
Fuente: Aquí La Plata
Destinado a difundir la Actividad Cultural de la Ciudad de La Plata y promover el Intercambio Cultural
A dos días de terminar un año marcado por la gripe A y la concomitante caída de público durante el invierno, sumado al retraso en los pagos a varios de sus elencos, el Complejo Teatral de Buenos Aires (CTBA) anunció la temporada 2010, que arrancará mucho antes que de costumbre y que coincidirá con el 50º aniversario del Teatro San Martín. “Desde que asumimos era una ambición retomar la programación de verano y recuperar así una gran oportunidad. Los meses de verano son casi una temporada más, por la cantidad de gente que hay en la ciudad y que va al teatro”, dijo Hernán Lombardi, ministro de Cultura porteño, al abrir la conferencia de prensa realizada en la sala Cunil Cabanellas. De esta forma, el 14 de enero se repondrá Tramatango, con coreografía y dirección de Milena Plebs, en el Teatro Presidente Alvear, y Krapp, la última cinta magnética, de Beckett, dirigida por Juan Carlos Gené y con la actuación de Walter Santa Ana, en la sala Cabanellas. El 21 de enero regresa a la sala Casacuberta Medea, de Eurípides, en versión de Cristina Banegas y Lucila Pagliai, con dirección de Pompeyo Audivert, y una semana más tarde se estrenará en la sala Martín Coronado Mucho ruido y pocas nueces, adaptada y dirigida por Oscar Barney Finn. La comedia de Shakesperare, protagonizada por Virginia Innocenti, Sergio Surraco y Salo Pasik, había sido programada para noviembre pasado, pero el recorte presupuestario postergó el debut.
A la actividad estival, Lombardi sumó dos acciones más en tanto puntos centrales del próximo año. “Queremos que el San Martín vuelva a salir al mundo. En este sentido, viajarán elencos argentinos al Festival de Teatro de Bogotá y luego girarán por España. Otro punto importante es seguir recuperando al público joven con entradas a 5 pesos.” Kive Staiff, director general y artístico del CTBA, destacó en esta línea el estreno de 1810, un texto de Martín Coronado con dirección de Eva Halac, como una de las propuestas fundamentales para los estudiantes. La obra llega en abril al Teatro de la Ribera, sala que desde este año tendrá una programación casi exclusivamente volcada al tango, tanto a nivel musical como coreográfico. “Es una obra ambientada en los últimos tres días previos a la Revolución de Mayo, con funciones especiales para estudiantes de martes a viernes por la mañana y la tarde”, dijo Staiff. Antes de que el director detallara la oferta de los cinco teatros municipales (San Martín, Alvear, Sarmiento, Regio y de la Ribera), Lombardi se esforzó por despejar dudas. “La temporada 2010 está totalmente financiada”, insistió. “Este año tuvimos problemas, pero los artistas pusieron el hombro y con los cinco millones aportados por el Ministerio de Cultura pudimos sortear los inconvenientes.” Quien aclaró el presupuesto 2010 fue Carlos Elía, director adjunto del CTBA: “Es de 66 millones 800 mil pesos. Ya lo aprobó la Legislatura porteña, falta que lo promulgue el gobierno”, señaló.
En la Martín Coronado se estrenará el 15 de julio La vida es sueño, de Calderón de la Barca, una coproducción con el grupo español Focus, con dirección de Calixto Bieito y las actuaciones de los locales Joaquín Furriel, Osvaldo Santoro, Ana Yovino y Lautaro Delgado, entre otros. Se trata de una de las apuestas fuertes del año, de la mano de un controvertido director hispano, reconocido por sus peculiares interpretaciones de textos clásicos y óperas. La sala Casacuberta albergará desde fines de marzo la pieza francesa Estaba en casa y esperaba que llegara la lluvia, de Jean Luc Lagarce, en una puesta de Stella Galazzi, y en agosto recibirá una obra de origen judío, El Dibuk, de Shlomoh Aan-Ski, traducida y dirigida por el argentino radicado en Israel Jacobo Kaufmann, con música de Marcelo Moguilevsky. En la sala Cunill Cabanellas se podrá ver desde el 8 de abril Los sueños de Cohanaco, de los jóvenes Mariana Chaud y Leandro Halperín, con actores también pertenecientes a las nuevas generaciones; y desde mediado de julio se presentará El panteón de la patria, de Jorge Huertas.
