Juntos y por separado, el multiinstrumentista brasileño y el guitarrista argentino dieron todo de sí sobre el escenario, apelando a sus conocimientos pero sobre todo, a su espíritu de absoluta libertad a la hora de componer e improvisar.
Por Diego Fischerman
Imagen: Jorge Larrosa
Luis Salinas se definió una vez como “pollo de campo”. Es, sin duda, un virtuoso, y su dominio sobre el instrumento revela una técnica meticulosamente adquirida. Sin embargo, en el momento de hablar de sí mismo, Salinas elige decir, como lo hizo en el escenario de un Gran Rex colmado por el público, que “no sabe música”. Y, en relación con el tema, contó cómo Hermeto Pascoal, la vez en que se conocieron, lo ayudó a darse cuenta de cómo, para hacer música, no necesitaba “saber música”. El propio Pascoal, en uno de los momentos de su presentación posterior, dijo “para esto no se necesita escuela”. Las cosas son, por supuesto, diferentes. Salinas tal vez no sepa leer y escribir notas pero, como lo demuestran los temas compuestos con los que construyó una presentación impecable, y las improvisaciones –esa otra forma de componer– que siempre aportan novedad y sorpresa, sabe muchísima música. Y la situación no es distinta en el caso de Pascoal.
La reivindicación del lado silvestre e incultivado del arte –en este caso la música– no es, desde ya, ni silvestre ni incultivada. Hay una necesidad que Salinas y Pascoal comparten, la de mostrar a la música como un producto espontáneo, debido tan sólo a la inspiración, y la de mostrarse a sí mismos como artistas tan suficientemente inspirados que cualquier técnica terminaría siendo, en sus casos, superflua. Y esa necesidad compartida es la que hace que este encuentro haya ido mucho más allá de la mera sumatoria de nombres. Más allá de que en la mayoría del concierto cada uno de ellos haya tocado su propia música y con su propio grupo, Salinas y Pascoal mostraron una perspectiva en común. Y en los momentos que compartieron, al principio y al final del set del brasileño, y en particular en ese paseo por distintas geografías que partió de “La última curda” y pasó sin problemas por “Las hojas muertas”, que tocaron a dúo antes de la entrada del grupo de Pascoal, ambos expusieron sus mejores armas.
Salinas, en cuarteto con el eficaz piano de Javier Lozano y dos percusionistas (Alejandro Tula y Pocho Porteño), más el bajo de Amílcar Avalos que se agregó cerca del final, tocó temas propios que rondaron pies rítmicos y células melódicas del folklore rural argentino. No hubo allí ni standards de jazz ni temas nuevos que los remedaran sino un material de una naturaleza totalmente diferente que, con inteligencia y sensibilidad, Salinas desarrolló sin forzarlo hacia ninguna zona estilística predefinida y aprovechando aquello que ofrecía. Pascoal entró al escenario vacío, del que ya se habían retirado el guitarrista y su grupo, diciendo: “No entiendo nada, yo tenía que tocar con Salinas. Salinas, ¿dónde estás? Ven a tocar conmigo”. Ese fue uno de sus gags voluntarios. No fue el caso de lo que sucedió después de que sus músicos entraran desde la platea, haciendo un entramado vocal deliciosamente polirrítmico sobre el que Aline Morena cantaba una de las arias de la Reina de la Noche, de La flauta mágica de Mozart. Una vez ubicados cada uno frente a sus instrumentos, Hermeto descubrió que el suyo no andaba. La escena protagonizada por los técnicos, luchando contra cables y conexiones defectuosas, acabó con el teclado funcionando y Hermeto improvisando una canción cuya letra comenzaba con “mi teclado estaba roto”.
La mezcla de folklore del nordeste brasileño, jazz rock y cierto experimentalismo sonoro ya clásicos en Hermeto se plasmó esta vez en una muy buena actuación, donde se destacaron el pianista André Marques y Vinícius Dorin en saxo, flauta y percusión. El músico, que hoy a las 20.30, en los jardines del Museo Pueyrredón (San Isidro), dará un taller (con show incluido) sobre Musica Brasileña, mostró en este concierto, además, toda su habitual galería de efectos: cantar mientras toca la melódica, como hizo en el último tema del concierto, hacer cantar al público o usar como instrumentos una pava (con el orificio del pico tomado como una embocadura de trompeta) o el chillido de un patito de goma al apretarlo. Y, como cada vez que vino a esta ciudad, su música fue más que el sonido mismo. Fue, sobre todo, un ritual festivo.
8-HERMETO PASCOAL-LUIS SALINAS
Músicos: Luis Salinas (guitarra), Javier Lozano (piano), Alejandro Tula y Pocho Porteño (percusión) y Amílcar Avalos (bajo). Hermeto Pascoal (teclado, melódica, pava, patito de goma, etc.), Aline Morena (voz, guitarra y percusión), Itiberê Zwarg (bajo eléctrico, voz y percusión), André Marques (piano, flauta y percusión), Vinícius Dorin (saxo, flauta y percusión), Fábio Pascoal (percusión) y Marcio Bahia (percusión).
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