sábado, 14 de noviembre de 2009

El cuerpo del insomnio

PANTOMIMA Y CLOWN, armas escénicas de Gousseff, alumno de Marcel Marceau.

Discípulo Phillipe Genty, el francés Nicolás Gousseff pasó por Buenos Aires con una obra que reseña la batalla de un hombre solo para conciliar el sueño.


La comedia se repite todos los días. Sucede en todas partes, en todo el mundo, desde que el lenguaje, la cultura y ¿la natura­leza? misma del hombre convirtie­ron las actividades más elementa­les –más animales– en decisiones calibradas o en simples manías para ordenar el caos. Comer, de­fecar, tener relaciones sexuales y dormir concienzudamente: tiene gracia y tiene tragedia. "Todos de­cimos 'bueno, me voy a dormir'. Nos ponemos la mano en un lu­gar o debajo del cuerpo, giramos una, dos veces. Y luego ocurren esos momentos preciosos que a mí me interesan, como el último gesto que hacemos antes de dor­mirnos definitivamente. Ponemos en marcha el despertador, que al final es como una bomba, lo úl­timo que vemos a la noche y lo primero que vemos a la mañana", explica, con acento francés en un castellano plagado de italianismos, Nicolás Gousseff.

Este actor, director, mimo y marionetista de formación eclécti­ca y maestros de la talla de Marcel Marceau y Phillipe Genty, desembarcó otra vez el sábado en Buenos Aires con su obra Dor­mir , luego de una primera y más tímida experiencia junto a Ernesto Torchia.

En Dormir todo es claro y di­recto. El lenguaje es corporal y el conflicto, uno solo: la batalla de un hombre en escena –el propio Gousseff– que se dispone a des­cansar y que debe lidiar con su propio insomnio. Tiene gracia, tie­ne tragedia y produce empatía en cualquier espectador, también en los chicos. "Quise hacer una obra bastante ligera en la que la angus­tia aumentara progresivamente. El sueño y la cama despiertan un universo agradable, pero el in­somnio tiene una fuerza para an­gustiar que es muy inquietante", agrega Gousseff, al tiempo que reconoce que semejante profun­didad de análisis sólo puede pro­venir de alguien que ha transitado demasiado tiempo el tortuoso lim­bo del sueño inalcanzable. "Sufrí bastante de insomnio, pero me interesa mucho, porque es como una isla en la mitad de la noche. Las cosas que se escriben durante el insomnio, suelen estar muy li­gadas a la locura y al inconsciente. Una idea muy profunda a la ma­drugada puede ser muy estúpida por la mañana", larga este admira­dor del argentino Daniel Veronese y su Periférico de objetos.

Precisamente del teatro de ob­jetos y de su pasado como mimo y marionetista se nutre Gousseff para entusiasmar y perturbar (co­mo debe ser) a grandes y a chicos y crear "una esquizofrenia a tra­vés de los objetos" que tiene a su alcance, una cama, una sábana, sombras y no mucho más. "Me encantan las obras que son para todos. En la obra hay angustias que los chicos conocen muy bien y que los adultos pueden recordar y recuperar. Hay un cruce de mi­radas", se entusiasma.

–A Phillipe Genty, uno de sus mentores, también le gustaba trabajar con el sueño y el incons­ciente...

–Después de la gira mundial con No me olvides , que dirigía Philli­pe necesité separarme de él, como un hijo de su padre, cuando ne­cesita espacio. En Dormir no hay nada más que una cama, un vaso de agua y un despertador. El mío es teatro pobre, pero el contacto con Phillipe me dio la magia y el placer de regalarle la ilusión al pú­blico, porque no hay que frustrar­lo siempre. La diferencia es que Phillipe es como un mago, crea la ilusión y la gente no entiende cómo lo hace, conmigo el público ve todo, no hay trucos; los espec­tadores crean la ilusión.

– Marcel Marceau fue su otro gran maestro. ¿Cómo lo recuerda?

–Pasaron treinta años. Fue el mi­mo más grande de todos. Tenía una conciencia muy grande del rit­mo escénico. El hablaba de la mú­sica del silencio, porque el arte del mimo es como las esculturas, que tienen un tiempo más lento, más profundo, más interno. Marcel era siempre el modelo perfecto, ideal para imitarlo, pero era difícil hacer algo distinto a su lado.

–Y buscó su propio camino.

–Exacto, la marioneta se volvió muy importante, igual que el tea­tro japonés y el barroco. Siempre estoy buscando cosas nuevas, tra­bajando con textos contemporá­neos, buscando un lenguaje. Esa es mi preocupación.

Entre la pantomima y el clown , Gousseff escenifica sus divagacio­nes sobre el inconsciente, el sue­ño cotidiano y las pesadillas del mundo diario. " Dormir es una regresión, pero si en política dor­mimos, despiertan las dictaduras, la guerra, el éxodo, y el exilio", ter­mina. Tiene razón, tiene gracia y tiene tragedia.

"Dormir", por Nicolás Gousseff
El Cubo (Zelaya 3053)
Días y horarios: Sábado 14 y Domingo 15/11

Fuente: Revista Ñ

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