domingo, 15 de noviembre de 2009

Los rostros del pasado

Un fotógrafo recuperó imágenes del Museo de La Plata tomadas en 1906 por científicos alemanes a comunidades indígenas de Jujuy. Cien años después viajó al mismo lugar y retrató a sus descendientes. Una historia de discriminación y opresión bajo dos lentes diferentes.

“El indígena proporciona la obra de mano barata y fácil de manejar de que se sirve uno, cuando la necesita, y en la época que no se trabaja, no ocasiona gastos ni de casa ni de comida”. “Esta gente representa sin duda un elemento importante en la explotación de la riqueza del país y en la época en que se necesitan brazos constituyen un cuerpo de obreros sumamente baratos y sin pretensiones”.

De este modo, el antropólogo alemán Robert Lehmann Nitsche se refería en 1906 a las comunidades indígenas que trabajaban en el ingenio de azúcar La Esperanza, en la provincia de Jujuy. Sus palabras acompañaban fotografías de los pobladores tomadas por otro alemán, el entomólogo Carlos Bruch, ambos del Museo de La Plata, y quedaron registradas en una investigación que hoy es testimonio de la visión que por aquellos años los científicos, en general, tenían sobre los pueblos originarios.

A primera vista, en las fotografías se observan rostros y cuerpos con signos de dolor, cansancio y resignación. Y si se pone más atención, se percibe el maltrato al que eran sometidos: heridas en las piernas producidas por grilletes, marcas de castigos en los brazos de las mujeres o lesiones por enfermedades vinculadas al bagazo de la caña de azúcar. Esto fue lo que descubrió cien años después el fotógrafo y documentalista Xavier Kriscautzky en un sótano del Museo cuando, con entusiasmo, se embarcó en un proyecto de recuperación del archivo fotográfico de esa institución.

Cuando comencé a rescatar las viejas placas me encontré con una gran cantidad de negativos de vidrio que estaban en muy mal estado de conservación; amontonadas en sucios escaparates, la humedad había hecho estragos en ellas y la exposición a temperaturas oscilantes había dejado su impronta”, dice Kriscautzky.

Pero a medida que recuperaba las fotos ese entusiasmo inicial se transformó en indignación. “Una mezcla de emoción y ansiedad me recorría en cada placa recuperada. Los rostros expuestos parecían mirarme y decirme tenés que contar qué nos pasó”.

Así fue como ese proyecto que tenía como fin mejorar el material fotográfico terminó convirtiéndose en un libro donde Kriscautzky recuperó de la oscuridad de los sótanos del Museo la historia de opresión, discriminación y genocidio que tuvo como víctimas a los pueblos originarios.

Ayer y hoy

Desmemoria de la Esperanza. Ese es el nombre que Kriscautzky eligió para su libro, donde expone fotografías de agosto de 1906 tomadas por Bruch para la expedición científica encabezada por Lehmann Nitsche. El primero era el responsable del Archivo Fotográfico, y el segundo estaba a cargo de la Sección Antropología.

Las fotos constituyen una selección de más de 160 negativos de vidrio que fueron rescatados y puestos en valor por Kriscautzky. Los científicos alemanes realizaban esas investigaciones en el ingenio porque tenían vínculos con los dueños. Entonces podían estudiar las características físicas de la gente y los obligaban a posar. “Tomaron unas 300 fotos. En los rostros se ve la humillación”, admite Kriscautzky en diálogo con Hoy.

Según el autor, en las fotos se observan las marcas de la explotación económica y la opresión cultural que se ejercía sobre los pueblos indígenas como consecuencia del avance del proceso civilizatorio. Los resultados de esa campaña se publicaron al año siguiente en una revista del Museo donde Lehmann Nitsche contaba sus impresiones.

Cien años después, en 2006, Kriscautzky regresó al mismo lugar y retrató a los descendientes de aquellas familias explotadas que hoy siguen viviendo en esas tierras. Estas últimas fotos aparecen también en el libro, contrapuestas a las primeras. La mirada del fotógrafo en ellas es distinta. “La gran diferencia entre las imágenes del pasado y las del presente es la posición que asumen los protagonistas de las fotos. Fotógrafo y fotografiado. Al principio del siglo pasado, los hombres y mujeres eran obligados a posar frente a la cámara; en las del presente son cómplices”, analiza Xavier.

Sin embargo, hay algo que no cambió. Y eso fue lo que descubrió Kriscautzky. “Volví al mismo lugar en la búsqueda de los rastros del pasado, y resulta que en vez de los rastros del pasado me encontré con los rostros del pasado. La gran semejanza entre el ayer y el hoy está en los rostros, en las condiciones de trabajo inestable, en la extrema pobreza, en su condición de excluidos”.
Del libro Desmemoria de la esperanza se publicaron 20 mil ejemplares y, actualmente, se distribuye en las escuelas de todo el país como material antidiscriminación.

“Cómo pudieron fotografiar, describir, observar esta gente sin ver seres humanos frente a ellos, sin sentir el sufrimiento, la humillación, la injusticia que se cometía. Cómo durante un siglo estas fotos publicadas, estas descripciones hechas, fueron consultadas por hombres y mujeres de la ciencia sin que pudieran reconocer que lo importante no es saber a qué grupo étnico pertenecen, sino cuánto nos parecemos”.

Xavier Kriscautzky

Una muestra reparadora en un lugar prohibido

En noviembre de 2006 Xavier Kriscautzky regresó a Jujuy y realizó una exposición fotográfica en las ruinas del Centro Recreativo La Esperanza, un lugar donde sólo podían entrar los ingleses dueños del ingenio y sus “distinguidos” invitados. No permitían el ingreso de los trabajadores criollos ni de los indígenas.

Allí armó la muestra con fotos ampliadas del Museo, tomadas por Carlos Bruch en 1906, y las que él sacó en 2006. El propósito era reflejar la interacción entre una historia ausente en la memoria de los pueblos originarios y los actuales mitos que mantienen vivos sus recuerdos del pasado. “La experiencia fue fantástica, porque la gente empezó a ver que su memoria no estaba toda pérdida, a entender por qué para el carnaval se vestían de determinada manera. Es gente muy sensible. Lloraba al recordar las narraciones de sus abuelos”, contó Xavier.

El oro blanco del azúcar

Los miembros de las comunidades indígenas que Xavier Kriscautzky conoció en Jujuy son descendientes, fundamentalmente, de aba guaraní. Eran traídos a esa provincia desde Bolivia, Chaco y Formosa. “Dado los años de discriminación algunas personas me dijeron que han preferido olvidar el pasado, porque si vos decís que sos indio te dan los peores trabajos o no te los dan. La discriminación está presente”, dijo el fotógrafo a Hoy.

Sobre el destino del ingenio La Esperanza, Xavier contó que los antiguos dueños lo dejaron “cuando el oro blanco del azúcar había dado lo suficiente en riquezas a costa de la sangre de los pobladores”. “La sangre quedó en estas tierras y las riquezas se fueron para Inglaterra. El ingenio fue vaciado en los ‘90”, concluyó.

Fuente: Hoy

No hay comentarios: