Admirable mezcla entre lo sacro y lo profano
Nuestra opinión: excelente
Conocemos de sobra al Roberto Benigni que aparece en el enorme escenario del Gran Rex con movimientos de clown y esa sonrisa exuberante que contagia hilaridad sin necesidad de decir palabra. Una multitud lo ovaciona y festeja por anticipado la catarata de chistes, bromas y observaciones filosas que está por llegar.
Casi dos horas después, otro aplauso estruendoso despide al Benigni que casi no conocíamos. El que acaba de recitar, completo, el quinto canto del Infierno de La Divina Comedia con unción, entrega y admirable compromiso, y se despide ahora casi extenuado, circunspecto, con el rostro serio, dejando la sensación de haber entregado algo muy profundo e intenso.
La fidelidad de Benigni hacia la letra y el espíritu de Dante Alighieri es tan intensa como la osadía de recrearlo con tanto vuelo. Estamos frente al más fervoroso devoto en el siglo XXI de un autor medieval y de su obra magna, a la que recurre como antídoto y consuelo en estos tiempos tan vacíos de espiritualidad.
Por todo eso, el debut de Benigni en Buenos Aires tuvo ribetes excepcionales. Sabemos que es un artista múltiple y que pocos pueden, como él, sostener desde su magra contextura (que se va agigantando con los minutos) casi dos horas de soledad sobre un escenario inmenso, apenas acompañado por un atril y un austero juego de luces. Pero la sustancia del espectáculo sobre Dante que cerró en Buenos Aires una fecunda travesía por todo el mundo, dejó al descubierto que al Benigni conocido habrá que agregarle un nuevo atributo: su enorme condición teatral.
Con el torbellino verbal de un Enrique Pinti encerrado en un cuerpo similar al de Woody Allen, Benigni dispara al comienzo mil y un comentarios ácidos y desopilantes sobre la Italia de Berlusconi, en la tradición de los mejores shows de stand up . Sazona con algunas expresiones en español un espectáculo que seguramente sólo disfrutarán y entenderán a pleno quienes conocen bien la lengua italiana -no en vano identificada como la lengua del Dante-, pero aun quienes no están familiarizados con ese idioma perciben el modo sutil, casi imperceptible y genuinamente teatral con el que Benigni pasa del monólogo cómico a una verdadera clase magistral sobre la Divina Comedia .
Aquí, el artista se convierte casi en un erudito. Con admirable espíritu didáctico recorre casi toda la historia de Italia, sus aportes a la cultura y a la civilización occidental, y nos contagia desde el conocimiento profundo de la época, de las lecturas de los clásicos y del idioma italiano su devoción hacia Alighieri. Los versos, traducidos al español con subtítulos durante la explicación, cobrarán vuelo al final, cuando Benigni recite completo ese quinto canto. En él conviven maravillosamente lo profano y lo sacro.
Marcelo Stiletano
Fuente: La Nación
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