Daniel Suárez Marzal dirigirá una versión de La gran magia, del autor italiano Eduardo De Filippo, desde el 15 de abril en el Alvear, con un numeroso elenco encabezado por Víctor Laplace, Gustavo Garzón, Karina K, Sandra Ballesteros y Luis Longhi. Para esa fecha, se podrá ver en el Regio Santa Juana de América, del argentino Andrés Lizarraga (fallecido en Caracas y ganador del premio Casa de las Américas), con Alejandra Flechner y Juan Palomino en los roles centrales y puesta de Hugo Alvarez. Y en agosto, Villanueva Cosse tiene previsto estrenar Largo viaje de un día hacia la noche, de Eugene O’Neill. Las nuevas tendencias estarán presentes en el teatro Sarmiento, espacio dedicado a la experimentación escénica, con El pasado es un animal grotesco, escrito y dirigido por Mariano Pensotti (desde el 18 de marzo) y Estado de ira, de Ciro Zorzoli (desde mediados de julio). A su vez, el Ballet Contemporáneo del San Martín repondrá Voces del silencio, de Mauricio Wainrot, y Escrito en el aire, de Oscar Araiz, además de una nueva versión de Carmina Burana, también de Wainrot. Entre las novedades se destacan un programa con obras de Carlos Casella, Diana Theocharidis y el mismo Wainrot y la visita de algunos coreógrafos extranjeros. Los chicos podrán descubrir dos nuevas propuestas del Grupo de Titiriteros que conduce Adelaida Mangani: Una gaviota afortunada, basada en una novela de Luis Sepúlveda, y El Caballero de la mano de fuego, de Javier Villafañe.
Por Verónica Pagés
De la Redacción de LA NACION
Cualquier alma -apenas mal pensante- podría imaginar que el hecho de que Guillermo Kuitca haya ganado el concurso para el diseño del telón del Teatro Colón podría ser para el artista plástico una suerte de revancha por la andanada de críticas adversas -provenientes sobre todo del pulmón más conservador de los abonados- que tuvo por su labor como escenógrafo en la puesta de El holandés errante , la ópera de Wagner que subió a escena en julio de 2003. Pero no, apenas sonríe ante semejante insinuación y baja la vista para responder.
"Nunca lo pensé como una revancha, además también hubo gente a la que le gustó muchísimo ese trabajo y otra que nunca lo olvidó [se ríe], lo que también está bueno. La verdad es que respeto mucho al público de la ópera, me encanta la pasión que pone; me parece muy genuino, aunque por supuesto estar ahí y que te abucheen no es lo que más me gusta. Además, te imaginarás que como artista plástico, mi mundo tiene otro tipo de exposición, muchas veces ni siquiera estoy en mis muestras, por lo que no estoy muy acostumbrado a recibir la aprobación y la desaprobación del público en directo", dice Kuitca.
Ese cariño por el público del Teatro Colón no nace de otro lado que de su propia condición de abonado del primer coliseo porteño y de ser su precoz espectador. "Empecé a ir al teatro a los 6 años, junto con mis padres, y nunca dejé de hacerlo, por lo que me da la impresión de que ese espectador al que este telón le va a hablar ya lo conozco. Y estoy seguro de que no sólo es un público que protesta frente a lo nuevo, no es tan así; hay varias tradiciones que se dan lugar y pueden cohabitar en el teatro", sigue este artista plástico, que se aseguró la colaboración de la escenógrafa Julieta Ascar para la creación del telón que reemplazará al histórico (no original), que sólo será utilizado en grandes celebraciones.
