lunes, 21 de diciembre de 2009

"La relación entre el hombre y la mujer es el gran tema"

Miguel Angel Rodríguez

Protagonizará "El Cavernícola", el unipersonal que ya triunfó en varios países y que indaga en la intimidad de la pareja. Dice que tenía ganas de estar solo en escena y está confiado en la dirección de Lía Jelín. Además, trabajó en cine con la Cucinotta y con Geraldine Chaplin, y también vuelve a la televisión.

Profesionalismo y buen humor. Miguel Angel Rodríguez tiene esas dos cartas de presentación, siempre a mano. Y por eso, todo alrededor de él parece fluir espontáneamente. Los años de trabajo detrás de cámaras, como productor y director, lo alejaron de cualquier divismo y le imprimieron a su carrera de actor la impronta de laburante. Ahora, a poco de estrenar el unipersonal El cavernícola de Rob Becker (el 7 de enero, en el Multiteatro, dirigido por Lía Jelín), en Rodríguez no hay contradicción entre el hombre de impecable traje que llega puntualísimo a la entrevista y el tipo de barrio que se regocija contando su nueva experiencia. Mientras tanto, no puede evitar meter bocadillos cada diez minutos.


¿Es la primera vez que hacés un unipersonal?

Hace tiempo que tenía ganas de estar solo en el escenario y me encanta como desafío. Además, no tenés problemas de cartel, de horarios, es mucho más práctico (risas). Estando solo es más esfuerzo porque todo depende de vos; si te equivocás, la remontás solo. Pero este tipo de obra te permite sentir al público más cerca y eso es algo que siempre quise: tener de partenaire al público. Pero encontrar un libro no es fácil. Y esta obra me la propusieron Bruno Pedemonti y Eloísa -su mujer- que son los productores. Ya recorrió más de 30 países y me gustó la idea. Así que agarré viaje.

La obra está centrada en tratar de desentrañar las dificultades que plantea toda relación entre hombres y mujeres, ¿no es cierto?

Sí, y lo hace de una manera muy original con este personaje que es un hombre de la época de las cavernas que va y viene en el tiempo con sus reflexiones, super interesantes, y con un enfoque humorístico. Es muy gracioso cómo muestra el principio de la relación entre el hombre, cazador, y la mujer, recolectora. La obra está adaptada por la directora Lía Jelín y Eduardo Morales, que es un actor que la estuvo representando hasta hace muy poco.

¿Cuál es la diferencia que el espectador puede encontrar entre la versión de Morales y la tuya?

En mi caso, creo, buscaron un actor más popular que pueda representar esta historia como alguien más cercano, identificable para el hombre común. Con Lía lo charlamos bastante y llegamos a la conclusión que lo mejor era hacer el personaje más como Miguel Angel, respetando el libro, obviamente, pero con mis aditamentos. Y por eso, aparecen cosas que tienen que ver con mi generación (tengo 49 años) que están muy presentes. Como la relación con mi abuelo (en los años '70), que era la imagen paterna más fuerte que yo tenía porque mi viejo estaba todo el día afuera laburando. Me acuerdo perfecto de mi abuelo afeitándose, pasándose la piedra pómez, vistiéndose de traje, los domingos, para sentarse a la mesa a la hora de almorzar.

Teniendo en cuenta el tema que toca la obra, habrá muchas parejas que se sentirán identificadas y otras que entrarán en polémica.

Totalmente. El cavernícola es un espectáculo para todo público, y para la pareja: ideal. Es que la relación hombre y mujer es el gran tema. Me parece que todas las obras que se meten con esta cuestión funcionan porque es inagotable. Uno siempre se queda con dudas y tal vez eso es lo más interesante: que esas dudas no tengan solución.

Y por eso, los encuentros y desencuentros son inevitables.

Tal cual. Mirá, la metáfora más importante de la relación es el sexo: la mujer tiene noventa zonas erógenas, y el hombre, una. Ahí empiezan las confusiones. El hombre resuelve más rápido, no tiene tantas palabras: usa 2.000 palabras y la mujer, 5.000. Imaginate: el tipo llega a la casa y ya gastó las 2.000 palabras pero a la mujer todavía le quedan otras 3.000 y las quiere decir con su marido (risas). Es terrible. Por eso, lo que me interesa es que la gente salga del teatro, la pase bien, y reflexione, que se pueda dar cuenta de como empezó todo y porqué estamos donde estamos.

