El grupo nació en 1994 en Haedo e incursionó desde el rock, el hardcore o el rap, hasta el funk o reggae. Aquí sus integrantes (Martín Millán, Pablo Romero, Sebastián Bianchini y Hernán Bruckner)grabando el video de No me etiquetes.
HORA DE SACUDIRSE LAS ETIQUETAS Y PREJUICIOS
Pionero del rock alternativo de una década atrás, el grupo conoció el éxito masivo y las primeras críticas de la prensa. Pero sigue adelante aquí y en México.
Por Marcelo Fernández Bitar
Tanto en sus comienzos con shows legendarios en Haedo, como así también en su época de inesperada popularidad masiva, el grupo Árbol siempre consiguió mantener como constante la fuerza de sus recitales y la original y sorprendente mezcla de instrumentos y ritmos, capaces de abarcar desde el rock y el hardcore hasta el rap y la chacarera.
Hoy, con la reciente edición de su séptimo álbum, No me etiquetes, Árbol vuelve a reinventarse y consigue recorrer distintos estilos musicales, mientras las letras oscilan entre la nostalgia por el viejo barrio del suburbio y una mirada irónica hacia el mundo teen.
Algunos críticos de rock, sin embargo, no parecen haber percibido el guiño y el primer single, “El sábado en Ramos”, fue calificado con dureza. “El riesgo es que haya una lectura lineal, pero el que busque de qué va la canción verá que es algo irónico”, dice el baterista de la banda, Martín Millán. Su compañero Sebastián Bianchini (bajo y voz) relaciona estas objeciones –pequeñas, sin gran eco y de un mundo ciertamente elitista– con aquellas que tuvieron al irrumpir con éxito de alcance nacional gracias a hit “Pequeños sueños”, en 2004.
“Creo que todo eso tiene que ver con el concepto mismo de No me etiquetes, porque hace un par de años nos empezamos a dar cuenta de la cantidad de chicos jóvenes que venían a vernos, que ocurrió de la mano de un proceso casi universal: con un montón de bandas empezaron a ir los chicos con sus viejos. Ya el rock cumplió 40 años y se convirtió en algo que trasciende las generaciones, amén de lo que cada banda proponga. Y si hacemos música para los chicos jóvenes, y además van a ir con los padres, buenísimo, bienvenidos sean, aunque quizás hay un estereotipo rockero de escaparle a eso, o esté mal visto el público infantil en el rock”, concluye Bianchini.
–En el tema “El viaje de mi vida” hablan de un grupo de rock de gira y parece que se refiere a un viaje de egresados a Bariloche.
Martín: –¡En realidad es sobre un viaje a Bariloche! Hay una cosa que nosotros decimos y comentamos, que es que ese espíritu barilochense que se da en nuestras giras. Nosotros, por ahí, tenemos el atrevimiento de contarlo, mientras que otras bandas tal vez no lo dicen.
Sebastián: –La clave de No me etiquetes es que no se trata de una crítica si nos dicen que nuestro público es joven. Tiene muchas lecturas, donde la más obvia es la referencia a la mezcla de estilos musicales que venimos haciendo. No soy alternativo, no hago baladas, no soy punk. ¡Soy todo eso!
–“Volveré a mi barrio”, en cambio, no es nada teen, sino una reflexión adulta con nostalgia.
Sebastián: –Una lectura es que el barrio se está perdiendo por el avance de la ciudad. El barrio como fisionomía, como concepto, como lugar de vecinos conviviendo y chicos jugando a la pelota. Desaparece el almacén y llegan los supermercados.
Hernán Bruckner: –Hasta estuvo dando vueltas la idea de que todo el disco hablara del barrio, y ésta fue una de las canciones que quedó de todo eso. Otra es “El sábado en Ramos”.