El ámbito teatral no es uno más para Kuitca. Si bien su herramienta creativa más cercana y natural es la pictórica, este artista plástico no sólo se inspiró en obras de teatro lírico para pintar, sino que los más grandes teatros de ópera del mundo forman parte de sus trabajos, a partir de las plantas arquitectónicas de los edificios o directamente a través de sus perspectivas. Por eso, aceptar hacer la escenografía de El holandés... , sobre todo después de haber hecho la de La casa de Bernarda Alba, en el San Martín, no parecía algo tan loco. Y mucho menos loco era pensar el nuevo telón del teatro. ¿Por qué no?
Si hay un punto de conexión entre todos estos proyectos es el nombre de Julieta Ascar, esta joven escenógrafa que conoció cuando Kive Staiff lo convocó para hacer la que resultó una maravillosa versión de Vivi Tellas de La casa de Bernarda Alba , allá por el año 2002. "Se supone que ella era mi asistente, pero fue mucho más que eso, ya que para que mis proyectos escenográficos tengan una realidad física necesito trabajar con un escenógrafo de verdad muy cerca. Julieta fue la que le dio forma al proyecto que yo imaginé, y fue tan buena la experiencia que volvimos a trabajar juntos en El holandés... , en el que intercambiamos muchos pareceres sobre diseño que iban muy de la mano de los aspectos técnicos. Allí es donde conocimos el telón del Colón. Es un poco impresionante, si alguna vez estuviste parado al lado de ese telón no te olvidás más."
Los proyectos con Ascar fueron más lejos. En 2005 se presentaron junto con el diseñador de indumentaria Martín Churba en un concurso cerrado para el diseño del telón de la nueva ópera de Oslo. Si bien no ganaron, la experiencia fue tan impactante para ellos que se les transforma la cara y el cuerpo cuando tratan de explicar el trabajo que les tomó meses y meses de dedicación. "Nos dejó mucho aprendizaje en el tema telón -dice Ascar-, porque en Oslo todo era posible, ya que el proyecto tenía un énfasis especial en el uso de nuevas tecnologías. Llegamos a trabajar la fibra óptica como si fuera un simple hilo. Fuimos desde lo más básico hasta cosas directamente irrealizables. Lo fantástico fue que no nos pusimos límites, por eso fue tan rico el aprendizaje."
Al año siguiente, lo convocaron a Kuitca -ahora solo- para que diseñara el telón de la ópera de Dallas, que aceptó gustoso, ya que estaba muy empapado en el tema: "Ahí sólo me detuve en el diseño, ya que el aspecto técnico lo tenían a cargo otras personas".
Y, en septiembre, llegó la oportunidad del Colón, aunque casi se les pasa, ya que ninguno de los dos estaba en el país cuando salió la convocatoria y recién se enteraron -de casualidad- semanas después. "La verdad es que yo estaba arreglando algo del telón de Piaf -dice Julieta Ascar, que es la escenógrafa de la obra que protagoniza Elena Roger- y los técnicos me comentaron del concurso. Lo llamé inmediatamente a Guillermo y creo que él también me estaba por llamar a mí." A pesar de que los pensamientos se cruzaron, Kuitca tenía la certeza de que si ella decía que no, él no iba a presentarse.
"Yo necesito a alguien que, además de aportar conceptos e ideas creativas de diseño, pueda hacerse cargo de los aspectos técnicos que a mí me superan. A pesar de que a estas alturas estoy muy metido en el tema telón, soy una persona que tiende a ver las cosas un poco bidimensionalmente", sigue Kuitca, que rescata del encuentro con Ascar la facilidad con la que pudieron encontrar el concepto que sustentaba la imagen, algo fundamental para que el trabajo no sea un capricho decorativo, sino un objeto de valor en sí mismo.
"Linkeamos muy rápidamente la lira que está en el viejo telón con la planta del teatro, con la herradura; que es sin duda el lugar donde el espectador tiene su eco. Ese fue el vehículo que nos llevó a desarrollar todo lo demás", sigue el pintor. Todo lo demás fue darle a ese diseño un sentido de pertenencia frente al contexto del teatro, ese nuevo diseño tenía que convivir con la arquitectura, tenía que tener continuidad con el Manto del Arlequín; lejos estaba de las intenciones de estos artistas que su diseño compitiera con el resto de la sala, al contrario, querían que fuera un elemento integrador aun con su independencia, con su gracia.
