sábado, 21 de noviembre de 2009

La oportunidad de un cambio

Hace más de cuarenta años, María Fux desarrolló una metodología innovadora en un campo desconocido, en la intersección de la danza con la terapia psicofísica: se trataba de la danzaterapia, recién en pañales, un método que, a través de estímulos musicales y visuales, permitía que personas con cualquier tipo de discapacidad se expresaran, integrándose con normalidad dentro de un grupo.

Fux dedicó su vida a la danzaterapia: trabajó con niños, adolescentes y ancianos; con alumnos sordos, con síndrome de Down y no videntes; recorrió el mundo para contar sus experiencias en congresos y seminarios; abrió centros de danzaterapia en Trieste, Florencia, Milán, Madrid y Buenos Aires; capacitó a psicoterapeutas, psicólogos, fonoaudiólogos, profesores de gimnasia, médicos, docentes y maestros de danzas. Pero, además de danzaterapeuta, Fux tiene una extensa carrera como bailarina y coreógrafa: actuó en el Teatro Colón como solista en 1954 y 1960, sus giras la llevaron por Polonia, Rusia, Estados Unidos, Israel, México, Brasil, Cuba y otros puntos extremos del planeta. En 1971 presentó el primer espectáculo en el que incluyó bailarinas sordas. Su experiencia de vida y profesional está condensada en varios libros que ha publicado en castellano, italiano y portugués: Danza, experiencia de Vida, Primer encuentro con la danzaterapia, La formación del danzaterapeuta, Fragmentos de vida, Después de la caída continúo con la Danzaterapia, ¿Qué es la danzaterapia? Preguntas que tienen respuesta y Ser danzaterapeuta hoy. Desde 2002, Fux es Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires.

En esta nueva etapa que comienza luego de sus últimas funciones como bailarina, María Fux se propone “seguir dando todo lo que tengo, como lo hice en toda mi vida, a través del movimiento”. Es que está pensando en su labor debajo del escenario, en sus alumnos, en las generaciones de danzaterapeutas que formó en Argentina, España e Italia, en sus clases para mayores, para chicos sordos y con múltiples discapacidades, en su férrea creencia en la danza como herramienta “para generar el cambio”. “Siempre considero que hay más para hacer –asegura ella–, porque el mío no es un método cerrado.”

La danzaterapia le ha dado muchas satisfacciones a Fux, que no habla de curas, pero sí de cambios y transformaciones en las personas a partir de los ejercicios corporales que propone en clase. Antes que se le pregunte, ella sola recuerda a un caso memorable, el de una alumna especial, que llevaba su mismo nombre: “Hace muchos años, en el Maitén, en la época en que se buscaban guerrilleros en la montaña, se encontró en una cueva a una indígena en cuatro patas, comiendo porquerías del piso. No era un animal, sino una niña, que estaba con pústulas, pelos en el cuerpo, que comía excrementos y tomaba la teta de la madre. Esta última murió en el momento en que llegaron los gendarmes. A la niña la encerraron en una jaula, hasta que una monja la adoptó como hija, la llamó María y la trajo a Buenos Aires. Un día la hermana trajo a María a mi grupo de danza de niños; me dijo que era sorda y que no hablaba. Ya caminaba, pero tenía los brazos extremadamente largos y la espalda encorvada. Allí comencé con ella un camino lento pero fructífero de aprendizaje. María se convirtió en uno de mis grandes amores, siguió creciendo conmigo, aprendió a hablar, fue a la escuela y yo le pedía ver sus cuadernos para ver cómo progresaba, hasta que un día me dijo que ella quería enseñar como yo. Con esto quiero decir que siempre hay un camino, que es posible producir cambios. El movimiento y la danza son el modo que yo he encontrado para generarlos”.

Fuente: Página 12

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