Sebastián: –El concepto final del álbum se definió cuando Pablo Romero se “autopropuso” productor; primero lo discutimos bastante, porque significaba ser integrante y productor a la vez, pero nos convenció el día que describió su idea general de tener un tono optimista en un momento de crisis económica, climática y política. Que haya letras irónicas y críticas, pero con la energía musical bien arriba. Quizá por eso es más arriba que Hormigas, el disco anterior.
–¿Cómo fue el resultado de Hormigas?
Hernán: –Fuimos por primera vez al Vive Latino, en México, donde nos sorprendió que la gente conociera las canciones viejas y de Hormigas. Fue muy gratificante. Y luego pudimos ir al festival Rock al Parque en Colombia, otra gran experiencia.
Sebastián: –Toda la actividad previa a este disco fue muy importante; hasta hicimos una sala propia en la Capital, un paso importante.
Martín: –Fueron dos viajes intercalados con el teatro Ópera de un año atrás. También tocamos mucho por el país, como siempre, por el interior, en fechas propias, fiestas locales o festivales.
Carrera con cambios y permanencia
A lo largo de quince años de carrera, Árbol sobrevivió las crisis económicas del país, los vaivenes del gusto de las radios y también dos partidas importantes. Primero, casi en sus comienzos, se fue el primer baterista, Matías “Chávez” Méndez, y hace apenas dos años se fue Eduardo Schmidt, quien en vivo se alternaba la primera voz con Pablo Romero.
La permanencia y la continuidad se fue dando con la incesante actividad en vivo, con shows que siempre sorprendieron por la fuerza y energía desatada arriba y abajo del escenario. A la par, los discos fueron retratando cada paso con canciones que hoy integran un repertorio poderoso, tanto el lejano Jardín frenético de 1997 como el excelente Chapusongs de 2002, y el valiente Hormigas que siguió a la partida de Schmidt. Según Martín Millán: “Somos un grupo con un espíritu de reinventarnos todo el tiempo y disco a disco. Es un espíritu de mutar mucho, pero siempre tiene que ver con la energía y la musicalidad, con mezclar cosas que quizás otros no se atreven o no pueden”.
Fuente: Crítica
HORA DE SACUDIRSE LAS ETIQUETAS Y PREJUICIOS
Pionero del rock alternativo de una década atrás, el grupo conoció el éxito masivo y las primeras críticas de la prensa. Pero sigue adelante aquí y en México.
Por Marcelo Fernández Bitar
Tanto en sus comienzos con shows legendarios en Haedo, como así también en su época de inesperada popularidad masiva, el grupo Árbol siempre consiguió mantener como constante la fuerza de sus recitales y la original y sorprendente mezcla de instrumentos y ritmos, capaces de abarcar desde el rock y el hardcore hasta el rap y la chacarera.
Hoy, con la reciente edición de su séptimo álbum, No me etiquetes, Árbol vuelve a reinventarse y consigue recorrer distintos estilos musicales, mientras las letras oscilan entre la nostalgia por el viejo barrio del suburbio y una mirada irónica hacia el mundo teen.
Algunos críticos de rock, sin embargo, no parecen haber percibido el guiño y el primer single, “El sábado en Ramos”, fue calificado con dureza. “El riesgo es que haya una lectura lineal, pero el que busque de qué va la canción verá que es algo irónico”, dice el baterista de la banda, Martín Millán. Su compañero Sebastián Bianchini (bajo y voz) relaciona estas objeciones –pequeñas, sin gran eco y de un mundo ciertamente elitista– con aquellas que tuvieron al irrumpir con éxito de alcance nacional gracias a hit “Pequeños sueños”, en 2004.
“Creo que todo eso tiene que ver con el concepto mismo de No me etiquetes, porque hace un par de años nos empezamos a dar cuenta de la cantidad de chicos jóvenes que venían a vernos, que ocurrió de la mano de un proceso casi universal: con un montón de bandas empezaron a ir los chicos con sus viejos. Ya el rock cumplió 40 años y se convirtió en algo que trasciende las generaciones, amén de lo que cada banda proponga. Y si hacemos música para los chicos jóvenes, y además van a ir con los padres, buenísimo, bienvenidos sean, aunque quizás hay un estereotipo rockero de escaparle a eso, o esté mal visto el público infantil en el rock”, concluye Bianchini.
