lunes, 30 de noviembre de 2009

Un renacentista en el San Martín

TEATRO › CALIXTO BIEITO SELECCIONA ELENCO PARA SU PUESTA DE LA VIDA ES SUEÑO

El director catalán, un provocador artístico –aunque él descrea de esos términos–, reinventa los clásicos para jaquear al público con situaciones y sentimientos extremos. La obra será parte de la programación 2010 del teatro porteño.

Por Hilda Cabrera
Imagen: Leandro Teysseire

El director español Calixto Bieito llegó a Buenos Aires para seleccionar el elenco de La vida es sueño, espectáculo que integrará la programación 2010 del Teatro San Martín. Director del Teatre Romea de Barcelona, reinventa a los clásicos, cuyas piezas transforma en Grand Guignol cuando su intención es jaquear al público con situaciones y sentimientos extremos. Su versión de la obra de Pedro Calderón de la Barca subió por primera vez a escena en el Festival de Edimburgo 1998, interpretada por una compañía británica, a la que dirigió. Pasó luego a Dublin, Nueva York y continuó en gira, siempre en idioma inglés. Bieito ha sido invitado a realizar numerosas producciones en Edimburgo, y en otras ciudades y festivales europeos y estadounidenses. La vida... se vio también en Barcelona (una coproducción del Romea y la Compañía Nacional de Teatro), Madrid y casi todas las plazas de España, y obtuvo numerosos premios. Entre sus puestas hay obras de teatro y óperas, que algunos críticos enlazan –por la integración de poesía, música y escenografía– con el “arte total” de los régisseurs alemanes. En el listado figuran versiones de Macbeth y El rey Lear, de William Shakespeare; Los Persas. Réquiem por un soldado (reescritura de la tragedia de Esquilo junto a Pau Miró); La vida breve; Peer Gynt; Don Carlo, de Verdi; Wozzeck, con música y libreto de Alban Berg sobre la pieza teatral Woyzeck, de George Büchner; Plataforma, versión teatral de la novela de Michel Houellebecq (sobre turismo sexual); El holandés errante; Tirant lo Blanc; y Carmen, ópera de George Bizet sobre la novela de Prosper Mérimée, cuya acción Bieito trasladó a la ciudad de Ceuta.

El director nacido en 1963, en la ciudad Miranda de Ebro (donde hubo un campo de concentración franquista), recibió este año el Premio de Cultura Europeo de la Fundación Suiza Pro Europa. Su nombre aparece unido al calificativo de provocador artístico, que Bieito no toma en cuenta. Sus montajes levantan polvareda pero este artista prefiere no enredarse en discusiones: “Soy curioso por naturaleza y me hace ilusión mi trabajo. Me alimento de otras artes, no solamente de teatro”, resume. Está entre los que se animan a ofrecer experiencias multisensoriales, y se apasionan por la música, la pintura y casi todas las manifestaciones contemporáneas. “La música es fundamental en mi trabajo y mi vida, quizá porque me eduqué en una casa muy musical: mi hermano es músico, mi madre es sevillana y canta en un coro, y mi padre, gallego, que trabajó en ferrocarriles, amó siempre la ópera italiana. Soy de una ciudad del norte de España que está entre Burgos y Vitoria, en la frontera con Euskadi. Pasé mi infancia allí, hasta que a los quince años mi familia se trasladó a Barcelona. Mi mujer es catalana, mis hijos catalanes y mi lengua familiar actual es el catalán. También es el idioma con el que empecé a pensar mis espectáculos. Ahora los pienso en catalán, castellano, inglés e italiano.”

–¿Qué significa pensar en un idioma? ¿Se apoya en la escritura?

–No totalmente. A veces sueño en inglés. Cuando pasas mucho tiempo viajando, como es mi caso, sueñas en distintos idiomas. Soy una persona absolutamente trilingüe. Mis idiomas son inglés, catalán y castellano. Siento curiosidad por la riqueza que hay en cada uno.

–¿Cómo organiza la incorporación de las distintas artes?

–No soy un especialista en fotografía pero, por ejemplo, cuando armo un espectáculo tengo ya coleccionadas tres mil fotografías en una carpeta. Conozco bien el texto pero las fotografías son las que me inspiran, como la pintura. Pertenezco a la segunda generación criada con la televisión, y todo lo visual es muy importante para mí.

–¿Quiénes son sus guías en la pintura?

–Goya es uno de ellos. Es el inventor del expresionismo español. Mi formación cultural está muy mezclada. Hay una trama española donde los maestros son Goya, Valle Inclán y Luis Buñuel, que tienen varios nexos en común. A estos artistas los llevo en el alma. Luego está la trama catalana, a la que pertenezco como generación más joven que la del teatro independiente de Cataluña y el surrealismo catalán.

