La obra que dirige José María Muscari en el Teatro del Pueblo reúne a diez actores que vivieron su momento de fama y hoy estaban prácticamente alejados del circuito. Les toca hacer de ellos mismos.
Por: María Ana Rago
El encuentro fue en la casa de Muscari. Los diez actores del elenco, más su director, se dieron cita en ese departamento de San Telmo, al que el joven teatrista se acaba de mudar y en el que todavía faltan comodidades, pero sobra hospitalidad. Más que la escena de una entrevista para un medio gráfico, parecía la puesta de una obra teatral. Contra la ventana, una mesa con tortas, masas, café y gaseosas invitaron a una dinámica especial para un reportaje. A conversaciones de a pares, tríos o de todos juntos, de pie o sentados, sobre trabajo y sobre la vida. La excusa era el estreno de Escoria (El lado B de la fama), en el Teatro del Pueblo. La entrevista a sus protagonistas reveló a un elenco heterogéneo que inevitablemente lleva a abrir el arcón de los recuerdos, a descubrir a las personas que hay detrás de esos personajes que calaron hondo en el público y a tratar de entender quiénes son realmente Noemí Alan, Liliana Benard, Héctor Fernández Rubio, Osvaldo Guidi, Julieta Magaña, Paola Papini, Marikena Riera, Willy Ruano, Gogó Rojo y Cristina Tejedor.
Casi todos querían trabajar con José María Muscari, autor y director de Escoria. Y ahora, como los propios actores definen, están en "la cornisa", sienten una "adrenalina muy fuerte". "El desafío era trabajar con lo que está en el inconsciente colectivo acerca de nosotros. Y en parte, eso es también una ficción", explica Guidi. Sus personajes en la obra son, en enorme medida, ellos mismos. En la puesta, llevan sus propios nombres y apellidos, y todo lo relativo a sus biografías que dicen en escena es real. "Pero también hay muchas cosas que hago en la obra que no haría Osvaldo Guidi: jamás iría a la fiesta de un productor, jamás le contestaría mal a un compañero. Por eso hay realidad con mezcla de ficción", agrega. "El espectáculo es dulcemente cruel", resume. "Cruel con nosotros, con el medio, con el olvido, con los productores", añade Guidi.
Cuando Muscari los convocó, no había texto escrito. José María investigó sobre ellos. Los dividió en dos grupos y los expuso a una suerte de terapia conjunta. Y así se fueron descubriendo unos a otros y Muscari pudo construir una obra que es "95% de realidad cruda y 5% fruto de la creatividad del autor", calcula Gogó. Una pieza que habla de estos diez actores, pero que pretende hablar de los artistas en general y de algún modo, de lo que puede sucederle a cualquier ser humano. "Los actores, un día estamos allá arriba y después, ahí abajo. Eso es continuo", expresa Paola.
Había una idea inicial: "Trabajar sobre el fenómeno de la fama y qué pasa cuando una persona ocupa un lugar de alta exposición y después eso se vuelve cotidiano", explica Muscari. "Sobre la idea de un productor que no llega y que hay actores esperándolo, empecé a trabajar", relata. Eligió al elenco en función de que fueran artistas que ocuparon un lugar en el medio por sus trabajos actorales y no por ser mediáticos. "Y por otro lado, tenían que ser personas que no tuvieran expectativas de éxito con esta obra. Porque estamos en una sala chica, con dos funciones por semana (los sábados a las 21 y a las 23) y en cooperativa: cada uno se consiguió su vestuario", resume.
"Yo vivo en Maschwitz", cuenta Papini (hija de María Aurelia Bisutti), que se mudó allá hace cuatro años. "Tengo tantas ocupaciones en el campo, los hijos (Cristóbal, de 8 y Catalina, de 14), la casa..., que le había dado de baja a la televisión. Ayer la volví a poner y no podía creer lo que veía", dice. "Es escoria la TV", afirma quien organiza comidas y shows en su casa, junto a su marido, que es cocinero.
Gogó regresó a la Argentina hace seis años, después de toda una vida viviendo y trabajando en el exterior. "Sigo a Muscari desde que llegué al país", asevera. "Y trabajar con él es un sueño realizado", confiesa. Volvió a Buenos Aires, "porque me hinché del mundo y porque quería estar junto a mi hermana (Ethel), que es lo único que me queda", dice.
"La convocatoria de Muscari me provocó seducción. Me pareció lindo que me llamaran para una obra para adultos y que la propuesta viniera de un director transgresor, que tiene un nuevo lenguaje teatral", dice Magaña. "Para mi carrera y mi persona, esta experiencia me enriquece", agrega quien desde hace nueve años es directora de programación en la Secretaría de Cultura de Vicente López. Además, hija de Angel Magaña y Nury Montsé.
"Para mí, Muscari era un desafío", dice Liliana. "Me interesaba ver qué podía hacer con nosotros, que somos de diferentes generaciones y venimos de distintos tipos de trabajo", continúa. "Y nos hemos amalgamado muy bien. Lo que sucede es mágico", afirma. "A mí no se me reconoce por el nombre, sino por Hermana Renata, Felipa, Carola. Y eso es muy bello, porque quiere decir que esos personajes entraron en el corazón de la gente y quedaron en su memoria", asegura esta actriz y escritora, sobrina de Elcira Olivera Garcés, de Abel Santa Cruz y prima de Leonardo Favio.
Pero como nadie es igual a nadie, a Héctor le pasa algo diferente con respecto a la identificación con un personaje. "Me quería sacar un poco a Efraín de encima, porque realmente creo que Efraín comió a Héctor Fernández Rubio y que yo soy capaz de hacer otras cosas", dice. Escoria llega "en un momento de mi vida personal difícil: falleció mi mamá de 98 años y se suicidó una hermana mía. Y esta obra es un renacer de la vida para mí. Siento que ha llegado otro momento de sol y apuesto a mi profesión de actor", expresa Héctor, que se desempeña además como Maestro de Ceremonias de la Secretaría de Cultura de la Nación.
"Si esto no lo hubiese hecho Muscari, no se hubiera podido hacer. Tiene que ver con la luz y la magia que tiene él", dice Marikena, que tiene otro trabajo, además de actriz, en una oficina. Cristina Tejedor es otra de las que quería trabajar con Muscari. Ella trabaja en una Auditoría, desde hace nueve años. "Que me llamara José, fue un volver a la vida", reconoce. "En mi caso, yo no lo conocía a Muscari. Vivo recluída en mi quinta, con mis animales", dice Noemí, quien junto a sus hijos se dedica a criar perros y a su pensionado de animales, en Berazategui. "Y ahora me doy cuenta de que jamás fui dirigida por un director de actores, hasta Muscari", sentencia quien hasta hace 15 días ponía en escena su unipersonal.
"Yo tuve dos momentos muy importantes en mi carrera: uno con Alta tensión y otro con Operación Ja Ja, donde hacíamos "los chetos" con Pablo Codevilla y Silvia Pérez", repasa Ruano. Pero como se había recibido de contador, dejó el espectáculo y se dedicó a su profesión universitaria. En el 98 retomó el trabajo de actor, hasta que en el 2002 tuvo un accidente cerebrovascular. "Quedé hemipléjico y encima tuve un problema de familia bastante jorobado y decidí dejar el espectáculo. Ahora trabajo como remisero. En este país, en cuestiones de trabajo, los que tenemos más de 45 años somos muertos civiles, escoria", reflexiona. Ahora venía de una depresión y "encontré en José el respeto y el afecto que necesitaba". De todos, es el único que estaba apartado de la actuación. Aquí, en un experiencia teatral muy singular.
Fuente: Clarín
El encuentro fue en la casa de Muscari. Los diez actores del elenco, más su director, se dieron cita en ese departamento de San Telmo, al que el joven teatrista se acaba de mudar y en el que todavía faltan comodidades, pero sobra hospitalidad. Más que la escena de una entrevista para un medio gráfico, parecía la puesta de una obra teatral. Contra la ventana, una mesa con tortas, masas, café y gaseosas invitaron a una dinámica especial para un reportaje. A conversaciones de a pares, tríos o de todos juntos, de pie o sentados, sobre trabajo y sobre la vida. La excusa era el estreno de Escoria (El lado B de la fama), en el Teatro del Pueblo. La entrevista a sus protagonistas reveló a un elenco heterogéneo que inevitablemente lleva a abrir el arcón de los recuerdos, a descubrir a las personas que hay detrás de esos personajes que calaron hondo en el público y a tratar de entender quiénes son realmente Noemí Alan, Liliana Benard, Héctor Fernández Rubio, Osvaldo Guidi, Julieta Magaña, Paola Papini, Marikena Riera, Willy Ruano, Gogó Rojo y Cristina Tejedor.
Casi todos querían trabajar con José María Muscari, autor y director de Escoria. Y ahora, como los propios actores definen, están en "la cornisa", sienten una "adrenalina muy fuerte". "El desafío era trabajar con lo que está en el inconsciente colectivo acerca de nosotros. Y en parte, eso es también una ficción", explica Guidi. Sus personajes en la obra son, en enorme medida, ellos mismos. En la puesta, llevan sus propios nombres y apellidos, y todo lo relativo a sus biografías que dicen en escena es real. "Pero también hay muchas cosas que hago en la obra que no haría Osvaldo Guidi: jamás iría a la fiesta de un productor, jamás le contestaría mal a un compañero. Por eso hay realidad con mezcla de ficción", agrega. "El espectáculo es dulcemente cruel", resume. "Cruel con nosotros, con el medio, con el olvido, con los productores", añade Guidi.
Cuando Muscari los convocó, no había texto escrito. José María investigó sobre ellos. Los dividió en dos grupos y los expuso a una suerte de terapia conjunta. Y así se fueron descubriendo unos a otros y Muscari pudo construir una obra que es "95% de realidad cruda y 5% fruto de la creatividad del autor", calcula Gogó. Una pieza que habla de estos diez actores, pero que pretende hablar de los artistas en general y de algún modo, de lo que puede sucederle a cualquier ser humano. "Los actores, un día estamos allá arriba y después, ahí abajo. Eso es continuo", expresa Paola.