–En el tema “El viaje de mi vida” hablan de un grupo de rock de gira y parece que se refiere a un viaje de egresados a Bariloche.
Martín: –¡En realidad es sobre un viaje a Bariloche! Hay una cosa que nosotros decimos y comentamos, que es que ese espíritu barilochense que se da en nuestras giras. Nosotros, por ahí, tenemos el atrevimiento de contarlo, mientras que otras bandas tal vez no lo dicen.
Sebastián: –La clave de No me etiquetes es que no se trata de una crítica si nos dicen que nuestro público es joven. Tiene muchas lecturas, donde la más obvia es la referencia a la mezcla de estilos musicales que venimos haciendo. No soy alternativo, no hago baladas, no soy punk. ¡Soy todo eso!
–“Volveré a mi barrio”, en cambio, no es nada teen, sino una reflexión adulta con nostalgia.
Sebastián: –Una lectura es que el barrio se está perdiendo por el avance de la ciudad. El barrio como fisionomía, como concepto, como lugar de vecinos conviviendo y chicos jugando a la pelota. Desaparece el almacén y llegan los supermercados.
Hernán Bruckner: –Hasta estuvo dando vueltas la idea de que todo el disco hablara del barrio, y ésta fue una de las canciones que quedó de todo eso. Otra es “El sábado en Ramos”.
Sebastián: –El concepto final del álbum se definió cuando Pablo Romero se “autopropuso” productor; primero lo discutimos bastante, porque significaba ser integrante y productor a la vez, pero nos convenció el día que describió su idea general de tener un tono optimista en un momento de crisis económica, climática y política. Que haya letras irónicas y críticas, pero con la energía musical bien arriba. Quizá por eso es más arriba que Hormigas, el disco anterior.
–¿Cómo fue el resultado de Hormigas?
Hernán: –Fuimos por primera vez al Vive Latino, en México, donde nos sorprendió que la gente conociera las canciones viejas y de Hormigas. Fue muy gratificante. Y luego pudimos ir al festival Rock al Parque en Colombia, otra gran experiencia.
Sebastián: –Toda la actividad previa a este disco fue muy importante; hasta hicimos una sala propia en la Capital, un paso importante.
Martín: –Fueron dos viajes intercalados con el teatro Ópera de un año atrás. También tocamos mucho por el país, como siempre, por el interior, en fechas propias, fiestas locales o festivales.
Carrera con cambios y permanencia
A lo largo de quince años de carrera, Árbol sobrevivió las crisis económicas del país, los vaivenes del gusto de las radios y también dos partidas importantes. Primero, casi en sus comienzos, se fue el primer baterista, Matías “Chávez” Méndez, y hace apenas dos años se fue Eduardo Schmidt, quien en vivo se alternaba la primera voz con Pablo Romero.
La permanencia y la continuidad se fue dando con la incesante actividad en vivo, con shows que siempre sorprendieron por la fuerza y energía desatada arriba y abajo del escenario. A la par, los discos fueron retratando cada paso con canciones que hoy integran un repertorio poderoso, tanto el lejano Jardín frenético de 1997 como el excelente Chapusongs de 2002, y el valiente Hormigas que siguió a la partida de Schmidt. Según Martín Millán: “Somos un grupo con un espíritu de reinventarnos todo el tiempo y disco a disco. Es un espíritu de mutar mucho, pero siempre tiene que ver con la energía y la musicalidad, con mezclar cosas que quizás otros no se atreven o no pueden”.
Fuente: Crítica
1 comentario:
los sigo desde hace muchos años y los banco a morir!! este disco tiene una energia fresca digna del mejor Arbol!! NO ME ETIQUETES!!
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