martes, 3 de noviembre de 2009

Artistas que resignificaron las cartas del tarot

Salvador Dalí

Las barajas consejeras de quien se pregunte por el devenir fueron fuente de inspiración para numerosos artistas a lo largo de los siglos. Salvador Dalí realizó una de las versiones más conocidas, y en Argentina, Xul Solar dejó su versión ligada a la astrología.

El futuro genera, en mayor o menor medida según cada ser humano, angustias de difícil superación. El miedo a lo que sucederá va de la mano con las ansias de saber al menos una pizca de los sucesos que nos estén esperando a una vuelta de página del tiempo. Y entrar en contacto con el devenir -aunque las respuestas provengan de dudosas fuentes o hasta de supersticiones- tranquilizó a la humanidad desde tiempos inmemoriales.

El tarot, al servicio de la adivinación del porvenir, se utilizó históricamente en este sentido para aquietar estas urgencias, y también su complejidad y misterio fueron objeto de apropiación de numerosos artistas que resignificaron las figuras que componen sus cartas. Ya desde sus comienzos el tarot se asoció al arte: en el siglo XV, la familia Visconti-Sforza encargó un lujoso mazo con láminas de oro; y en el siglo XX hubo una explosión de cartas diseñadas por artistas.

Orígenes

El origen de estas cartas, por su obvia impronta ocultista y esotérica, jamás fue certeramente esclarecido. Existen distintas teorías acerca del surgimiento de las cartas de tarot: unas dicen que cuando Moisés recibió las Tablas de la Ley hizo dibujos para transmitir mejor la palabra divina. Otras tradiciones ubican los inicios del tarot en los antiguos templos iniciáticos egipcios y lo asocian con la mítica figura de Hermes Trismegisto (considerado el padre del saber hermético).

La primera baraja del tarot moderno -que se dice que se conserva en la Biblioteca Nacional de París- fue creada para el duque de Milán en 1415. Sus 78 cartas evocan figuras arquetípicas colectivas que representan los aspectos psicológicos universales. Muchos señalan que su revelación puede asimilarse, como Freud marcó, a las visiones que aparecen en los sueños. Así, entre los arcanos mayores y arcanos menores, figuran el Mago, la Suma Sacerdotisa, la Emperatriz, el Emperador, el Sumo Sacerdote, los Enamorados, el Carro, la Justicia, el Ermitaño, la Rueda de la Fortuna, la Fuerza, el Colgado, la Muerte, la Templanza, el Diablo, la Torre, la Estrella, la Luna, el Sol, el Juicio, el Mundo y -sin número- el Loco.

Existen numerosas interpretaciones sobre su simbolismo: la más aceptada afirma que las 7 primeras cartas conforman la evolución del ego, las preocupaciones exteriores (desde el nacimiento hasta los 28 años); las 7 siguientes apuntan a la trascendencia del ego para encontrarse a sí mismo (introspección que va desde los 29 a los 56 años); el último septemio corresponde a la etapa posterior a los 56 años, es el camino hacia la sabiduría y la afirmación del desarrollo espiritual.

Resignificaciones

Las barajas de este método oracular para consultar la sabiduría superior, más allá de sus asociaciones simbólicas, se resignificaron desde su carácter eminentemente plástico. El tarot artístico más famoso fue el Tarot universal de Dalí, de 1984: ninguno de los otros tarots contemporáneos pudo igualarlo en su belleza y valores esotéricos.

Dalí intentó modernizar y clarificar el valor simbólico de cada uno de los arcanos en una simbiosis de tradición y modernidad; la técnica utilizada para esa unión de lo prototípico y lo actual fue el collage, y el resultado fueron arcanos de una gran plasticidad y a la vez iconoclastas, que también resultaron transparentes en cuanto a su lectura, y se tomaron luego como un compendio de la historia de la pintura.

Fueron cartas un poco más largas que las habituales, lo que le concedió al mazo una curiosa sensación de irrealidad. El Tarot Dalí, como la mayoría de sus piezas artísticas, se constituyó con su impronta de arte surrealista (aparecen los relojes blandos, el Quijote enraizado en un árbol, Gala y el autor como el Mago) como un compendio de sabiduría iniciática.

En Argentina, el caso más emblemático de resignificación de las famosas cartas fue el tarot de Xul Solar. El inclasificable y versátil artista del siglo XX realizó 24 naipes en témpera sobre papel del tamaño de la baraja española. Los llamó Tarot con coecos astri (“Tarot con correspondencia astrológica”). Cada una de las barajas fue dibujada con lápiz y luego pintada sobre cartulina. De un tamaño de 9,5 por 5,8 centímetros, hoy en día se encuentran exhibidas en su museo, en Capital Federal.

Su tarot vinculó al juego con la cábala y la astrología, combinando los diversos planos. Es que Xul dibujó y pintó, en los doce primeros naipes de su tarot, los doce signos zodiacales que ya había retratado anteriormente, pero ahora con pequeñas variaciones. En la segunda serie, el pintor abandonó los signos del Zodíaco y dibujó y pintó los símbolos tradicionales del tarot de Marsella, fusionando la iconografía de cuño medieval con invenciones gráficas propias. Como todo en su arte, le introdujo variantes: no dibujó algunos de los arcanos mayores del tarot medieval, como el Loco, la Sacerdotisa, la Emperatriz, la Muerte, la Templanza, la Estrella y el Universo. Sí realizó su personal versión sobre ellos.

Además, Xul los dispuso formando columnas para cada elemento: la primera corresponde a las cartas de aire, identificadas por el color azul; la segunda a las cartas de tierra, por el color amarillo; la tercera a las de fuego, por el color rojo; y la cuarta a las de agua, por el color verde.

Otra artista que redibujó las cartas de tarot fue la francesa Niki de Saint Phalle, que hizo un parque de esculturas (algunas de ellas habitables como casas) con los arcanos. En Argentina, Kirin, Artemio Alisio y Silke. Entre los más jóvenes: Claudia Melo y Bárbara Steimberg echaron mano de las tecnologías digitales para rehacerlas; Diego Perrota pintó las figuras con líneas negras sobre fondo blanco; Gabriel Gün dibujó una serie matizada con cierto aire de perversión; y Dani Dan pintó otra con una estética más pop y grafitera.

Además de artistas, historiadores y ocultistas, también han creado sus propias barajas: Wirth, Grand Etteilla, Crowley y Rider, y hasta existe una inspirada en Osho. Se dice que el tarotista es siempre elegido por su mazo de cartas; no por nada, estos genios de la pintura hicieron de estas cartas todo un arte.

Fuente: Hoy

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