jueves, 26 de noviembre de 2009

El CELCIT-Argentina

En el relato de su director, Carlos Ianni

Olga Cosentino

Que los milagros ocurren no es algo sencillo de demostrar, tampoco imposible; y el teatro es, entre los lugares propicios para lo asombroso, un escenario privilegiado. No se trata en este caso del milagro poético que genera un espectáculo logrado; ni del que permite que el héroe muera al final de una función para resucitar al comienzo de la siguiente.

Pero no deja de ser un milagro del teatro que la filial argentina del CELCIT (Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral) haya perdido su sede en 2007 y en menos de un año haya encontrado otra mejor gracias a la solidaridad activa y eficaz que despertó en la comunidad teatral del país y del exterior la noticia de su inminente desalojo.

Y que en la actual temporada 2009 ofrezca una programación de excelencia integrada por una versión de "Minetti", de Thomas Bernhard, protagonizada por Juan Carlos Gené con dirección de Carlos Ianni, y haya estrenado de "Lovely Revolution", de Enrique Papatino, dirigida por Enrique Dacal. Además de una veintena de cursos y talleres para principiantes y profesionales en las más diversas disciplinas (actuación, dirección, dramaturgia, comicidad, gestión teatral, entre otras), dictados por maestros de nivel internacional como, entre otros, Verónica Oddó, Jaime Chabaud, Marco Antonio de la Parra, Teresita Galimany, Arístides Vargas, Charo Frances o los mencionados Juan Carlos Gené y Carlos Ianni.

En el subsuelo de un edificio del barrio histórico de Montserrat, en la ciudad de Buenos Aires, el director del CELCIT-Argentina, Carlos Ianni, revela sin exitismo y con el bajo perfil que caracteriza toda su trayectoria, algunas de las claves que permiten comprender por qué, en medio de las dificultades propias de cualquier proyecto cultural y social en América Latina, fue posible revertir una instancia crítica hasta convertirla en un despegue y una apuesta al crecimiento. Porque el inmueble donde el CELCIT-Argentina tenía su sede desde hacía 14 años tuvo que ponerse a la venta en 2007 por el endeudamiento de su propietario, que no era otro que Luis Molina López, director del CELCIT-España, quien batallaba por su parte contra los molinos de viento en su propia tierra manchega, intentando levantar de las cenizas —reales, no metafóricas— a que había quedado reducido el Teatro La Veleta (del CELCIT-España), tras el incendio que lo convirtió en escombros en 2005. Cadenas de correos electrónicos lograron miles de adhesiones, y la mala fortuna de dos teatros hermanos devino finalmente en la recuperación del ámbito perdido y en la confirmación —por si alguna duda quedaba— de que uno y otro son necesarios para movilizar voluntades con la terquedad de los convencidos.

Hoy el CELCIT-España ha vuelto a abrir las puertas de La Veleta, en las afueras de la muy clásica y teatral ciudad de Almagro, en Castilla-La Mancha, y el CELCIT-Argentina hizo lo propio en el reciclado sótano de un edificio porteño de principios del siglo pasado.

EL TEATRO IBEROAMERICANO Y EL DESTINO PERSONAL

Actualmente el CELCIT-Argentina tiene una actividad múltiple e intensa, que Carlos Ianni conduce, secundando a Juan Carlos Gené, presidente de la institución, junto a un minúsculo (en número, no en fervoroso compromiso) equipo de seis personas: Teresita Galimany, sus hijos Soledad y Pablo, Solange Krasinsky, Claudia Quiroga y Juan Lepore.

- ¿Cuándo ingresa usted al CELCIT?

- Llegué en 1981, buscando ayuda para seguir con "Boda blanca", la obra de Tadeusz Rosewicz que producíamos con dirección de Laura Yusem. Fui a ver al director Francisco Javier y ahí conocí el CELCIT. En 1983, en ocasión de un encuentro regional de investigadores de historia del teatro, ingresé definitivamente. El asunto me apasionaba, me fui involucrando cada vez más.

- ¿Los objetivos del CELCIT en los primeros años eran los mismos que hoy?