"Nos dimos cuenta de que los colores -sobre todo los celestes- de la cúpula de Soldi estaban un poco solos, así que cromáticamente tomamos algunas notas de distintas partes del teatro y los llevamos a nuestro diseño", sigue Kuitca, que junto con Ascar imaginó una guarda que se aplica sobre el terciopelo, pero que también se borda, ya que querían que la realización evocara de alguna manera al viejo telón. "Si bien la imagen es contemporánea, queremos que las tradiciones textiles se mantengan. La pasamanería telonera, que es lo que permite que se mantenga cierta morbidez, es fundamental para nosotros, lo mismo que un buen diseño", concluye Ascar.
Una de las salas cinematográficas porteñas con mayor protagonismo en la historia reciente del país, el cine Cosmos, fue adquirida por la Universidad de Buenos Aires (UBA).
"No sólo nos liberamos de algunos alquileres, sino que compramos un cine que es patrimonio histórico del país del que preservaremos su espíritu", dijo el rector de la UBA, Rubén Hallú, al anunciar días pasados la firma de la escritura del edificio de privilegiada ubicación, en avenida Corrientes 2046, vecino del Centro Cultural Rojas, propiedad también de esa universidad.
El legendario cine, que exhibió films soviéticos, europeos y de producción independiente y se convirtió en un bastión de resistencia cultural durante la última dictadura militar, había cerrado sus puertas, por segunda vez en 28 años, en enero pasado.
Su ahora ex propietario, Isaac Vainikoff, distribuidor cinematográfico, anunció entonces el cierre "para siempre" de esa sala. "Cuando hace tres años puse a la venta el Cosmos, mucha gente de diferentes ámbitos reaccionó expresando su solidaridad. Sin embargo, nada útil, en concreto, ocurrió", dijo entonces Vainikoff.
Hallú recogió el guante y propuso al Consejo Superior de la UBA la compra del edificio y del cine. En diálogo con LA NACION, el secretario general de la UBA, Carlos Más Vélez, explicó que esta adquisición, por la que pagaron 2,5 millones de dólares, "responde a una necesidad, porque el Centro Cultural Rojas creció mucho en su oferta, y por esto alquilaba varias aulas para sus cursos".
Más Vélez también anticipó que se instalará un local de Eudeba, cuya visibilidad, sobre la avenida Corrientes potenciaría sus ventas. Aún no se resolvió la suerte que correrá el clásico local de esa editorial, ubicado cerca del Congreso de la Nación. Además del cine, las aulas para cursos de extensión universitaria y del local de la librería, se trasladarán a esa nueva dirección algunas oficinas administrativas del Rectorado que hoy funcionan en espacios alquilados o dentro de la sede de Viamonte 444.
"El ahorro que se hará en alquileres compensará rápidamente el gasto de la compra", dijo el funcionario de la UBA, quien informó también que aún no se decidió qué ciclos de cine se proyectarán en la nueva etapa del Cosmos, que comenzaría en marzo. "No vamos a dejar que se desvirtúe el espíritu que siempre tuvo", dijo Hallú.
Vainikoff había comprado el edificio de la calle Corrientes y el cine que funcionaba allí desde 1929 -el Cataluña- y lo transformó en el Cosmos 70. Se inauguró en 1966, con la proyección de la película Dominique . Se caracterizó por ofrecer en sus carteleras films soviéticos, checos y, uno de los ciclos más recordados, el dedicado a Ingmar Bergman. El Cosmos sobrevivió a las vicisitudes económicas y políticas hasta noviembre de 1987, cuando cerró por primera vez para convertirse en una discoteca.
Tres años después, en enero de 1990, reabrió con una sala remozada para 200 butacas y un microcine para la proyección de películas en video a pantalla gigante.