–Que arraigó desde muy temprano en Cataluña...

–Sí, por la relación con la vanguardia francesa. Del surrealismo español no me gusta todo Salvador Dalí, por ejemplo. Me interesa La mujer campana (que aparece en el corto de animación surrealista acordado por Dalí y Walt Disney en 1945), pero no su Cristo (el que sin elementos dramáticos copia la postura del Jesucristo de un cuadro de San Juan de la Cruz). En cambio, me gusta el poeta Joan Brossa, quien se apasionaba por todos los géneros.

–Una personalidad renacentista, creador en el teatro, la ópera, el cine, la literatura...

–Sí; también yo tengo mucho de eso. José Montilla, presidente de la Generalitat catalana dijo que Ferrán Adrià (famoso chef) y yo éramos exponentes de Cataluña.

–¿Y eso lo halaga?

–No especialmente. Me da raro. Es una comparación extraña, humorística, sobre todo por la polémica que produjo. Me resultó un asunto divertido.

–¿Qué tipo de polémica?

–Los nacionalistas dijeron que el presidente se apoderaba de figuras para hacerse propaganda. Me preguntaron qué pensaba de eso. Les contesté que no tenía opinión, que me es igual. No puedo negar que le debo cosas a mi país y a su cultura, sería pretensioso negarlo, pero no estoy siempre de acuerdo con lo que sucede o se decide a nivel institucional y cultural.

–¿Es difícil acordar con tanta diversidad cultural?

–Es complejo, porque esa diversidad está en una misma familia. España es un amasijo formidable. Además hay personas, como yo, que pasan la mayor parte de su tiempo recorriendo Europa...

–¿Qué influencias predominan en su versión de La vida es sueño?

–Hay mucho de Diego Velázquez y Goya, pero no referido al vestuario sino a la luz que ilumina y da sensación de volumen; también de la brutalidad de Buñuel y de la violencia auténticamente calderoniana y española. La violencia es un tema fundamental en Calderón, y no sólo la religiosa.

–¿Una violencia que traslada a otro contexto?

–A la historia del siglo XX europeo.

–¿Referida a las guerras?

–En un comentario crítico sobre la obra, no sé si de Eduardo Haro Tecglen, se dijo que la imagen de mi Segismundo (en el original, el príncipe recluido por su padre desde la infancia) evocaba al prisionero de todo el siglo XX: el de los campos de concentración y la dictadura franquista. Aunque otros lo ven así, no lo imaginé en esos términos. Pienso de forma más concreta, pero me doy cuenta de que la historia y todo lo que uno ha estudiado y visto acaba influyendo.

–¿Pensar en concreto equivale a no generalizar?

–No generalizo, aunque en esta obra no soy tan concreto porque se trata de un cuento filosófico donde aparece la angustia existencial. También porque escogí la versión de Zaragoza, la primera escrita para los actores y para ser representada directamente. Fue compuesta entre 1627 y 1629. La segunda, de Madrid, es la que hemos estudiado en el colegio. Fue escrita para la imprenta y después de años de la primera.

–¿En qué se diferencian, básicamente?

–En algunas partes del texto las diferencias son sustanciales, pero lo más interesante es que la primera es mucho más nihilista, gamberra y vulgar pero más libre.

–¿Se buscaba mayor perfección para la imprenta o era autocensura?

–Las dos cosas tal vez. Calderón tenía más años y estaba más cerca de la Corte. La Universidad de Liverpool publicó un trabajo crítico muy interesante sobre estas versiones, realizado por el maestro José María Ruano de la Haza, gran estudioso del Siglo de Oro Español. Cuando descubrí la versión de Zaragoza, comencé a preparar la obra para la versión al inglés.

–¿Por qué se publicó fuera de España?

–Porque mi país está lleno de cultura y tiene personas muy talentosas, pero, lamentablemente, eso no es suficientemente valorado.

–¿Acaso no es posible desarrollarse en España?

–Soy de los que desarrollan actividad en el país, pero tenemos que admitir que aún nos falta mucho. Por eso viajamos. Ahora me voy a Viena, invitado a dar una conferencia, después a Stuttgart, en Alemania, a dirigir Parsifal, de Richard Wagner; también a Copenhague, Dinamarca, para el montaje de Pasión, que estrené el año pasado en el Teatro de Basilea. Todas estas cosas las puedo hacer porque tengo dos hijos preciosos y una mujer extraordinaria.

Fuente: Página 12

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