miércoles, 11 de noviembre de 2009

Karina K es la Ed Wood del bel canto

¡Brrra-vo!. La actriz logra que una obra larga y reiterativa sea arte mayor. Souvenir, de viernes a domingos en el teatro Regina/TSU. Escoria, viernes y sábados, en dos funciones 21 y 23 hs en el Teatro Del Pueblo.

Leni González

“El arte no puede ser gobernado por la cautela.” Por supuesto que Florence Foster Jenkins tenía razón, aunque esta máxima aplicada a ella misma le haya valido ser considerada por la crítica la peor cantante lírica del mundo. Sin embargo, en contrapartida, le regaló a los cronistas una muy buena historia de mesianismo inofensivo y, tal vez, una interesante reflexión acerca de la esencia del éxito, el poder de la voluntad y la duda cruel sobre el paradigma del buen gusto.

Con los dólares necesarios como para hacer lo que quisiera en las primeras décadas del siglo XX, esta estadounidense sabía para qué había nacido. Ni se le ocurrió contrariar al designio: con la excusa de reunir fondos benéficos, esta especie de Ed Wood del bel canto organizaba recitales selectos en Filadelfia y Nueva York que terminaron nada menos que en un Carnegie Hall colmado de risas, codazos y burlas. Pero pocos llenan el prestigioso teatro. Y ella lo hizo.

O mejor dicho, lo hicieron. Porque la acompañaba el pianista Cosme McMoon, el lado B de la historia, el que padece, el contrariado, la hoja en el viento, el que estuvo ahí especialmente por dinero, otro poco por ternura y una pizca porque intuía que algo grande iba a pasar antes sus ojos. Y, como suele suceder en estos casos, a quien le tocará relatar el cuento.

Souvenir, la comedia musical de Stephen Temperley que dirige Ricky Pashkus en el Regina/TSU, es el desarrollo de este sueño o capricho loco (¿cuál es la diferencia?) llamado Foster Jenkins. Una sala elegante, un piano, un narrador –el músico, coreógrafo y actor Pablo Rotemberg como McMoon– y las apariciones de la diva, con sus interminables ensayos y vocalizaciones hasta el concierto y broche final: no hay más que eso. La obra resulta larga, reiterativa y, a diferencia de lo que pregonaba “la señora” –como le decía su empleado y cómplice–, sin desafíos ni desenfreno. Pero en escena está Karina K, capaz de convertir “la cautela” en un arte mayor.

Ganadora del premio ACE a la mejor actriz en comedia, la composición de la actriz es un ¡brrra-vo! como los tantos que recibió Florence, pero muy en serio: la postura corporal de mujer mayor, los tics, esa torpeza mal disimulada, el diálogo consigo misma o con sólo aquello de lo que quería enterarse del entorno y esa voz compuesta de alaridos y gorjeos mostrando los dientes, frente a la resignación vergonzante del maestro pianista. “Sea despiadado conmigo”, le suplica ella. Nunca un pedido resultó tan imposible de complacer. Porque además de conocer a este estrafalario personaje, además de Karina K y su talento, Souvenir nos deja probar el sabor picante y auténtico de las grandes mentiras.

Fuente: Crítica

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