- Sin duda. Y el objetivo central de facilitar el diálogo y el intercambio teatral iberoamericano fue una idea a la que me adherí de inmediato. Desde hace más de treinta años es la única institución independiente, no gubernamental y sin fines de lucro al servicio del teatro de América Latina, España y Portugal, que ofrece un espacio para la creación, la investigación, la formación y la difusión de las artes escénicas iberoamericanas en el mundo. Para ello, la tarea se centraliza en tres secretarías internacionales: la de Formación y Creatividad, con sede en Argentina, la de Promoción y Difusión, con sede en España, y la de Investigación y Publicaciones, con sede en Venezuela. Además, se han ido creando filiales y delegaciones en distintos países de América Latina, Europa. E. U. y Asia.

PROYECCIONES Y PRODIGIOS EN LA ERA CIBERNÉTICA

- ¿Con qué países de Latinoamérica tiene el CELCIT-Argentina una relación más fluida?

- En lo que hace a nuestros talleres, siempre están llenos de gente de todo el continente, principalmente de Uruguay, Chile, Brasil, Venezuela, Cuba, México, Ecuador, Perú. Y cuando son talleres intensivos hay más gente de fuera que de dentro. En la Revista, el intercambio con periodistas e investigadores es continuo, y va aun más allá de América Latina, ya que colaboran profesionales de Europa y Estados Unidos.

- El CELCIT cumple una labor que hoy está considerada una de las más calificadas, dinámicas y completas por los teatristas de todo el mundo.

- Me consta. En el 2003, en París, me llamó el presidente de la Sociedad de Autores para saber cómo manejábamos nosotros lo de las publicaciones en internet, una herramienta que incorporamos en el año 2000. Desde entonces, la sección Publicaciones / Dramática Latinoamericana de nuestro sitio en la red (www.celcit.org.ar) ya cuenta con más de 300 obras de autores de Argentina, México, Bolivia, Chile, Nicaragua, Perú, Brasil, Costa Rica, Colombia, Ecuador, Honduras, Cuba, Puerto Rico, Venezuela, Uruguay, Portugal, España y E. U. Todos esos textos pueden ser bajados gratuitamente a la computadora de cualquier interesado.

- ¿Quién lleva adelante, en términos prácticos, la labor del CELCIT en internet?

- Como siempre, concurren varias singularidades. Pero es mi hijo Pablo quien conduce con más propiedad esa área. Inicialmente, se nos ocurrió tener un sitio en internet por simple cuestión de imagen. No me imaginé lo que se venía. Algunos me pedían obras de teatro o vinculación con los autores y me pareció bueno poner las obras directamente en internet, si los autores estaban de acuerdo. El desarrollo fue veloz y de pronto descubrimos que esto nos puso en contacto con todo el mundo. Pensar que antes los únicos recursos para comunicarnos eran llevar una carta al correo o, después, escribir un fax. En el caso de la revista Teatro/CELCIT, uno de los grandes problemas que teníamos era el costo de la impresión y el de la distribución. Eso lo resuelve hoy la publicación en la red. Ahora, lo que hay que tener es el oído atento para ver qué queremos y qué demandas tenemos que satisfacer. Pero lo cierto es que conseguimos poner en contacto intereses comunes entre gente que está muy lejos físicamente, lo cual hasta hace poco era impensable.

Desde sus orígenes caribeños, el CELCIT ha atravesado las dificultades y los vaivenes de un continente en esforzado crecimiento. Y puede decirse sin modestia —aun contra la voluntad del entrevistado Carlos Ianni— que la sede argentina no sólo no ha bajado la guardia ante un abanico de obstáculos históricos y coyunturales, sino que se ha posicionado como un faro solidario y movilizador desde su ubicación, al sur del sur del teatro iberoamericano. Y se proyecta con un vigor que no puede disimular ni su más discreto conductor. Al punto que la labor del CELCIT ha sido declarada de interés cultural por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, y sus realizaciones artísticas, editoriales y de investigación han merecido más de una veintena de premios y nominaciones. Es la cosecha de la pasión, el compromiso y el trabajo. Aunque a Ianni lo sorprenda sorprenda como si se tratara de un milagro.

Fuente: Revista Paso de Gato (México 2009-11-25), celcit

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