Eduardo “Tato” Pavlovsky es autor y protagonista de Sólo brumas, la obra que, dirigida por Norman Briski, apunta a abordar el filicidio y la cotidianeidad de la indiferencia. Se presenta en el Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543, Ciudad de Buenos Aires), los viernes a las 21.15.
La pieza, que completa su elenco con Mirta Bogdasarian, Susy Evans, Eduardo Misch, volvió a escena para celebrar los elogios que obtuvo en el Festival Internacional de Teatro de Dijon, en Francia.
"Lo de Francia fue algo muy interesante porque nosotros teníamos muy buenas críticas locales, a pesar de que algunos recomiendan no ver mi teatro, 'que es muy fuerte', pero la obra fue ensayada a conciencia y los actores estuvimos bien”, comentó Pavlovsky.
Consultado sobre si la buena acogida francesa se debió al interés europeo por lo argentino, dijo que "la obra trata de la Argentina, somos todos muy argentinos por la forma de hablar y hay un hecho real que ocurrió en Tucumán, donde los médicos dejaban morir a los niños que nacían con menos de un kilo. Pero tengo la impresión, por algunas conversaciones que tuve, que la obra pega más allá porque hay un genocidio mundial que Arnaldo Rascovsky, un famoso psicoanalista, llamaba 'el filicidio'", explicó.
El actor y médico psiquiatra señaló que "los excluidos ya no son como dige (Zygmunt) Baunman 'vidas descarriadas' o 'vidas desperdiciadas', ya son cosas que no existen; como no existen acá en la Argentina, con ocho niños muertos por día por causas evitables".
Volviendo sobre el tema de su presentación en Dijon, señaló: "Creo que hay dos niveles; no era una cosa folclórica del país solamente, sino que pegaba en toda la arquitectura burocrática de una represión diferente. (Los personajes de la obra) ya no eran represores de picana, sino que acá son especies de empleados públicos que tenían la misión de exterminar las cunas que les llegaban, y que no hablaran entre ellos de eso", explicó.
Dijo, además, que para él "la obra es interesante y la puesta de Norman (Brisky) lo certifica: son un grupo de personas discutiendo sobre el amor, la desgracia, el suicidio, la alimentación, los desvelos, la vejez y la muerte, y mientras tanto están llevando cunas al fogón".
Por su parte, Norman Briski, el director de la obra, opinó que "hay una idea de terminar con estos chicos que no reúnen las condiciones para tener nombre y apellido, los tiran en cualquier lado. No hay una idea de mecanización, todo es artesanal. La idea es la de un genocidio anónimo, secreto, no con respecto a estos chicos sino a toda una marginación no atendida con mucho discursos, con muchas voluntades orales pero no pasan de ahí; y están, como esos chicos, en cierto anonimato", agregó Briski. Y sobre esos personajes apuntó que lo que tienen "son viditas, viditas de empleados, la obra es una denuncia a nuestra cotidianeidad, a nuestra alienación para sobrevivir y no para vivir, son viditas que colaboran con el sistema para 'limpiar' sectores de la sociedad".
Pavlovsky, no sólo se quedó en su rol de actor y, como suele hacerlo, refirió su actitud política frente a esta realidad. Al respecto dijo que él y Briski hacen teatro "porque el teatro todavía nos da un sentido a la vida; nos da sentido estar en el escenario sin importarnos la cantidad de gente que hay en la sala. Somos más excépticos que antes sobre las transformaciones, pero no lo somos en el sentido de que la cultura y el bagaje de conocimientos que uno puede transmitir a los 75 años, eso nos da fuerza para poder estar sobre el escenario, y yo lo veo como un acto político importante", expresó.
Fuente: Diagonales
La pieza, que completa su elenco con Mirta Bogdasarian, Susy Evans, Eduardo Misch, volvió a escena para celebrar los elogios que obtuvo en el Festival Internacional de Teatro de Dijon, en Francia.
"Lo de Francia fue algo muy interesante porque nosotros teníamos muy buenas críticas locales, a pesar de que algunos recomiendan no ver mi teatro, 'que es muy fuerte', pero la obra fue ensayada a conciencia y los actores estuvimos bien”, comentó Pavlovsky.
Consultado sobre si la buena acogida francesa se debió al interés europeo por lo argentino, dijo que "la obra trata de la Argentina, somos todos muy argentinos por la forma de hablar y hay un hecho real que ocurrió en Tucumán, donde los médicos dejaban morir a los niños que nacían con menos de un kilo. Pero tengo la impresión, por algunas conversaciones que tuve, que la obra pega más allá porque hay un genocidio mundial que Arnaldo Rascovsky, un famoso psicoanalista, llamaba 'el filicidio'", explicó.
El actor y médico psiquiatra señaló que "los excluidos ya no son como dige (Zygmunt) Baunman 'vidas descarriadas' o 'vidas desperdiciadas', ya son cosas que no existen; como no existen acá en la Argentina, con ocho niños muertos por día por causas evitables".
Volviendo sobre el tema de su presentación en Dijon, señaló: "Creo que hay dos niveles; no era una cosa folclórica del país solamente, sino que pegaba en toda la arquitectura burocrática de una represión diferente. (Los personajes de la obra) ya no eran represores de picana, sino que acá son especies de empleados públicos que tenían la misión de exterminar las cunas que les llegaban, y que no hablaran entre ellos de eso", explicó.
Dijo, además, que para él "la obra es interesante y la puesta de Norman (Brisky) lo certifica: son un grupo de personas discutiendo sobre el amor, la desgracia, el suicidio, la alimentación, los desvelos, la vejez y la muerte, y mientras tanto están llevando cunas al fogón".
Por su parte, Norman Briski, el director de la obra, opinó que "hay una idea de terminar con estos chicos que no reúnen las condiciones para tener nombre y apellido, los tiran en cualquier lado. No hay una idea de mecanización, todo es artesanal. La idea es la de un genocidio anónimo, secreto, no con respecto a estos chicos sino a toda una marginación no atendida con mucho discursos, con muchas voluntades orales pero no pasan de ahí; y están, como esos chicos, en cierto anonimato", agregó Briski. Y sobre esos personajes apuntó que lo que tienen "son viditas, viditas de empleados, la obra es una denuncia a nuestra cotidianeidad, a nuestra alienación para sobrevivir y no para vivir, son viditas que colaboran con el sistema para 'limpiar' sectores de la sociedad".
Pavlovsky, no sólo se quedó en su rol de actor y, como suele hacerlo, refirió su actitud política frente a esta realidad. Al respecto dijo que él y Briski hacen teatro "porque el teatro todavía nos da un sentido a la vida; nos da sentido estar en el escenario sin importarnos la cantidad de gente que hay en la sala. Somos más excépticos que antes sobre las transformaciones, pero no lo somos en el sentido de que la cultura y el bagaje de conocimientos que uno puede transmitir a los 75 años, eso nos da fuerza para poder estar sobre el escenario, y yo lo veo como un acto político importante", expresó.
Fuente: Diagonales
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