Había una idea inicial: "Trabajar sobre el fenómeno de la fama y qué pasa cuando una persona ocupa un lugar de alta exposición y después eso se vuelve cotidiano", explica Muscari. "Sobre la idea de un productor que no llega y que hay actores esperándolo, empecé a trabajar", relata. Eligió al elenco en función de que fueran artistas que ocuparon un lugar en el medio por sus trabajos actorales y no por ser mediáticos. "Y por otro lado, tenían que ser personas que no tuvieran expectativas de éxito con esta obra. Porque estamos en una sala chica, con dos funciones por semana (los sábados a las 21 y a las 23) y en cooperativa: cada uno se consiguió su vestuario", resume.
"Yo vivo en Maschwitz", cuenta Papini (hija de María Aurelia Bisutti), que se mudó allá hace cuatro años. "Tengo tantas ocupaciones en el campo, los hijos (Cristóbal, de 8 y Catalina, de 14), la casa..., que le había dado de baja a la televisión. Ayer la volví a poner y no podía creer lo que veía", dice. "Es escoria la TV", afirma quien organiza comidas y shows en su casa, junto a su marido, que es cocinero.
Gogó regresó a la Argentina hace seis años, después de toda una vida viviendo y trabajando en el exterior. "Sigo a Muscari desde que llegué al país", asevera. "Y trabajar con él es un sueño realizado", confiesa. Volvió a Buenos Aires, "porque me hinché del mundo y porque quería estar junto a mi hermana (Ethel), que es lo único que me queda", dice.
"La convocatoria de Muscari me provocó seducción. Me pareció lindo que me llamaran para una obra para adultos y que la propuesta viniera de un director transgresor, que tiene un nuevo lenguaje teatral", dice Magaña. "Para mi carrera y mi persona, esta experiencia me enriquece", agrega quien desde hace nueve años es directora de programación en la Secretaría de Cultura de Vicente López. Además, hija de Angel Magaña y Nury Montsé.
"Para mí, Muscari era un desafío", dice Liliana. "Me interesaba ver qué podía hacer con nosotros, que somos de diferentes generaciones y venimos de distintos tipos de trabajo", continúa. "Y nos hemos amalgamado muy bien. Lo que sucede es mágico", afirma. "A mí no se me reconoce por el nombre, sino por Hermana Renata, Felipa, Carola. Y eso es muy bello, porque quiere decir que esos personajes entraron en el corazón de la gente y quedaron en su memoria", asegura esta actriz y escritora, sobrina de Elcira Olivera Garcés, de Abel Santa Cruz y prima de Leonardo Favio.
Pero como nadie es igual a nadie, a Héctor le pasa algo diferente con respecto a la identificación con un personaje. "Me quería sacar un poco a Efraín de encima, porque realmente creo que Efraín comió a Héctor Fernández Rubio y que yo soy capaz de hacer otras cosas", dice. Escoria llega "en un momento de mi vida personal difícil: falleció mi mamá de 98 años y se suicidó una hermana mía. Y esta obra es un renacer de la vida para mí. Siento que ha llegado otro momento de sol y apuesto a mi profesión de actor", expresa Héctor, que se desempeña además como Maestro de Ceremonias de la Secretaría de Cultura de la Nación.
"Si esto no lo hubiese hecho Muscari, no se hubiera podido hacer. Tiene que ver con la luz y la magia que tiene él", dice Marikena, que tiene otro trabajo, además de actriz, en una oficina. Cristina Tejedor es otra de las que quería trabajar con Muscari. Ella trabaja en una Auditoría, desde hace nueve años. "Que me llamara José, fue un volver a la vida", reconoce. "En mi caso, yo no lo conocía a Muscari. Vivo recluída en mi quinta, con mis animales", dice Noemí, quien junto a sus hijos se dedica a criar perros y a su pensionado de animales, en Berazategui. "Y ahora me doy cuenta de que jamás fui dirigida por un director de actores, hasta Muscari", sentencia quien hasta hace 15 días ponía en escena su unipersonal.
"Yo tuve dos momentos muy importantes en mi carrera: uno con Alta tensión y otro con Operación Ja Ja, donde hacíamos "los chetos" con Pablo Codevilla y Silvia Pérez", repasa Ruano. Pero como se había recibido de contador, dejó el espectáculo y se dedicó a su profesión universitaria. En el 98 retomó el trabajo de actor, hasta que en el 2002 tuvo un accidente cerebrovascular. "Quedé hemipléjico y encima tuve un problema de familia bastante jorobado y decidí dejar el espectáculo. Ahora trabajo como remisero. En este país, en cuestiones de trabajo, los que tenemos más de 45 años somos muertos civiles, escoria", reflexiona. Ahora venía de una depresión y "encontré en José el respeto y el afecto que necesitaba". De todos, es el único que estaba apartado de la actuación. Aquí, en un experiencia teatral muy singular.
Fuente: Clarín
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