jueves, 10 de septiembre de 2009

Verte reír

Teatro del Callejón presenta Ji, ji, ji, una comedia en la sala B del Pasaje Dardo Rocha. Un reconocido dramaturgo en decadencia convoca a actores a una audición para representar su última comedia. Durante la prueba se sucederán situaciones disparatadas, imprevisibles y reveladoras que lo harán confrontar con su propia obra, reformulándose finalmente su mirada acerca del arte

Verónica Córdoba

La inspiración de los autores surge a partir de sus emociones, un desencuentro amoroso, una muerte allegada o el encontronazo con episodios de la vida. Una situación diaria se transforma en una historia a ser contada, en forma de comedia, drama o suspenso. Muchas veces, quizás en su mayoría, esas historias son disparadas por la realidad que rodea al dramaturgo. Es decir, con sólo mirar alrededor nacen los personajes que darán sustento a una obra. El problema es cuando en la cabeza de ese iluminado escritor se cruzan sensaciones dispares que no dejan a las ideas expresarse en el papel.

Ji, ji, ji, una comedia se trata de eso: de la situación que contextualiza la creación de una historia. El condimento principal es que el dramaturgo protagonista, Molière, se encuentra en decadencia, y realiza una audición con el objetivo de encontrar a los actores para que representen su última comedia. Este personaje es tomado de la literatura occidental, conocido bajo el nombre de Jean-Baptiste Poquelin, pero reconocido como Molière. Fue un dramaturgo y actor francés del siglo XVII, considerado el padre de la Comédie Française, y sigue siendo el autor más interpretado. Despiadado con la pedantería de los falsos sabios, la mentira de los médicos ignorantes, la pretenciosidad de los burgueses enriquecidos, Molière exalta la juventud, a la que quiere liberar de restricciones absurdas. Muy alejado de la devoción o del ascetismo, su papel de moralista termina en el mismo lugar en el que él lo definió: “No sé si no es mejor trabajar en rectificar y suavizar las pasiones humanas que pretender eliminarlas por completo”, y su principal objetivo fue el de “hacer reír a la gente honrada”.

Los actores que audicionan para Molière son bien opuestos, con ellos aparece la juventud, lo longevo y hasta lo infantil. A su vez, cada uno tiene marcado con su andar, vestir y hablar la procedencia de su situación social. Molière deberá definir a quiénes le adjudicará los papeles protagónicos de su historia. Su tarea no es fácil, ya que su conciencia no le permite mantener la necesaria claridad para decidir la elección. Sólo es una parte de lo que fue como escritor, es un manojo de contradicciones. El protagonista pasa por estadios que lo perturban hasta llegar al lugar de preguntarse cuál es la motivación de crear una historia. Sus ideas se aclaran cuando la palabra amor sale de su boca, a partir de allí lo que vivió en las audiciones le parecerá algo conocido y prácticamente ya vivido.

La obra tiene humor, ironía y un gran despliegue en el escenario por parte de los protagonistas. El vestuario es estridente y remarca los rasgos que hacen a cada uno de los personajes. Es una invitación para todos aquellos que continuamente buscan por medio de la comedia una forma de contar la frustración, las contradicciones y la decadencia humana, “corrigiendo las costumbres riendo”.

Ficha técnica:

Ji, ji, ji, una comedia

Elenco: Karina Yalungo, Graciela Ponsa, Marina Licciardo, Lucrecia Amentrano, Agustina Pierres, Silvana Pierres.
Escenografía: Julia Lasarte, Rocío Puente.
Operador técnico: Ana Mallo.
Asistente de vestuario: Adriana Matar.
Vestuario, dramaturgia y dirección: Silvana Pierres.

Domingos de septiembre en la sala B del Pasaje Dardo Rocha, 50 entre 6 y 7, a las 20 hs.

Fuente: Hoy

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