Pinturas. Algunas de las obras imperdibles que se exhiben en la primera muestra antológica de Juan Pablo Renzi en una década.
Homenaje a Juan Pablo Renzi en una muestra de la fundación osde
Fue pintor, creador de objetos y de instalaciones, conceptualista y activista político; un emblema de la vanguardia rosarina de los sesenta.
Homenaje a Juan Pablo Renzi en una muestra de la fundación osde
Fue pintor, creador de objetos y de instalaciones, conceptualista y activista político; un emblema de la vanguardia rosarina de los sesenta.
Judith Savloff
“Creo en una razón mucho más compleja que de alguna manera comprende todos los mecanismos del pensamiento, que no descarta las zonas instintivas, afectivas e inconscientes”, dijo Juan Pablo Renzi (1940-1992), figura ineludible de la vanguardia rosarina y del arte argentino. Y la frase, mejor dicho, una síntesis de ella, se convirtió en el subtítulo de la primera muestra antológica que se le dedica en más de una década.
La exposición, Juan Pablo Renzi. La razón compleja, reúne más de 80 pinturas, objetos, instalaciones, piezas reconstruidas según sus instrucciones y documentos sobre sus acciones. “Aspiramos a mostrar la riqueza de posibilidades de su producción”, dice María Teresa Constantin, la curadora. Léase: un abanico que va de la fiera del color Henry Matisse hasta Ernesto “Che” Guevara, pasando por frescos pompeyanos, el pintor rosarino Augusto Schiavoni (1893-1942), formas del expresionismo abstracto, el minimalismo, panfletos, manzanas y peras hiperrealistas flotantes y “frases” construidas también con representaciones de cafeteras y pájaros.
Constantin explica que el recorrido de la exhibición es, a veces, cronológico y otras “sinuoso, contorneando núcleos. Así se puede seguir una idea –reflexiones sobre el cubismo u otros movimientos–, un tema –las nubes con marco recortado o con tubos de neón huecos, el espacio– o un problema –la política y la historia del arte–”.
Renzi nació en 1940 en Casilda, Santa Fe. Participó del taller de Juan Grela, donde se formó el grupo El taller, que cuestionaba el constructivismo del maestro, pintaba obras expresionistas o daba charlas sobre arte en la Facultad de Medicina de Rosario. “Hizo 50 cuadros parecidos –con manchas– y los tituló con sorna: Retrato de un académico, Gioconda, Bodegón y Paisaje”, cuenta Xil Buffone, curadora asistente. “Siguió la serie de Carcajadas y El general Mambrú (1966), retrato de Onganía tachado”. Ese mismo año, el 66, desechó los marcos. En esta muestra, se encuentra Gran interior rojo, un homenaje a Matisse integrado por dos telas en tonos de rosa que forman una V, con una lamparita pintada de blanco colgando en el centro y su sombra, también blanca, pintada.
Un año después presentó un balde y un charco de agua. “Es –dice Buffone– el primer gesto ready-made de Renzi”. El trabajo que derivó en 1.000 litros de agua y 1.000 litros de aire intercambiables, una de sus obras emblemáticas.
La política y la violencia bullían. Era 1968. Creó un patio con baldosas, macetas con plantas vivas y un caño colgando. En el proyecto para el Premio Braque de ese año, las macetas se multiplicaron en “ejércitos”, dice Buffone, de árboles. Pero, en su lugar, Renzi presentó una idea: “Siempre es tiempo de no ser cómplice”. Y realizó, con otros artistas, el asalto a la conferencia de Jorge Romero Brest, director de Artes Visuales del Di Tella, en Amigos del Arte de Rosario, al grito de que la vida de Guevara y el Mayo Francés eran obras de arte. Participó del movimiento Tucumán Arde, junto a con trabajadores, artistas, estudiantes; en el Equipo de Contrainformación, y realizó más panfletos.
Constantin cuenta que retomó la pintura, “en la intimidad secreta del taller”, a partir del 74. “Para no morirme –dijo– o, en todo caso, para no volverme loco”. Cafeteras. Frutas. Pájaros. Cuadros dentro de cuadros. Los objetos hiperrealistas flotantes que de tan quietos inquietan. Y, como dice Costantin, combinados en “uniones insólitas” para armar “inventarios” de lo cotidiano y, durante el silencio impuesto de la última dictadura, “frases”. Siguieron letras como bajorrelieves, martillos y estrellas rojas y rectas sobre fondos con chorreados, es decir, constructivismo ruso sobre expresionismo abstracto. Su última obra fue Fantasía pompeyana, donde frescos de Pompeya se desvisten hasta convertirse en geometrías de Kasimir Malevich y donde cita, claro, peras y manzanas.