Entusiasmado con la idea de compartir y debatir el tema con el público, Rodríguez sigue reflexionando. "La cuestión es encontrar la fórmula del equilibrio. Porqué algunas parejas funcionan mejor que otras es el gran misterio. Y el tiempo es otro tema. Imaginate: yo llevo 23 años de casado, más 6 de novio: hacé la cuenta. Por suerte, con Maribel, mi mujer, hablamos muy claro. Si no haces eso, después de tanto tiempo, se torna insostenible. Porque te digo, tanto tiempo es un poco contra natura. Lo que pasa es que tenemos una cultura que nos impuso eso. Y desde hace algunas generaciones para acá, buscamos salir de la mejor manera posible porque no se usa más lo de tirarse los platos por la cabeza. Tampoco hay que llegar a eso porque la pareja está siempre en crisis. Yo, este año, por ejemplo, permanecí mucho tiempo en mi casa porque tuve menos laburo y mi mujer fue la que trabajo más. Y eso es fuente de más conflictos: hay hombres que no se lo bancan o no saben apreciar el éxito del otro. Pero hay que saber compartir: por suerte yo no tengo problemas, no tengo el ego tan desarrollado. Se trata de aprender todo el tiempo, de respetar y compartir los mundos".

¿Qué otras grandes diferencias separan esos mundos?

Las mujeres tienen muchas conexiones entre los hemisferios de su cerebro y pueden hacer muchas cosas a la vez. En cambio, al hombre no le pidas más de una. Por eso, estás leyendo el diario y ponés el dedo para detenerte y hablar. O bajás la radio del auto para buscar el nombre de una calle (risas). Es automático. El hombre es básico y tiene otra manera de expresarse. Las minas no pueden entender que uno se vaya a pescar con un amigo y no hable. No lo pueden creer. La mina recolecta mucha información y el tipo nada. La mujer, en el shopping, entra en un mundo psicodélico de texturas, colores, y el tipo no se banca más de diez minutos. Y ella se prueba cosas y te pregunta diez veces cómo le queda. Vos le decís: bárbaro. Pero no te cree.

Fuiste asistente, director, productor. ¿Eso te pone en otro lugar para tu trabajo de actor?

Hice de todo. Conozco los das caras de la cosa. Por eso mi escuela es otra. Me hubiera gustado aprender y formarme en el Conservatorio, claro. Pero es más intuitivo lo mío, es más desde adentro. También es válido, no hay fórmulas. Yo no soy de esos actores a los que no les gusta verse. A mí me encanta lo que hago, me gusta, me parece que salgo bien pero nunca pienso, por eso, que me va a salir de taquito. A algunos colegas se los come el personaje. Yo laburo de actor. Tenés que jugar a que sos, pero no sos. Como dice Jorge Marrale, el personaje siempre tiene que ir dos cuadras atrás. Porque sino, sonaste. Y ni hablemos de los mediáticos. Creo que hay que entender que este medio es un sube y baja. A mí me encanta el contacto con la gente en la calle, no me jode para nada que me saluden. Todo lo que hago me encanta, me parece que estoy genial, yo me miro y me causa gracia (se ríe). Porque ésa es otra cosa. Si no tenés ganas de que te saluden, te quedás en tu casa. Yo no lo sufro. Sino, ¿para qué elegiste esta profesión?

Se viene un año con teatro, televisión y cine. ¿Cómo hacés para compatibilizar con la familia?

Son etapas. Al principio tengo la cabeza partida en 20 mil porciones pero después se acomoda. Pero a mí me gusta este vértigo. Por suerte, mis hijos ya están grandes, tienen 13 y 11 y compartimos mucho. Me encantaría que fueran actores, hacer algo los tres juntos. Pero sin presiones para que no carguen con una mochila. Me gustaría que estuvieran seguros de su oficio y de quiénes son, como me pasa a mí.

Fuente: Clarín

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