Por Guadalupe Treibel
Aureliano, de Román Podolsky (Harina y Guardavidas), es una obra de microrrelatos que, tamizados desde el amor, describen el (in)consciente personal de Greta, una mujer en sus cuarenta que acaba de mudarse, de desplegar objetos que hablan y ayudan a construir, con delicadeza, la mirada de una llegada y una partida: el amor que fue y, de varias maneras, sigue siendo.
En la cadencia de las palabras que atrapan –acompañadas gestual y expresivamente por una Roxana Berco que se luce–, las historias mínimas y las pequeñas teorizaciones sobre una planta, un vestido (“Si está sufrido, hay que sacarlo a pasear para que olvide... Un día que no importe mucho salir con un vestido sufrido”), una flor, una montaña, las peluqueras o Paraguay (símbolo de traición) arman el rompecabezas de un sentimiento: el del amor, visto desde la mirada femenina, el desencanto y la pureza. Y, por qué no, la geografía.
Las frases –a priori, simples– esconden la complejidad del tiempo compartido, real o fantasioso: “Las plantas y las flores se chupan el sol. Y las nubes no existen”, define con agridulce sensación ella y pierde la inocencia recuperada y vuelta a regalar. “¡Canciones y caprichos!”, demanda “hambrienta”, a la espera de una señal. En sus propias palabras: “Hacer el amor en los mensajes. Y caer. Caer hacia arriba. En espiral. Una caída en subida. Sin gravedad. No detener nunca la caída. Hasta el próximo mensaje... Hasta que sobre el mensaje”.
Las impresiones de este “monólogo” –acompañado por la presencia “fantasmagórica” en piano y baile de Mariano Pérez de Villa, el silencioso Aureliano de Greta; más que una persona, un signo– juegan a dos que se buscan y se evaden, que se mueven en un espacio no-compartido, como si ambos estuvieran en distintos planos. De a dos pero desde una: desde Greta y su cadencia.
No por nada una cita de Roberto Juarroz “guió” la dramaturgia (cargo compartido por Podolsky, Berco y Pérez de Villa): “El poeta no tiene otra alternativa que inventar o crear otros mundos. La poesía crea realidad, no ficción. Afirmo que la poesía es realidad y para mí es la mayor realidad posible porque es la que cobra conciencia real de la infinitud”.
Así, los pasadizos visuales están armados desde el recuerdo (o la fantasía/realidad) de una mujer que amó y ama, que se entrega a lo “musical” gracias a las canciones de Aureliano y su piano, que juega desde la sonoridad de las palabras y, entre puntos apartes y comas, despliega lo fulminante del decir, del saber decir. De querer así, entre luces y sombras, palabras chinas, canción. Por y contra un baile “salvaje” que termina en pequeños quejidos de placer.
La puesta depurada también dice. Más allá del aislamiento, cada color, cada cosa, es un link pertinente y, entre una caja, una ventana, una soga, vestidos y cabezas de muñeca, Greta recuerda y pide y, entre los dos, “hacen andar el amor”. Si camina o renquea, eso es sapo de otro pozo. ¤
Fuente: Página 12
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