miércoles, 19 de agosto de 2009

Tres mujeres para un cuento Tremendo

Valeria Bertucelli,Verónica Llinás y Alejandra Flechner, protagonizan "Caperucita (un espectáculo feroz) junto a Héctor Díaz. Obra escrita y dirigida por Javier Daulte. (Fotos: Fernando De la Orden / Edición: Pedro Irigoyen).

Inspirada en la clásica historia, "Caperucita (un espectáculo feroz"), de Javier Daulte, reúne a Llinás y Flechner, ex Gambas al Ajillo, con Bertuccelli. De cómo las tres amigas eligieron al director de "Baraka" para actuar juntas un obra estrictamente para adultos.

Por: María Ana Rago

Caperucita es -entre otras cosas, porque su subtítulo lo indica- "un espectáculo feroz". Aquí no hay lobo en el sentido literal de la palabra, pero no por eso deja de haber brutalidad en los hechos. La obra escrita y dirigida por Javier Daulte que subirá a escena el sábado, tiene a un trío femenino y a un solo hombre como protagonistas. Valeria Bertuccelli, Alejandra Flechner y Verónica Llinás son las mujeres en cuestión. Héctor Díaz, el bendito (más bien, el maldito), entre todas ellas.

Si bien el tradicional cuento de Caperucita Roja en un comienzo se fue transmitiendo de manera oral, luego lo recogieron y escribieron sus propias versiones, primero Charles Perrault (1697), y en 1812, los hermanos Grimm. Esta versión teatral de Daulte, totalmente libre -estrictamente no es una versión, sino un texto original, inspirado en la clásica y aleccionadora historia-, se dirige sin lugar a dudas al público adulto. Y transcurre en la actualidad.

Tres generaciones de mujeres, de una misma familia, y un hombre enloquecido de amor se combinan sobre el escenario. Silvia (Bertuccelli) vive llena de angustia el delicado estado de salud de su abuela Eloísa (Llinás), a quien quiere, tal vez, más que a su propia madre, Cora (Flechner). Debido a eso, da fin a su relación amorosa con Víctor (Díaz), que acaba de iniciarse. De eso se trata, pero la puesta es tan rica en teatralidad y lecturas posibles, que resumirla en una anécdota es simplificarla injustamente.

Flechner y Llinás son ex integrantes del conjunto Gambas al Ajillo. Ellas dos y Bertuccelli se conocen desde hace mucho tiempo y las tres son amigas. "Teníamos ganas de trabajar juntas y cuando nos preguntamos con quién, pensamos en Javier (Daulte). Así fue que lo llamamos", relata Valeria. Después de que el dramaturgo y director les propusiera semejante tema para la obra y de que ellas se extrañaran del planteo que les sugería para el espectáculo, entendieron la razón que les dio para abordar en escena a la niña de caperucita roja, pero con adultez. "Me interesa la pregunta de por qué una mujer que tiene a su madre agonizando no la va a ver y en su lugar, manda a su hija a visitarla, sabiendo que tiene que atravesar un bosque lleno de peligros y advirtiéndole del lobo", explican que les dijo Daulte. Y eso las entusiasmó. Reconocieron en ese planteo los vínculos entre mujeres, abuela-madre-hija, que les propondrían un interesante desafío.

"El cuento está en la obra, pero la obra no es exactamente el cuento. Los personajes del cuento están en la obra, pero se te aparecen en el momento menos esperado", explica Alejandra. "Caperucita, culturalmente, implica un montón de cosas para cada una de nosotras y de todos. Abre un mundo. Es un material que ha sido interpretado desde millones de lugares y esa ventana se abrirá en cada uno de los espectadores al ver la función", añade Flechner. Y Valeria acota: "Igual, está la canastita, está el lobo y está el hit: Qué ojos tan grandes tienes. Porque no falta ningún ingrediente del relato", dice. "Pero la obra es tanto más amplia que el cuento... A cada persona del público le va a repercutir en lugares bien distintos. Porque si bien tiene muchos elementos de identificación, como el amor, la posesión, la familia, puede pegar en cada persona en lugares diferentes", expresa Verónica.

"Habla de estas cuatro personas, con todas sus limitaciones para relacionarse, con todas las dificultades para vivir y para enamorarse. Y eso, en un momento, hace una eclosión", dice Flechner y añade que todo sucede en un marco de verosimilitud. Ella es Cora, una madre desamorada.

Una madre que se lleva bastante mal con su hija.

Flecnher: Sí, bastante desastrosa. Pero como la cara del desastre tiene un reverso, la cara de la abuela también. Y la abuela genial que parece Eloísa no lo es tanto.

Llinás: Ese amor de Eloísa da todo, pero a la vez lo pide todo y en ese punto no se sabe qué es mejor.

Flechner: Y Caperucita es también un cuento de la iniciación, una chica que crece y se va sola al mundo. Hay que ver si puede atravesar el mundo o si es devorada por el lobo. O es devorada por su propia familia. El lobo está en muchos lugares también y en ese sentido la obra está genial.

Bertuccelli: Es una relación de amor total, incondicional, que Silvia siente hacia su abuela. Y cuando la abuela cae en terapia intensiva, se da que al mismo tiempo Silvia conoce a alguien, que es un mentalista, que está obsesionado con ella. Al estar la abuela internada, en el vacío de la casa se tienen que relacionar la madre y la hija, cosa que no habían podido hacer antes. Y con la amenaza de un hombre, porque para ellas no puede existir un hombre allí.

Llinás: La abuela hace con su nieta lo que no pudo con su hija, pero de una forma posesiva.

Aunque está llevado al extremo, el planteo remite a vínculos posesivos que vemos en la realidad.

Bertuccelli: Claro. ¡Hasta podemos dar nombres!

Flechner: Por eso insisto en que la obra te puede entrar por un montón de lugares. Y creo que también es conmovedora.

La obra es dramática. Pero tiene humor. "Hay algo que define a todas las puestas de Javier, aunque el tema sea dramático: son inevitablemente cómicas", dice Valeria.

¿Qué vínculo tenían con el cuento antes de esta historia?

Llinás: Creo que lo llevaba, desde siempre, en el ADN.

Bertuccelli: Está como en el inconsciente de todos. No recuerdo quién me lo contó. Pero tengo imágenes de cofias de abuela, caras de lobos con anteojos y bosque. Y no se lo conté a mi hijo mayor, pero lo sabe.

Caperucita hará transitar al público por un camino sinuoso. La cantidad de amenazas que se vean en el recorrido, dependerá de las que los espectadores quieran descubrir. "La obra se mete con cierta sordidez de la vida. Si bien es una pieza amable, en el sentido de amar, no lo es en el sentido más burgués de la palabra", dice Verónica. "Estamos buscando un exacto equilibrio entre encarar los personajes y la historia con la profundidad que merecen, y a la vez, tratando de tener en cuenta que a la gente le tiene que gustar y se tiene que divertir", agrega. "Si nos sale buena, va a ser una puesta muy contundente. Es una obra al límite, con personajes al borde", completa Alejandra.

Fuente: Clarín

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