Cuatro siglos de religión, política, estética y sexo. Obras rechazadas por las comunidades en las que fueron producidas, pero que "paradójicamente" se convirtieron después en íconos de la historia.
Mariana Rodríguez Iglesias, historiadora del arte, investigó sobre este tema y lo plasmó en un curso -Escándalos en el Arte- que dictó, por intermedio del espacio Dos Puntos, en el Palais de Glace.
Desde Miguel Angel hasta la actualidad, Rodríguez Iglesias repasa y analiza las obras más controvertidas en los cuatro siglos de la historia del arte mundial.
El conjunto de obras que propone la investigadora generaron escándalo, fueron ampliamente rechazadas por la comunidad en la que se produjeron. Pero, paradójicamente, más tarde resultaron absorbidas por la historia del arte como íconos. Según Iglesias, "son obras que finalmente corrieron los límites de la historia porque el contexto que las contenía esperaba otra cosa de ellas. Hoy, El Juicio Final de Miguel Angel está en la Capilla Sixtina. Si eso no es consagración, ¿qué lo es?", ejemplifica
A Miguel Angel le encargaron esa pintura en un momento en que la Iglesia se encontraba en un proceso de mucha fragilidad porque, con el avance de los luteranos, los fieles católicos mermaban. En medio de la discusión sobre cómo debían pintarse los ángeles, qué se podía volcar a un cuadro y qué no, el maestro del Renacimiento decidió representarlos a todos desnudos. "Eso fue un escándalo: imaginar que en la cuna de la cristiandad, en el Vaticano, un artista desafiara toda la defensa de la Iglesia. El lo hace porque en realidad tiene mucho más placer por lo escultórico que por lo pictórico, y esos cuerpos parecen en tres dimensiones. Quería demostrar que era mejor que los demás en el manejo de la anatomía", explica la historiadora.
El desafío a la autoridad máxima quedó frustrado porque, hasta el día de hoy, en la Santa Sede los desnudos están tapados.
En el plano local, Emilio Pettoruti fue abucheado al traer una muestra de corte futurista de Florencia, cuando todos esperaban ver obras clásicas de París y Roma. La muestra fue escupida y cerrada al público. "Trajo el cubismo; no lo entendieron. La muestra que se iba a exhibir en la Sociedad Estímulo de Bellas Artes de la calle Maipú fue sólo con invitación. El vaivén del rechazo a la aceptación exige un cambio en el horizonte de expectativas de quienes reciben la obra", dice la historiadora.
Hoy, a Pettoruti se lo reconoce como el primer artista abstracto latinoamericano.
"No fue adonde esperaban que fuera y no vio lo que esperaban que viera. Cuando volvió, en 1924, trajo cien obras de técnicas modernas y mostró algo que no imaginaban", agrega Rodríguez Iglesias sobre Pettoruti.
Y si esto fue poco, a Prilidiano Pueyrredón, el principal artista de la propaganda de Rosas y primer retratista de Manuelita, se lo dejó de lado por perverso. Eso pasó cuando se conocieron sus pinturas La siesta y El baño, donde pinta a su criada y concubina bañándose desnuda. Pueyrredón fue un erudito, autor de la nueva Plaza de Mayo y de importantes obras de ingeniería de la ciudad, pero nunca se lo terminó de aceptar porque se conocían sus gustos por las fiestas; era muy liberal y vivía en concubinato con su criada.
En el último tramo, el contemporáneo, Iglesias habla sobre los escándalos con obras de artistas tales como Duchamp, Damien Hirst o Maurizio Cattelan, quienes, desde sus obras, se erigen contra lo religioso o contra lo moral o tratan temas vinculados con el sexo o la muerte de animales.
Como el urinario de Duchamp, que solía estar en una ferretería y no en un museo; el tiburón en formol de Damien Hirst, que podía estar en el museo de Ciencias Naturales, o la Sopa Campbell de Warhol. Obras como éstas causaron tanto enojo en el público que llegaron a poner en duda la definición del arte. "Cuando llega esta parte, la de hablar de las rupturas actuales, los asistentes del curso se alborotan mucho más, se plantean interesantes discusiones y hasta algunos se enojan conmigo", sonríe Mariana Iglesias.
Pero con 400 años de diferencia, la religión parece seguir marcando el camino de las obras que generan más conflictos. En 1536 se censuró el fresco de Miguel Angel y en 1999, el público entraba a una sala de exposición en Milán para intentar salvar al papa Juan Pablo II del meteorito de resina poliéster que lo aplastaba, esculpido por Maurizio Cattelan.
El ejemplo argentino actual es el de la muestra de León Ferrari en el Centro Cultural Recoleta en 2005, en la que, además de haber resultado agredidos el artista y la obra, se cerró la muestra antes de lo pautado.
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