La muestra se puede visitar en Suipacha 658, de lunes a sábado de 12 a 20, hasta febrero, gratis
Fuente: Crítica
“Creo en una razón mucho más compleja que de alguna manera comprende todos los mecanismos del pensamiento, que no descarta las zonas instintivas, afectivas e inconscientes”, dijo Juan Pablo Renzi (1940-1992), figura ineludible de la vanguardia rosarina y del arte argentino. Y la frase, mejor dicho, una síntesis de ella, se convirtió en el subtítulo de la primera muestra antológica que se le dedica en más de una década.
La exposición, Juan Pablo Renzi. La razón compleja, reúne más de 80 pinturas, objetos, instalaciones, piezas reconstruidas según sus instrucciones y documentos sobre sus acciones. “Aspiramos a mostrar la riqueza de posibilidades de su producción”, dice María Teresa Constantin, la curadora. Léase: un abanico que va de la fiera del color Henry Matisse hasta Ernesto “Che” Guevara, pasando por frescos pompeyanos, el pintor rosarino Augusto Schiavoni (1893-1942), formas del expresionismo abstracto, el minimalismo, panfletos, manzanas y peras hiperrealistas flotantes y “frases” construidas también con representaciones de cafeteras y pájaros.
Constantin explica que el recorrido de la exhibición es, a veces, cronológico y otras “sinuoso, contorneando núcleos. Así se puede seguir una idea –reflexiones sobre el cubismo u otros movimientos–, un tema –las nubes con marco recortado o con tubos de neón huecos, el espacio– o un problema –la política y la historia del arte–”.
Renzi nació en 1940 en Casilda, Santa Fe. Participó del taller de Juan Grela, donde se formó el grupo El taller, que cuestionaba el constructivismo del maestro, pintaba obras expresionistas o daba charlas sobre arte en la Facultad de Medicina de Rosario. “Hizo 50 cuadros parecidos –con manchas– y los tituló con sorna: Retrato de un académico, Gioconda, Bodegón y Paisaje”, cuenta Xil Buffone, curadora asistente. “Siguió la serie de Carcajadas y El general Mambrú (1966), retrato de Onganía tachado”. Ese mismo año, el 66, desechó los marcos. En esta muestra, se encuentra Gran interior rojo, un homenaje a Matisse integrado por dos telas en tonos de rosa que forman una V, con una lamparita pintada de blanco colgando en el centro y su sombra, también blanca, pintada.
Un año después presentó un balde y un charco de agua. “Es –dice Buffone– el primer gesto ready-made de Renzi”. El trabajo que derivó en 1.000 litros de agua y 1.000 litros de aire intercambiables, una de sus obras emblemáticas.
La política y la violencia bullían. Era 1968. Creó un patio con baldosas, macetas con plantas vivas y un caño colgando. En el proyecto para el Premio Braque de ese año, las macetas se multiplicaron en “ejércitos”, dice Buffone, de árboles. Pero, en su lugar, Renzi presentó una idea: “Siempre es tiempo de no ser cómplice”. Y realizó, con otros artistas, el asalto a la conferencia de Jorge Romero Brest, director de Artes Visuales del Di Tella, en Amigos del Arte de Rosario, al grito de que la vida de Guevara y el Mayo Francés eran obras de arte. Participó del movimiento Tucumán Arde, junto a con trabajadores, artistas, estudiantes; en el Equipo de Contrainformación, y realizó más panfletos.
Constantin cuenta que retomó la pintura, “en la intimidad secreta del taller”, a partir del 74. “Para no morirme –dijo– o, en todo caso, para no volverme loco”. Cafeteras. Frutas. Pájaros. Cuadros dentro de cuadros. Los objetos hiperrealistas flotantes que de tan quietos inquietan. Y, como dice Costantin, combinados en “uniones insólitas” para armar “inventarios” de lo cotidiano y, durante el silencio impuesto de la última dictadura, “frases”. Siguieron letras como bajorrelieves, martillos y estrellas rojas y rectas sobre fondos con chorreados, es decir, constructivismo ruso sobre expresionismo abstracto. Su última obra fue Fantasía pompeyana, donde frescos de Pompeya se desvisten hasta convertirse en geometrías de Kasimir Malevich y donde cita, claro, peras y manzanas.
La muestra se puede visitar en Suipacha 658, de lunes a sábado de 12 a 20, hasta febrero, gratis
Fuente: Crítica
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