martes, 16 de junio de 2009

"Nunca pensé en otra cosa que en dedicarme a la música"

Alejo Pérez

El director musical del Teatro Argentino de La Plata está entre los 100 artistas destacados de la música clásica argentina. Luego de vivir una década en el exterior se radicó en la Argentina. La decisión precoz de seguir su vocación, la clave del oficio, y por qué se siente un privilegiado.

Por Mariana Merlo

Ser médico, bombero, policía, veterinario y hasta astronauta, puede ser una opción cuando se es chico y le preguntan: ¿qué querés ser cuando seas grande? Aspiraciones que pasan por la fascinación ejercida por un personaje de un dibujito animado o de una película, y que quedan en el camino junto con los borratintas y jugar a la escondida. Pero desde el momento en que Alejo Pérez, con sólo 5 años, sacó de oído el Himno a la alegría tocando la flauta en la salita de Jardín, y fue aceptado excepcionalmente por sus cualidades en el Coro de Niños del Colón a tan corta edad, cualquier especulación sobre qué sería de grande quedaría descartada.

La Fundación Konex acaba de elegir al director musical del Teatro Argentino de La Plata entre los 100 artistas destacados de la música clásica argentina en la categoría de “Director de Orquesta”. Tiene 35 años recién cumplidos y volvió, recientemente, a su Buenos Aires natal después de vivir por una década en Europa. “Allá me va muy bien, pero siempre me tiró mucho el país y, además, ahora estoy en pareja acá. Venía varias veces al año para hacer conciertos, pero ahora tenía la intención de invertir el eje, estar acá e irme a Europa a dirigir cada tanto”, explicó al comienzo de la charla con 7 DÍAS.

–No debe haber sido fácil tomar la decisión de volver con lo bien que le va allá…

–Es que tengo la suerte de que mi actividad en Europa no cambia mucho si estoy permanentemente o no. Nunca tuve una relación de dependencia, excepto por dos temporadas, siempre estuve como artista independiente, laburando mucho, pero de acá para allá. Eso mismo lo puedo hacer desde la Argentina. Quería estar acá, me tiraba la gente, la vida amorosa, familiar, los amigos.

–¿Cuál mencionaría como su primer contacto con la música?

–Fue con unos viejos discos que encontré medio perdidos en vitrinas, en lo de mis padres, eran de música clásica. Y los empecé a escuchar y los repetía una y otra vez. Era un mundo de mucha fascinación, pero también de misterio porque sin venir de familia de músicos me las tuve que arreglar solo para aprender a leer música. Después tuve experiencias en coros de niños, cosas así, porque, obviamente, mis viejos se dieron cuenta de que algo había con la música. En algún momento, alrededor de los 12 años, ya me largué seriamente al piano.

–¿En ese momento se dio cuenta de que la música era su vida?

–Sí, y antes también. Yo quería dedicarme a la música, nunca pensé en otra cosa.

–¿Siente que ha perdido etapas de su vida?

–Bueno, toda puerta que se abre, por más grande que sea, implica muchas que se cierran, o muchas a las cuales uno le da la espalda. Pero nunca me pesó dejar de lado otras cosas que me interesaban por esto que me fascinaba más. Pesaba más la música, siempre.

–¿Siente que el público espera ver a alguien mayor en su lugar?

–No, lo que pasa es que la de director de orquesta es una profesión en la que uno de los componentes importantes es la experiencia, y yo tuve la suerte de haber podido acumular mucha. Eso cuenta mucho a la hora de enfrentar a un grupo de músicos.

–¿Se siente un privilegiado?

–Sí, me siento un privilegiado, pero también sé de primera fuente todo el esfuerzo que significó.

–Se lo merecía entonces.

–Bueno, también hay otra gente que se merece muchas cosas y por ahí no tiene mucha suerte, eso es verdad. Al mismo tiempo hubo mucho esfuerzo de mi parte también, sólo con la suerte no se va muy lejos.

–¿Tiene o tuvo referentes?

–Mi referente ideal como director es, completamente, Carlos Kleiber. Después, por suerte, laburé afuera con músicos muy capos que me abrieron mucho los ojos. Acá también les debo mucho a algunos maestros. Trato de que mis ideales sean siempre inalcanzables para poder empujar el techo hacia arriba; entonces, trato de no erigirme estatuillas de arcilla.

–Entonces, ¿en qué momento de su vida va a pensar “ahora sí, llegué”?

–Es una suerte que disfruto ya hoy de lo que hago, y mucho. Si bien uno tiene sueños, por supuesto, la clave del oficio del buen intérprete, o del buen director, es siempre aspirar no a más, sino a mejor. El día que uno pierde eso empieza a fallar, es un motor. Lo que a uno siempre lo tiene que impulsar es la búsqueda de más calidad, personal, grupal.

–¿Se siente reconocido?

–Sí (esboza una sonrisa).

–No sea modesto.

–No… (piensa). Sí, me siento reconocido, sobre todo cuando estoy trabajando en el día a día, cuando estoy trabajando con el músico, con la orquesta, siento que hay un dar, aunque también recibo.

Fuente: 7 Días

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