miércoles, 2 de septiembre de 2009

"No soy más judío ni peronista ni izquierdista"

Foto LA NACION

Norman Briski: actor, director y autor

Tiene cinco obras en cartel; es el psicólogo de Tratame bien; el jueves estrenará en cine Los chicos desaparecen, y dice no saber si se está muriendo o naciendo para otra cosa.

Por Carlos Pacheco
Para LA NACION

Cinco proyectos lo tienen en este momento como director. No actúa en ninguno y esto le parece "algo exótico". Norman Briski hoy despunta el vicio de la actuación en TV y eso puede parecer extraño (también lo hace en el cine: el film que protagoniza, Los chicos desaparecen, de Marcos Rodríguez, se estrenará pasado mañana en las salas). Pero el psicólogo que interpreta en Tratame bien, por El Trece, es el único pequeño espacio que le ha dado a su ser actor. "Y lo paso fenómeno ahí con Cristina Banegas, Julio Chávez y el resto de la gente ?cuenta?. Es que mi práctica escénica hoy se da por los lugares de la dirección".

Y también por la divulgación de su producción como dramaturgo, ya que varios de los trabajos que presenta son de su autoría. Un campo que ha venido desarrollando con fuerza en los últimos años y que lo llevó también a publicar sus textos. Sin ir más lejos, acaba de estrenar en Calibán, su espacio, Cabezas trocadas, una peculiar obra en la que la magia y la política parecen darse la mano.

El creador dice que "al teatro uno no lo hace cuando se lo propone sino cuando las cosas se dan. Este es el único país del mundo donde muchísima gente está trabajando sin otro interés que jugar con esto que es tan lindo y que es el teatro. ¿Pertenezco a una raza en extinción? No da la sensación porque el teatro como deporte sigue muy vivo".

¿En eso también entra tu experiencia de dramaturgo?

Es un placer muy distinto al de la actuación y la dirección. Lo paso bárbaro. Ojalá pueda tener más tiempo para escribir, aunque va a venir solo, porque una gamba no va a querer andar más o un brazo tendrá su problema. Y ahí me dedicaré de lleno a la escritura. Probablemente vaya amasándome con la escritura, como un varón domado que escribe. Recién ahora da la impresión de que escribo bien. Me doy cuenta de que las palabras se parecen a lo que uno piensa cuando les das tiempo. Las palabras tienen su propia iniciativa. Por suerte he vivido el tiempo social histórico de la lengua anterior a esta informática. Hubo un momento en que los hombres pusieron la lupa en el lenguaje. Adoro a Benjamin, a Roland Barthes, a Jean-Paul Sartre, a toda esa gente que me ha dado un instrumento humanista del lenguaje, no un instrumento posmoderno del lenguaje. Con la informática aparece ese vaciamiento tan doloroso.

En general, tu creación dramática se liga a mundos de profunda oscuridad. ¿Por qué?

Los bordes, la marginación, tienen mucha más vitalidad para develar lo alienados que estamos. Mirar la locura, sentirla e interpretarla es siempre una novedad. Uno se acerca a esos lugares porque sabe que va a desafiar algo, que incluso va a tener miedo.

De alquimias

Cabezas trocadas surge a partir de conocer la experiencia de un alumno que es mago. A Norman Briski le fascinaba ese trabajo y decidió escribir una obra en la cual un truco resulta provocador de una gran inquietud. "Escribí la historia de un tipo al que le cortan la cabeza y la ubican en el cuerpo de otro ?cuenta?. Unas lecturas de Deleuze me aproximaron otras cuestiones referidas a la cabeza. Deleuze desarrolla la potencia de la cabeza como un huevo. Cuando tiene miembros, cuando tiene partido (miembros del partido), cuando tiene órganos (organización), pierde la potencia. Con esa idea política y la idea del mago apareció algo que termina relacionándose con algo amoroso. Es como si me dijeran hoy «¿darías tu cuerpo para que el Che se levante?»."

En tu espectáculo anterior, La posta de los generales, también partías de cierta iconografía política de los años 60, la ponías en el presente y eso provocaba una severa reflexión. Es como si necesitaras mirar para atrás, generacionalmente, y confrontar aquellas cuestiones con el presente...

Algunos me cuestionaron mucho ese trabajo. Eran dos personajes que ya no hay en la realidad. Esos que quieren usar su potencia celular revolucionaria y ya no pueden. Y entonces, ¿qué pasa con ellos? Se mueren. Un amigo se da cuenta y le dice al otro: "Volvamos a plantear la posibilidad de convocar a una marcha". Yo creo que la convocatoria es extremadamente coherente. Que yo vaya a Plaza Italia y empiece a convocar una marcha hasta Honduras, por ejemplo. Por qué nosotros, como pueblo, no marchamos en contra de esta toma de poder arbitraria. Me parece coherente. Hay una idea de sensatez: es el cuándo. En el amor y en todo hay un cuándo. Y también hay una cobardía. Probablemente hoy sería el cuándo, pero tenemos miedo. Si hoy me dicen qué modificaría de este país, diría que una gran marcha. Convocaría a una gran marcha para tener un país en serio y sin ninguna bandera política.

¿Ves muy mal al país?

Lo veo terrible. No hay ninguna luz al final del túnel. Me da bronca que siendo latinoamericano no tenga una idea más liberadora. Y no soy beckettiano, soy más bien denunciante. No soy más judío, no soy más peronista y no soy más izquierdista. Al no ser más, o me estoy muriendo o estoy naciendo para otra cosa.

Es muy doloroso haber perdido todo eso...

Son cosas que uno puso: trabajo, abnegación, despojos, todas cosas lindas, y uno ve que van a parar al carajo. Ahora siento que soy más anarquista. Me parece que llegué al lugar al que llegamos todos, nos cuesta caminar. Leo mucho a Walter Benjamin y él ya lo había dicho: el progresismo es una catástrofe. Y lo dice él, que es como el papá que uno hubiera querido tener. Pero uno siente que no está solo, porque encuentra muchos jóvenes que todavía no se infectaron de organización o de partido.

Norman Briski es un nombre que siempre ha estado ligado a un teatro de la resistencia, desde la actividad del grupo Octubre en los años 70. ¿Qué pasó con eso?

Sigue siendo. He trabajado con un grupo en la escuela Belgrano que hicieron cinco obras, con el grupo Maquinando de la Imprenta Patricios, me fui a Zanón [fábrica de cerámicas recuperada], en Neuquén, e hice un trabajo con los obreros. No hablaría de teatro de la resistencia sino de un teatro de los territorios liberados. La resistencia sería estar en contra de? y ellos están produciendo con un sistema económico que hace que esas bases de trabajo sean totalmente distintas. Son archipiélagos, como decía Eugenio Barba. Y es lo mejor que se puede hacer. Es el trabajo garantizado que no vas a entregárselo a nadie, sino a los mismos que produjeron el cambio.

Obras en cartel

  • Vidé/La cinta fija se presenta los jueves, a las 20, en el Centro Cultural Caras y Caretas (Venezuela 370). En su sala Calibán (México 1428 PB 5), ofrece Cuentos para el coco, los lunes, a las 21; La posta de los generales, los sábados, a las 20.45, y Cabezas trocadas, los sábados, a las 22.30. En tanto que los viernes, a las 21, sigue en cartel en el Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543) Solo brumas, de Eduardo Pavlovsky, con su dirección
Fuente: La Nación

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