El 4 de octubre próximo pasado moría la gran artista argentina Mercedes Sosa. Esta militante de la cultura nacional y Latinoamericana, nacida en 1935 en la provincia de Tucumán, le dedicó su vida al canto, pero también supo ser actriz. Una única vez en su vida. Fue en el filme “Güemes, la tierra en armas” (1971), de Leopoldo Torres Nilsson, donde interpretó a la inigualable Juana Azurduy (1780-1862). A todos los medios periodísticos importantes de la Argentina este aspecto se les paso por alto; claro la increíble, rica, trayectoria musical de “La negra” opacó esta intervención actoral, única, breve e intensa. Para Universo Armas este dato adquiere una relevancia fundamental, porque tiene que ver con la encarnación de una heroína de nuestra independencia, de una auténtica guerrera, vinculada fuertemente a la figura de uno de nuestros próceres máximos: el General Don Martín Miguel de Güemes.
Juana Azurduy nació el 12 de julio de 1780 en el cantón de Toroca (actual Departamento de Potosí, Bolivia). Provenía de una acaudalada familia terrateniente. Por su educación en el Convento de Santa Teresa de Chuquisaca parecía ser que iba a ofrecer su vida a Dios, pero no, su destino iba a ser otro. A comienzos del siglo XIX conoce al hijo de un hacendado llamado Manuel Ascensio Padilla, con quien se casó en 1805. En 1809 estalla la revolución en Chuquisaca y el matrimonio Padilla decide plegarse a la lucha contra el español. El matrimonio, desde entonces, supo liderar la guerrilla contra los realistas en el Alto Perú, en la zona compendida entre Chuquisaca y Santa Cruz de la Sierra.
En 1813, Juana y su esposo, se pusieron a las órdenes del General Don Manuel Belgrano, a quien le entregaron una fuerza indisciplinada pero hambrienta de libertad de unos 10.000 hombres (infanteria y caballería criolla que terminó desplegando una táctica de guerra de guerrillas, por momentos, ejemplar). Al frente de 30 fusileros criollos y 200 indios armados únicamente de palos, chuzas, cuchillos, y arco y flecha, Juana Azurduy humilla a las orgullosas tropas españolas en la batalla de El Villar, el 3 de marzo de 1816, llegandole a arrebatar la bandera al enemigo ella misma. Por esta acción, el abogado venido a militar por la fuerza de las circunstancias históricas: Don Manuel Belgrano, le da el el grado de Teniente Coronel (sin femenino, si nos atenemos a lo estrictamente académico).
El 16 de septiembre de 1816 se produce la Batalla (emboscada, en realidad) de La Laguna, en la que Juana debe replegarse cubierta por su marido Ascencio Padilla que es hecho prisionero junto a 700 de sus hombres (la mayoría terminan ejecutados una vez rendidos). El feroz Coronel realista Francisco Xavier de Aguilera ordena cortar la cabeza del Coronel Padilla para ser exhibida en la plaza del pueblo como escarmiento. Juana esperó pacientemente hasta que invadió el caserío, recuperó la cabeza de su esposo luego de una prolongada lucha y le brindó los honores tardíos de Coronel (el grado no lo llegó a disfrutar en vida, ya que la notificación aprobando el pedido del General Belgrano de brindarle tal título militar se concretó apenas unos meses antes).
El cambió de estrategia planteado por el General Don José Francisco de San Martín de llevar la lucha por la ruta chilena y el mar como medio de aproximación al objetivo fundamental: Perú, obligó a Juana Azurduy, en 1817, replegarse y unirse al General Don Martín Miguel de Güemes.
A partir del 17 de junio de 1821, día en que es asesinado el Gral. Güemes, la vida de Juana se transforma en un calvario de miseria material. En 1825 regresa a Bolivia, junto a su hija Luisa que ya tenía seis años de edad, pero que había sido gestada y parida en los campos de batalla. ¿El capital que le había otorgado el gobierno de Salta a Juana?, cuatro mulas y 50 pesos. Aquel mismo año, ya afincada en Chuquisaca, recibe la visita de Simón Bolivar y Antonio José de Sucre, que le otorgan una pensión de 60 pesos que cobró solo 24 meses. Para seguir vivendo tuvo que vender la única propiedad que logro recuperar producto de infinidad de ruegos y cartas. Durante el gobierno de Manuel Isidoro Belzú (político y militar boliviano de origen muy humilde que se hizo con el poder luego de un golpe) logra el restablecmiento, en 1848, del goce de una pensión, pero en 1855 la vuelve a perder a instancias de Jorge Cordova (yerno de Belzú que se hizo con el poder luego de que su suegro se viera obligado a dimitir).
Los continuos cambios de gobierno no beneficiaban de ninguna manera a Juana; al contrario, lo único que hacían era profundizar el olvido. Hasta la llegada de su deceso, pasaron por el ejecutivo boliviano, además de los nombrados, José María Linares, José María Acha y Mariano Melgarejo, y ninguno se acordó de la heroína que había entregado a la causa independista su fortuna y las vidas de sus cuatro hijos (Manuel, Mariano, Juliana y Mercedes) más la de su esposo. Finalmente, Juana Azurduy murió en la indigencia total, el día 25 de mayo de 1862 cuando estaba por cumplir 82 años y fue enterrada en una fosa común. Su restos fueron exhumados, 100 años después, para ser guardados en un mausoleo que se construyó en su homenaje en la ciudad de Sucre (capital de Bolivia).
El Regimiento de Infantería de Monte N° 28, perteneciente al Ejercito Argentino, lleva el nombre de ”Generala Juana Azurduy” (RI Mte 28).
La curiosidad: Juana Azurduy recibió el grado de Coronel de manos de Simón Bolivar, en 1825, sin embargo en el 99,9 % de las fuentes bibliográficas e internet figura con el grado de Teniente Coronel.
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