En 1940 Isaac Vainikoff y Duncan Haymes inician la distribución de películas de detrás de la "cortina de hierro". Claro que en Buenos Aires, en pleno auge de los nacionalsocialismos, la iniciativa no fue bien vista. Con todo, los defensores del cine soviético consiguieron franquear la censura y estrenar Rusia en armas en el cine Mundial. La copia, ingresada al país por refugiados españoles, tuvo éxito inmediato y así la labor de la señera empresa Artkino Pictures comenzaba una tesonera misión que finaliza hoy. Por decisión de Luis Vainikoff, hijo de Isaac fallecido en 2003 a los 93 años, el cine Cosmos no reabrirá más sus puertas. La crísis del cine, la baja concurrencia de los últimos meses y la cuota de pantalla que obligaría a pasar películas argentinas de manera sostenida habrían influido en la determinación. En la trayectoria de la familia Vainikoff el terreno de la exhibición cinematográfica nunca fue un lecho de rosas, en 1943 Isaac fue metido preso y, años más tarde, Raúl Alejandro Apold prohibió las películas soviéticas y a Artkino como distribuidora. Curiosidades del destino, esa censura previa fue levantada por el superior inmediato de Apold, Juan D. Perón, y la propia Evita pidió, poco antes de morir, películas de Artkino para exhibirlas en el Obelisco.
Con los años, Isaac Vainikoff compró el cine Cataluña (inaugurado en 1929), al que remozó y transformó en el Cosmos '70, con el añadido numérico por la posibilidad de proyectar películas en 70 milímetros. La historia del Cosmos '70 es muy conocida y reconocida, fue bastión de resistencia cultural en tiempos de la última dictadura militar y el único día de proyección autorizada, en tiempos del autodenominado Proceso, para la exhibición de El acorazado Potemkin, significó que -de la mañana a la noche- la sala estuviese llena. Había inaugurado como tal en Agosto de 1966 con Dominique, y luego tuvo el éxito de La tienda de la calle mayor, joya checa ganadora del Oscar, que estuvo casi siete meses en cartel.
Esta oferta, sumada a los clásicos ciclos de cine soviético, el cine checo y el dedicado a Ingmar Bergman constituyeron al Cosmos en un referente que se erigía como opción a las multipantallas. Debe señalarse que esta es la crónica de una muerte anunciada y que la familia Vainikoff indudablemente hubiese preferido evitar. Pero fueron demasiados los contratiempos. El más reciente tuvo lugar el 18 de Octubre de 2007, cuando inspectores municipales del gobierno de la Ciudad clausuraron el cine Cosmos, ubicado en Corrientes 2046, por "carecer del correspondiente permiso de habilitación". "Superado ya el error o malentendido referente a la clausura", tal como rezó el comunicado de los responsables, la sala volvió a funcionar a las pocas horas. Con su cierre definitivo, sólo albergará al Cine Club Núcleo, desaparece una sala concebida desde una concepción social y cultural del cine. En tiempos en que la cuota de pantalla intenta romper el cerco que el cine norteamericano ha impuesto al cine argentino en las multipantallas, el cine Cosmos cae como el primer saldo trágico de esta contienda. Quizás última contradicción de un país que tuvo una sala que abrió para luchar contra el fascismo y el cine norteamericano. Y nunca dejó de proyectar buenas películas.
Fuente: http://www.elcine.ws/
No pudo haber sido otra pieza sino Carmen la que le dio a Goicoechea todas las armas para su más sentido adiós: si hasta llegó a estar nominada a un Benois de la Danse (2005) en el Bolshoi por su interpretación de este título, su especialidad. Así, ayer, como tampoco podría haber sido previsto de otro modo, encaró la obra con música de Bizet junto con Luis Ortigoza, la otra estrella argentina en la troupe de Marcia Haydée y su partenaire de toda una vida en puntas de pie.
Formada con Olga Ferri y en el Instituto Superior de Arte del Colón, Marcela Goicoechea se perfeccionó en Cuba. En 1989 ingresó en el Ballet de Santiago y un año más tarde fue promovida a primera bailarina.