lunes, 16 de noviembre de 2009

Biográficas y emotivas odas al movimiento

Escena de Escrito en el aire, el nuevo trabajo de Oscar Araiz Foto: Gentileza Teatro San Martín

Imperdible cierre de temporada del Ballet del San Martín

Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín, con dirección de Mauricio Wainrot. Programa: Escrito en el aire, de Oscar Araiz, Alfred Schnittke (música), Renata Schussheim (vestuario), Eli Sirlin (iluminación). Duración: 33 minutos. Voces del silencio, de Mauricio Wainrot, Peteris Vasks (música), Carlos Gallardo (escenografía y vestuario), Eli Sirlin (iluminación). Duración: 42 minutos. Funciones: los jueves, a las 13; los viernes y sábados, a las 20.30; los domingos, a las 19.

Oscar Araiz revisita su prolífica producción. Mauricio Wainrot crea la obra más difícil de su vida. Juntos, los dos de estreno, en un hecho casi sin antecedentes (casi, porque una situación similar compartieron ambos hace 35 años, cuando el actual director del Ballet del San Martín estrenó su primer dúo, casi un ejercicio coreográfico, en el Odeón). Sencillamente, el programa que cierra la temporada de la compañía contemporánea oficial es imperdible para los amantes de la danza, la danza entendida como movimiento (en las antípodas de la no-danza que llaman danza otras concepciones por estos días).

Escrito en el aire se vale de materiales de obras que el propio Araiz montó en sus 50 años de carrera, algunas muy viejas y otras más recientes, para concebir una nueva, definitivamente con su sello. Lo más notable en esta suerte de biografía profesional es su integridad como pieza, sin marcas de collage, aun cuando los espectadores de ojo más avezado en estos bailes puedan distinguir las frases a las que se alude.

Con un sólido Diego Poblete y la siempre destacada Laura Higa en los principales roles, en su construcción la coreografía pone también de relieve el trabajo de un cuerpo de baile ajustado, que entra y sale de escena desde un fondo negro, que absorbe y eyecta esos cuerpos, tan bien dispuestos a interpretar los momentos de suspenso y otros, dramáticos, del Concerto Grosso N° 1, de Schnittke.

Tan protagonista como éstos parece el paño blanco que baila y se resignifica en los movimientos; un objeto al que el coreógrafo ha recurrido varias veces en su trayectoria y que aquí es manto y manta, alfombra y telón, bolsa y capucha, tobogán y trampolín.

Hasta que la muerte

El homenaje que Wainrot le hace a Carlos Gallardo (escenógrafo y vestuarista de sus obras, compañero de su vida, que murió en diciembre último) es conmovedor: la noche del estreno emocionó a la sala Martín Coronado, que aplaudió de pie.

Voces del silencio tiene, por un lado, los rasgos distintivos del coreógrafo, de sus desafiantes segundas posiciones a esos brazos de pájaros de gran porte, de su omnipresente hambre de espacio a su apreciable coralidad. Y también cuenta con la línea inequívoca del fallecido artista plástico, sus faldas con el peso exacto, los bancos como lugar de silencio o de reposo.

Las once parejas del Ballet Contemporáneo que interpretan las más abstractas escenas grupales hablan en su idioma, con dominio técnico y una dinámica que estos jóvenes conocen desde el cascarón. Además, está la pareja central, integrada por dos valores, Sergio Muzzio y Lucio Rodríguez Vidal, que junto con la ascendente Sol Rourich componen la faz narrativa de la obra. Los tres intérpretes se entregan a esta intensa historia de amor que termina cuando ella, la muerte, conduce por su senda a uno de los dos hombres.

Constanza Bertolini
Fuente: La Nación

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