Con la palabra como medio para narrar historias, y a partir de allí crear imágenes, los Cuentacuentos o, como se define Claudio Ledesma, “contador profesional de historias”, realizan presentaciones con la técnica de la narración oral.
Algo así entenderá Claudio Ledesma, egresado de la Escuela Nacional de Arte Dramático. “¡Ojo!, no soy actor -aunque tenga el título- sino contador profesional de historias”. Representó al país en Festivales Internacionales de Narración Oral de Chile, Uruguay y Colombia. Coordina el taller y seminario Rayuela, el arte de contar cuentos a nivel privado y en distintas universidades. Su palmarés es extenso y nutrido, pero mejor que contar detalles curriculares mejor es contar de qué se trata esto de contar.
-¿Qué hace un Cuentacuentos?
-El narrador oral o Cuentacuentos es un medio para la historia. El narrador no estudia un texto, sino que se apropia de él y trabaja a través de imágenes, y esto le permite improvisar e incorporar distintos elementos. El público es un interlocutor, que está constantemente generando imágenes para completar la historia conforme a esa unidad con el narrador. El vínculo es más activo, donde el narrador trabaja con la palabra y con el cuerpo. El público es encausado, a través de la palabra, por distintos escenarios y pasando por distintas emociones. A través de la técnica de la narración se pueden contar novelas, leyendas, mitos, un artículo periodístico, un ensayo, a grandes autores. Uno puede producir con el relato.
-¿Cómo llegás a ser narrador oral?
-De chico tenía el vicio de contar, casi de una manera espontánea. Como cuando en la familia tenemos una tía, una abuela que cuenta una anécdota o una película. De grande me encontré con el teatro, hice la carrera de arte dramático en la escuela Nacional. Pero nunca ejercí profesionalmente con el teatro, siempre trabajé con la narración oral. Cuando estaba terminando mis estudios, tomé un curso de Cuentacuentos, el único curso que tomé, y fui profesionalizándome a través del trabajo, del ensayo, prueba error, esto fue ya hace trece años. A raíz del taller que dicto se van armando grupos de narradores. Con el tiempo la idea es que se profesionalicen, para que puedan pulir esa técnica y con la praxis misma del ejercicio de contar realicen espectáculos y cuenten las historias. Por ejemplo en La Plata existen distintos grupos que formaron parte del taller y hoy montan espectáculos con la técnica de la narración, tal es el caso de Palabra de Mujer, Los Decidores, Palabrazo, Palabrabrujas y Rayuela.
-¿Qué diferencias hay entre la narración oral y el teatro?
-Cuando vamos a ver una obra de teatro vemos a ese personaje que cuenta una historia a través de su protagonista, en la narración oral se comparten imaginarios, la idea es que el narrador no muestre, sino que cuente para que el otro se lo imagine. En la narración se establece un vínculo de comunicación, donde el otro que escucha y va recreando las imágenes con su propia historia. Existe una unidad entre el narrador y el que escucha. El narrador trabaja con la palabra y con su cuerpo. Cuentacuentos tiene una estructura distinta a la del monólogo, el cuento dura entre 5 y 7 minutos. Y la idea es que en cada presentación que realizan los grupos de narradores sus integrantes elijan un texto distinto pero con un hilo conductor, para que la presentación tenga una puesta de espectáculo.
-¿Qué rol tiene el Cuentacuentos en la sociedad?
-En la formación del narrador oral la idea no es que se pula y pueda desplegar la narración arriba de un escenario, sino que también lo aplique en su vida y en la rutina en la que se desarrolla. Muchos son docentes, otros son narradores de la comunidad. La idea es formar agentes sociales, porque vivimos en una sociedad bombardeada por la imagen. Quizá exista un auge de la narración oral, porque hay una necesidad del otro de poder crear un espacio para generar su propia imagen, para encontrarse con uno mismo y con su propia historia. Y creo que, a diferencia del teatro, la narración ha tenido auge, porque el teatro está como en decadencia, en el sentido de que ya no se pueden montar esos espectáculos con tantos grupos de actores, o por una cuestión de presupuesto, o la gente ya no puede cumplir con tanta cantidad de ensayos. Falta uno al ensayo y se frustra la obra. En cambio, en la narración únicamente no hace falta un escenario, no hacen falta luces, escenografía, vestuario o utilería. El acto sucede en un aula, en un café, lo único que hace falta es alguien que quiera escuchar y alguien que tenga algo para decir.
Verónica Córdoba
Para ir a escuchar
Juglaria, ecos de las palabras
Claudio Ledesma y
Diego Mastrostefano (cantante).
Sábado 27 a las 22.
Centro Cultural Islas Malvinas,
calle 19 y 51.
Entrada libre.
Cuentacuentos en la Argentina
“El movimiento de los Cuentacuentos se desarrolló en cada país de forma distinta. En Colombia, por ejemplo, surgió en las universidades. Es un país tropical, con mucha vegetación, campus llenos de árboles y plantas. Entonces, esos narradores adolescentes tenían tradición oral. Son los Cuentacuentos de tradición oral en los espacios abiertos, los que conocemos como narradores callejeros. Cuentan su tradición.
Acá, en Argentina, somos más propensos a Cortázar, a la avenida Corrientes, a la librería, somos más del café, ésta es una versión del movimiento Cuentacuentos más literaria. Si bien existe el antecedente en nuestro país, de que en los años ‘60 a través del Instituto Bernasconi, un instituto de formación docente de la época, se utilizó la técnica de la narración para que maestras jardineras les cuenten a sus alumnos. Con una técnica muy primaria, excesivamente pedagógica, con textos hasta en algún punto adoctrinadores, con mucha moraleja. Por esto, quizá, también las docentes fueron quienes adoptaron el rol de narradores, y es por eso que, hoy por hoy, de cien narradores 95 son mujeres”.
“No hay que ser actor”
“La gente que descubre la narración se da cuenta que no hay que ser actor para hacer esto. Cualquier persona con el don de la palabra puede contar un cuento. No hace falta tener un bagaje cultural o literario, eso se adquiere en el taller, y no porque uno se lo proponga, sino porque uno con el deseo de buscar material lo adquiere. Y también tiene un fin terapéutico, no significa contar aquel o tal cuento, sino que al contar se cuenta también, en forma inconsciente, tomamos palabras ajenas, prestadas para comunicar ideas, porque se comparte el goce literario, el criterio estético que desarrolla el autor.
Y además como ser humano quiero decir algo con este cuento, pongo en palabras cosas no dichas. Es terapéutico para el que narra el cuento porque se movilizan partes internas de uno y al que le cuenta el cuento también, porque puede identificarse, simbolizar, exorcizar. Cuando se termina de leer un cuento no termina ahí, el cuento hace un trabajo interno en el tiempo”, explica Claudio Ledesma. Entre sus autores favoritos para narrar incluye a “Córtazar, Benedetti, García Marquéz, no contamos Jorge Bucay o Enrique Mariscal porque esa literatura lo que hace es dar una bajada de línea, y darte una respuesta. Entonces me parece que de esa forma condicionás al cuento a esa única visión. Cuando la literatura tiene múltiples visiones, y cada uno va a tomar la que necesite en ese momento, tanto el narrador como el que escucha”.
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