lunes, 16 de noviembre de 2009

Criterio estético y gran dinámica

La pianista ucraniana Anna Fedorova dio una lección de buen gusto

Concierto de la Orquesta Filarmónica y Coro Estable del Teatro Colón
. Director: Alejo Pérez. Solista: Anna Fedorova. Programa: Concierto para piano en arreglo de A. Warenberg de Rachmaninov y selección de El príncipe Igor de Borodin. Teatro Coliseo.

Nuestra opinión: buena

Fue un concierto generador de una posible polémica. Sería evaluar si alguien tiene derecho a crear una nueva obra a partir de ideas surgidas de la mente de un compositor consagrado. En este caso, se ofreció la posibilidad de conocer un quinto concierto para piano de Rachmaninov que nunca escribió, pero que nació de la ocurrencia del pianista ucraniano Alexander Warenberg, quien tomando en forma incompleta la segunda sinfonía del creador de un lenguaje sinfónico muy propio, hizo un nuevo concierto para piano y orquesta.

Por fortuna, para apreciar en el mejor nivel esta curiosidad, se contó con la joven batuta de Alejo Pérez, figura que enorgullece por el don de su carismática personalidad y pulcra escuela de dirección, y logró plasmar una versión fidedigna al estilo expansivo del compositor. También, y al mismo tiempo a lo largo de toda la obra, se contó con la positiva actuación de una exquisita pianista ucraniana, Anna Fedorova, quien con calma y sin muestras del tradicional nerviosismo de un debut ofreció una lección de buen gusto y refinamiento desde el teclado.

Ambos, pianista y director, como mimetizados con el mismo criterio estético, ofrecieron el arreglo de Warenberg, respetando el colorido e intensidades distintivas de Rachmaninov, aun en aquellos pasajes reiterados y hasta superficiales que tantas veces aparecen en sus obras, aquellos reprochados por expertos, pero tan del agrado de los públicos, jueces supremos que en definitiva son los que decretan la vigencia en el tiempo de las obras inmateriales de los sonidos. Y como fue muy justo, el cálido aplauso final justificó un agregado de Fedorova, sobrio y sencillo. Un deleite de buena ejecución y de paz espiritual.

Escuela rusa

La segunda parte estuvo dedicada a una selección del arte lírico de la escuela nacionalista rusa, de la cual formó parte el químico Alexander Borodin, a través de su ópera El príncipe Igor , de la que se escucharon la obertura y cuatro momentos de la acción dramática, incluyendo las célebres danzas polovtsianas. Se pudo oír al Coro Estable del Colón, que, duele haber recibido esta impresión, por momentos careció en esta actuación fugaz de su ancestral calidad sonora, empaste y precisión, tema que seguramente estaría vinculado a la incomodidad de no haber contado en este tiempo con un ámbito adecuado para ensayos y sin una programación artística con trabajo permanente y disciplinado, pese al empeño de Marcelo Ayub, recientemente a cargo de su dirección.

Sin embargo, en la versión interpretativa de Alejo Pérez hubo excelente dinámica, acierto en el encuadre estilístico del autor y un brillante desempeño de los primeros atriles de cada una de las filas de la orquesta, destacándose en especial el joven clarinetista Eloy Fernández Rojas, especialmente contratado junto a varios otros músicos para este concierto.

El público se retiró del Coliseo dando evidencia de haber pasado un muy buen momento de distensión espiritual y anímica, tan necesaria en estos tiempos complejos e impredecibles de la República.

Juan Carlos Montero
Fuente: La Nación

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