Por Alejandro Cruz
De la Redacción de LA NACION
"¿Querés que te cuente? -arremete Vivian-. Un día estaba escuchando una conferencia. En el intervalo, me encuentro con Perla, que estaba fumando un cigarrillo. Apenas me ve, me dice: «¿Me acompañás a hacer un teatro?». Yo pensé que me estaba cargando...". Pero no, tanto Vivian como Perla son gente seria, doy fe. El tema es que, después de muchas rifas, desfiles y ayudas varias, en agosto del año pasado inauguraron un hermoso teatro en Tres Arroyos, al sur de la provincia de Buenos Aires. La locura de estas señoras funcionó: actualmente, tiene un promedio de 400 localidades vendidas por función para una sala de 500 butacas. La historia de estas señoras no es un caso aislado, aunque la concurrencia al teatro sea algo para pocos. De hecho, tantos estudios sobre indicadores culturales realizados por la Universidad Nacional de Tres de Febrero (2003) como por el Sistema Nacional de Consumos Culturales (2006) confirman lo que el sentido común indica: que es mayor el consumo del cine que del teatro.
De hecho, durante el año pasado, en la Argentina se vendieron 2.611.435 entradas de espectáculos comerciales y esa cifra, para el cine, es muy poco. Sin ir muy lejos en el tiempo, del jueves de la semana pasada al lunes las diez películas más vistas convocaron en todo el país a 805.153 personas. Sin embargo, lo llamativo es que, según datos oficiales, hay más teatros que cines.
A juzgar por las cifras que maneja el Sistema de Información Cultural de la Argentina (SinCA) y por el Incaa, hay en el país 825 teatros y 779 salas de cine. La diferencia adquiere mayor peso cuando el mismo equipo de sociólogos de la Secretaría de Cultura de la Nación crea el término "espacios de exhibición teatral", una definición operacional que sirve para abarcar un universo compuesto por salas de hoteles, espacios vecinales, salones de actos de las escuelas, clubes, salas teatrales y las mil variedades posibles en las que, eventualmente o no, toma vida la actividad escénica en distintas comunidades. En función de dicho parámetro, el número crece hasta los 2813. Habría que acotar: 2813 "aproximadamente" porque se entran en zonas difusas de acceso y chequeo de la información. Para dar un ejemplo comparativo con otros países, en España había, hasta hace dos años, 1382 espacios abiertos con programación profesional; en Uruguay, 60.
Claro que la falta de datos (algo fundamental para diseñar y gestionar políticas para cualquier sector), agravado por la falta de datos confiables (ahí está el Indec como caso paradigmático), hace que la actividad escénica del país se mueva bajo el mandato del eterno instinto. De hecho, el "olfato" o el marketing casero es el que rige las vidas de Carlos Rottemberg, la persona dueña de más salas en el país, y de Javier Faroni, la persona que produce la mayor cantidad de obras en términos anuales y que el año pasado recuperó la sala de General Roca, ubicada en su Córdoba natal.
Carlos Elía es director del posgrado en Administración de Artes del Espectáculo de la UBA (además de ser el número dos del Complejo Teatral de Buenos Aires). Ante las cifras expuestas, suma su opinión: "El cine necesita una concentración de población mucho mayor que el teatro para poder autosustentarse. Está estudiado que con menos de 50.000 personas en un radio que les permita llegar a la sala en menos de treinta minutos, el cine no es rentable. En cambio, las salas de teatro tienen otras opciones económicas para facilitar su sustentación que pueden ir desde cuestiones culturales hasta reuniones, pasando por fiestas familiares. El uso múltiple favorece su existencia".
Natalia Calcagno, socióloga, es la encargada del equipo del SinCA, dice: "La actividad teatral es una de las actividades culturales más claramente federales. Las industrias culturales están muy concentradas en Buenos Aires y en el conurbano. Sin embargo, en el interior, aparece muy claramente la presencia de la artesanía, la música folklórica y el teatro. Sumado a que no se requiere de mucha inversión para formar un espacio de exhibición teatral, la actividad crece. Desde lo intuitivo, te diría otra cosa: creo que es más la necesidad de hacer teatro que de ver teatro. La necesidad creativa, que aparece bajo la forma de la representación teatral, está presente en los pueblos más chicos de la Argentina".
Desigualdades variasTeatro comunitario. Teatro de verano de Mar del Plata. Teatro del serio, en salas bien serias. Teatro alternativo. Teatro vocacional. Teatro de revista. Todo suma.
Claro que centrados en la distribución de salas por el país, la situación reproduce las desigualdades que se dan en otros parámetros. De hecho, según el SinCA, entre las avenidas Callao, Córdoba, Madero y Rivadavia existen la misma cantidad de espacios de exhibición teatral que en la provincia de Neuquén (73). Entre la ciudad de Buenos Aires (con 230 salas) y la provincia de Buenos Aires (218), se agrupan la mitad de teatros que están desparramados por todo el territorio. Detrás de ellas dos les siguen Córdoba, con 104; Santa Fe, con 45, y Mendoza, con 37.
