como un arte, casi como una escuela de conocimiento. Hablo de una cuestión casi filosófica previa al capitalismo, no materialista en los términos que estamos acostumbrados. Los tipos no tienen esa idea capitalista de triunfalismo, sino que toman el comercio como un modo de vida y conocimiento de los demás, no para acumular, ni para engañar al otro, sino como un juego de vida. Valoran mucho el regateo, el discutir el precio de las cosas como un deporte, como un mecanismo de valoración. Se sienten decepcionados si vos aceptas el primer precio que te dan. Ver todo esto me puso a investigar. Se me ocurrió ver de que manera podríamos trasladar esto al escenario, la valoración de los objetos, y llevarlo al plano artístico. Hay diferentes tipos de subasta que pondremos en práctica durante nuestros shows, expondremos objetos de Baccarat a diferentes métodos de valoración para ver cómo reacciona la gente. Será como un juego. Como jugar al estanciero.
Federico Valenti
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