Arte bajo tierra / En la estación Pellegrini de la línea B
La obra del artista Pablo Siquier tiene 600 baldosas de 20 x 20 cm
Cynthia Palacios
LA NACION
"Estar aquí es especial para cualquier artista... Por razones obvias, ya que por aquí pasan más de un millón de personas por día y por razones personales, porque de chico quería pintar óleos sobre los túneles del subte", confesó Pablo Siquier. Unos minutos después, descubriría su mural "0908" en la estación Carlos Pellegrini de la línea B.
Aunque se trata del mural número 23 que el Programa Subte Vive, de Metrovías, inaugura bajo tierra desde 1997, el suyo será el primero que recorre una columna: es un prisma en base triangular, dividido en tres partes continuas -una de cinco metros y dos de cuatro metros-, que permite recorrerlo por completo y ser disfrutado en tres dimensiones.
Son unas 600 baldosas de 20 por 20 centímetros con diseños geométricos, que juntas componen el enorme mural de 36 metros cuadrados.
"El eligió la estación -confió el jefe de Gestión Cultural de Metrovías, José Romero, refiriéndose a Siquier-. Es muy especial para nosotros, porque se trata de un mural representativo, que él hizo especialmente para este lugar."
La obra, de color azul oscuro sobre un fondo casi blanco, comprende un diseño digital que el artista realizó para la ocasión. Tiene un tamaño aproximado de quince metros de largo, y está inspirada en un concepto geométrico.
La inauguración tenía un sabor especial: el subte porteño festejó ayer sus 96 años. Estaban presentes en el acto el gerente general de Metrovías, Ricardo Sargiotto, y el presidente del grupo Roggio, al que pertenece la empresa, Aldo Roggio.
Por eso todo tenía gusto a porteñidad. Siquier pensó un diseño absolutamente propio de la ciudad y no podía ser emplazado en un lugar más típico de Buenos Aires: justo debajo del Obelisco, símbolo por excelencia de la ciudad, en el vestíbulo de la estación Carlos Pellegrini, de la línea B, que combina con las líneas C y D.
El primero fue de Florencio Molina Campos y siguieron murales de Fernando Allievi, Andrés Compagnucci, Carlos Páez Vilaró, Hermenegildo Sabat, Luis F. Benedit, Santiago García Sáenz, Horacio Altuna, Josefina Robirosa, Luis Felipe Noé, Rogelio Polesello y Quino.
En la mayoría de los casos, las obras de los consagrados artistas cobran vida gracias a la tarea de un equipo de ceramistas que, encabezado por Teodolina García Cabo, traducen la obra en cientos de baldosas de 20 por 20 centímetros que pintan y hornean y que luego son rearmados tierra abajo, como un rompecabezas gigante.
La curadora del programa Nuevos Murales, Mercedes Casanegra, subrayó a LA NACION la importancia de esta obra porque es la segunda representante del arte contemporáneo, "junto con la de Compagnucci", explicó.
El que se termina fue un gran año para Siquier. Para el edificio histórico Los Molinos en Puerto Madero, que remodeló el grupo Faena, realizó dos murales de 13 x 13 metros, y obtuvo un reconocimiento por su participación en Casa FOA 2009.
Siquier es uno de los representantes más originales y prestigiosos de la generación porteña surgida a mediados de los 80. "Mi mural vuelve al lugar de donde surgió, que es la ciudad", dijo el artista.
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