De todas maneras, el movimiento de las salas es permanente. De hecho, ayer, en Rosario se inauguró el teatro independiente más grande de la ciudad (El Rayo Misterioso), y mañana, en el Multiteatro, se presentará una nueva edición del Festival de Rafaela, Santa Fe, en el que funciona La Máscara, una de las salas independientes más bellas y mejor equipadas del país. En esta línea de crecimiento, de los 221 subsidios entregados el año pasado por el Instituto Nacional del Teatro (INT), 52 de ellos estuvieron dedicados a la compra o al crecimiento de las salas.
Rosa Celentano es productora ejecutiva del Plan Federal que organiza el Teatro Cervantes. A fuerza de horas en ruta, tiene el ojo afilado para detectar. "En general -apunta-, las salas de las capitales provinciales son muy bonitas, pero en todas te encontrás con un problema: los arquitectos solamente hacen grandes o pequeños arreglos en los halls, en la sala y en la fachada. Para ellos, el teatro termina en la embocadura del escenario."
Carlos Rottemberg es el presidente de la Asociación Argentina de Empresarios Teatrales (Aadet). Aporta otro dato en la misma línea discursiva que la socióloga del SinCA: "Hay más movimiento en el interior que en Buenos Aires". Para afirmar lo suyo, pone más de diez ejemplos de salas que se acaban de abrir o están por hacerlo. En términos de inversión estatal, la afirmación del productor teatral también tiene vigencia. De hecho, en lo que va del año, el gobierno de Chaco reabrió el Teatro Español; el de San Juan acaba de anunciar la construcción de un petit Colón, que se llamará el Teatro del Bicentenario; el de Formosa recuperó el cine-teatro Italia, y la municipalidad de Victoria, Entre Ríos, quiere reabrir una sala casi abandonada para los festejos del año próximo.
Como contracara, a lo largo de estos últimos 26 años democráticos, en la ciudad de Buenos Aires, el distrito con mayor inversión per cápita destinada a la Cultura, apenas sumó tres espacios: el CETC (en proceso de reconversión como varias salas públicas porteñas), la Villa Villa (casi en desuso por falta de equipamiento) y el 25 de Mayo. De cumplir con lo que dictaminó la Justicia, la próxima debería ser la reconstrucción del Cine-teatro El Plata.
Aunque es indiscutible el nivel de producción de la escena porteña, en la comparación entre Buenos Aires y el interior surge un dato llamativo: en la ciudad autónoma, hay sólo cinco salas que superan las 1200 butacas (Gran Rex, Colón, Opera, Astral y Lola Membrives), mientras que, en el interior, hay unos 12 teatros de esas dimensiones, casi como si fueran testigos de otra escala de pensar la cultura. Sin embargo, 670.000 entradas se vendieron el año pasado en la escena comercial del interior y casi 2 millones en Buenos Aires. Algo parece no cerrar.
El estado del EstadoSegún el SinCA, en nuestro país, hay 137 salas pertenecientes al Estado (sea nacional, provincial o municipal, y sin contabilizar a las que pertenecen a las universidades públicas). La mayor cantidad está en la provincia de Buenos Aires (36). Le siguen Córdoba (14), Tucumán (13) y Capital Federal (8), en donde está la única sala nacional: el Cervantes.
La otra forma que tiene el Estado para sostener la actividad teatral es mediante subsidios. Con tal objetivo, hace más de diez años, se creo el Instituto Nacional del Teatro destinado al fomento del teatro independiente. En la ciudad autónoma, también funciona Proteatro, y leyes similares ya tuvieron tratamiento legislativo en las provincias de Buenos Aires, de Chaco y de Tucumán. Así es que los teatreros hacen fuerza para tener leyes que los protejan para tener salas mejor equipadas y -así- hacer la rueda de los circuitos teatrales girar.
Raúl Brambilla es director del INT. Forma parte de esa rueda. A su manera, explica este movimiento continuo: "En la vieja Argentina, más allá del rol de la Iglesia, los espacios de encuentro eran el salón o el cine. En los pueblos, los cines se fueron cerrando, pero la necesidad de tener un espacio en dónde reunirse sigue viva. Mientras tanto, cada vez hay más escuelas de teatro y más facultades de arte. Los grupos salen con la necesidad de meterse en la aventura de tener un espacio, es como el sueño de la casa propia. ¿Qué teatrista no soñó alguna vez con tener un teatro?".
Muchos lo hicieron. De hecho, hace 22 años Cristina Banegas decidió transformar su casa en teatro y ahí está, vivito y coleando, El Excéntrico de la 18. Y ahí está Perla y su teatro en Tres Arroyos. O el mismo Carlos Rottemberg. O los mismos actores. O la misma gente de las comunidades más diversas que luchan por tener su sala porque, en realidad, ¿qué habitante del pueblo no soñó alguna vez con ir al teatro?
73 es la cantidad de espacios de exhibición teatral que hay en el microcentro. La misma que en Neuquén.137 son la cantidad de salas pertenecientes al Estado.
230 son los teatros que hay en la ciudad autónoma y 218 en la provincia de Buenos Aires.
2.611.435 las entradas vendidas para obras comerciales el año pasado.
Fuente: La Nación
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