martes, 17 de noviembre de 2009

Textos que viajan, salas que se llenan

Equipo galo. Las obras de Spregelburd fueron traducidas a varios idiomas, del inglés al checo.

Rafael Spregelburd y el fenómeno del Teatro Argentino en Francia

En París se pueden ver, por estos días, La paranoia y El pánico, del director y dramaturgo argentino. Ambas a cargo de por Marcial Di Fonzo Bo, una suerte de embajador de los autores locales en Francia. De las traducciones, lo universal y el teatro exportado.

Iván Schuliaquer, desde París.

Antes de que el dramaturgo, director y actor Rafael Spregelburd se paseara físicamente por París, su nombre ya circulaba por la ciudad. En este momento, dos compañías montan sus obras: el enorme Teatro Nacional Chaillot exhibe La paranoia y el Teatro de la Bastilla, El pánico, ambas dirigidas por el argentino Marcial Di Fonzo Bo, suerte de embajador de los autores argentinos en Francia.

Entonces Spregelburd, que empezó a poner sus trabajos en escena a los 22 años –hoy tiene 39–, se enfrenta una vez más a la ambigua experiencia de ver la adaptación de sus piezas, como ha sucedido en una decena de ocasiones: sus textos han sido traducidos al inglés, alemán, italiano, portugués, checo, neerlandés, eslovaco, polaco y sueco.

“Ver mis obras adaptadas me genera un complejo de sentimientos: el problema es que yo soy director de mis obras y están escritas para resolver problemas concretos y cuando lo veo con otros actores, en otro país, en otra lengua, en otra cultura, mis prioridades pasan a ser secundarias. Siempre es muy edificante, pero también es un poco como estar muerto, como si uno no fuera necesario”, dice, exultante desde el discurso pero medido desde la gestualidad.

–¿Qué cuestiones se iluminan mejor viéndolas desde afuera?

–Siempre hay cosas que no entiendo, vinculadas con la dirección más que con la escritura. Mis obras tienen muchos personajes y hay un actor haciendo dos o tres cosas, y pienso: “Esto lo tendría que haber hecho otro porque no le va a dar el tiempo para cambiarse de ropa”. Y también, por ejemplo, acerca de El pánico, que es una obra sobre el terror económico que escribí después de la crisis económica argentina, me pregunto: “¿Qué entenderán de esto en Suiza?”. Lo curioso es que me dicen que hay cosas universales.

–¿Qué sería lo universal en tus obras y qué se pierde en la traducción?

–En Francia han sido muy cuidadosos con la traducción, han respetado cada una de las irregularidades del texto, no en vano Marcial Di Fonzo Bo y Guillermo Pisani son traductores y directores. Lo más complicado tiene que ver con el mundo de connotaciones que despierta en el espectador. Es otra comunidad de sentido y privilegian otras cosas, otras emociones y otras relaciones con lo oscuro: aquí, lo innombrable es otra cosa. No hay nada que yo pueda hacer ahí, es otro el ojo que lo mira.

–¿Cuando escribís para la Argentina sí pensás qué le puede generar al espectador?

–Sí, pero como la escribo y la dirijo al mismo tiempo, para mí son obras indivisibles: son montajes, no son textos. Por eso en la Argentina, donde la comunidad de sentido es la misma que la mía, trato de no ver obras mías hechas por otros directores porque siempre me parecen mal. No tengo problemas en decirlo: esas decisiones ya las tomé yo, ¿por qué habría que tomarlas de nuevo? Me parece raro que alguien crea que tomando solo las palabras del texto va a arribar a sus zonas difíciles u oscuras que son las que más me interesan.

–¿Y creés que la traducción francesa tuvo en cuenta no sólo el texto sino el montaje?

–Sí, porque la veo funcionar. Hay que revisar el momento concreto de cada una de las connotaciones escondidas de las palabras porque el mío es un teatro muy situacional: si ellos no descubren que para decir una frase tienen que crear alrededor una situación que la esconda, está mal. En ese sentido, son directores muy atentos a esa voluntad de escribir un teatro de situaciones y no uno de grandes ideas que se pueden comunicar en primer plano para que todo el mundo las escuche. No pasa en todos lados.

La escena del teatro argentino actual gana espacio en el ámbito europeo y un claro ejemplo de eso fue el festival Translatinas que se realizó en Bayona, ciudad del País Vasco francés, durante doce días de octubre y que se dedicó por entero al teatro argentino. Spregelburd, figura paradigmática de ese crecimiento, fue invitado junto con su compañía El Patrón Vázquez para presentar la obra Buenos Aires, que también montó en Torino, Italia, y en Ourense, Galicia, en esta gira europea.

–Tus obras cada vez ganan más lugar en las salas europeas y en los festivales. ¿Creés que el teatro argentino está creciendo en el mundo?

–Me parece que, independientemente de mi situación, con esta generación es la primera vez que el teatro argentino logra equipararse a ciertos estándares universales. Y eso sin parecerse a ningún otro teatro, porque es único: lo que ocurre con la voluntad de los actores, cómo se diseña, cómo los actores son los propios obreros y patrones de la fábrica teatral, no ocurre en ningún otro lugar del mundo. Y sin embargo, ha empezado a exportarse como modelo también. Vengo de Roma y ahí comenzaron a importar el modelo argentino: no tienen dinero para hacer teatro, lo hacen igual, los actores se entusiasman sobre una textualidad, la desarrollan y la ensayan sin que nadie les pague. No tiene que ver con uno, dos o veinte autores particulares sino con un sistema teatral. No sólo se exporta el espectáculo argentino sino que se empieza a mostrar una manera de trabajo que excede la partitura particular y el apellido de quien la firme.

Un embajador argentino en las tablas de París

“La diferencia de calidad entre el teatro de Spregelburd y los textos contemporáneos franceses es inaudita”, afirma el argentino Marcial Di Fonzo Bo. Hombre de peso en la escena teatral parisina, actor y director, es uno de los fundadores de la Compañía de las Luciérnagas, en la que participa desde hace quince años. Allí pone en práctica una manera arriesgada y artesanal de trabajo y desde ahí es que ha devenido embajador en los escenarios franceses.

Durante mucho tiempo, Di Fonzo Bo trabajó sobre obras de Copi, pero en los últimos años, su elegido es Rafael Spregelburd. En este momento está repartido entre La paranoia y El pánico.

–¿Por qué elegiste el trabajo de Spregelburd?

–Encontré a alguien que comparte la idea de trabajar a partir de los actores: las obras están impregnadas de la realidad del grupo y se inscribe en nuestro trabajo de compañía. A partir de sus obras de la Heptalogía de Hieronymus Bosch, Rafael y su grupo crearon una nueva dramaturgia del escenario que no tiene paralelo ni correspondiente en el teatro contemporáneo francés. Primero pusimos La estupidez, y luego llegamos a La paranoia.

–¿Por qué recién ahora se conocen sus obras en Francia?

–Rafael está traducido a muchas lenguas, pero en Francia no se conocía su trabajo: lo había traducido gente que no había entendido su proyecto. Así que poder acercarlo es un orgullo, y el público responde, porque es un teatro de una calidad extraordinaria.

Fuente: Crítica

No hay comentarios: