'SOY MEDIO GUACHO'. Así se define Kartun como director teatral. 'Me pesan más las amistades que los padres', dice. MARCELO CARROLL
Clásico contemporáneo de la escena argentina, Kartun vuelve a dirigir un texto propio, donde la Semana Trágica de 1919 resuena en una Mar del Plata aristocrática.
Clásico contemporáneo de la escena argentina, Kartun vuelve a dirigir un texto propio, donde la Semana Trágica de 1919 resuena en una Mar del Plata aristocrática.
Por: Jorge Dubatti
Durante muchos años, Mauricio Kartun sostuvo que un dramaturgo no debía dirigir sus obras. De pronto, observando los buenos resultados de algunos de sus discípulos, que escribían y se dirigían a sí mismos, se preguntó: ¿y yo, por qué no? Empezó a autodirigirse en 2003, con La Madonnita, luego siguió con El niño argentino (2006) y ahora es el turno de Ala de criados.
Para esta ocasión eligió un elenco notable, un equipo creativo de primera calidad y, luego de una intensa y prolongada investigación, salió a montar esta historia marplatense enmarcada por la Semana Trágica de 1919, en la que tres "niños" aristócratas, para alegrar a "Tata", destruyen una biblioteca anarquista.
¿En qué imágenes se origina "Ala de criados"? ¿Es resultado de un largo proceso, como ha sucedido con sus últimas obras?
Haciendo arqueología poética, se iniciaría allá por los 70 en uno de mis primeros intentos de escritura. Una pieza que nunca terminé y transcurría como ésta, durante la Semana Trágica. Desde allí se me viene cocinando ese universo. Después acá más cerca, vengo trabajando a diario desde hace un año con este texto y su puesta. Arrancó todo, como suele pasar, de un impulso medio azaroso. En una sobremesa de asado hablábamos con Daniel Veronese de esas adaptaciones tan piolas que ha hecho de Chéjov y me apareció la ocurrencia de escribir algo de clima chejoviano: veraneantes, días de tedio con brutas pasiones abajo, esas cosas. Una imagen fortuita disparó la historia un tiempito después y ahí apareció la Mar del Plata aristocrática, el Pigeon Club, la Semana Trágica y de ahí el proceso. A Chéjov me lo terminó tapando la desmesura criolla.
"Ala de criados" es una radiografía de la subjetividad de derecha en la Argentina y del colaboracionismo de la clase media con los sectores dominantes de la derecha. ¿Teatro político, entonces, una manera de preservar la capacidad de producción ideológica del teatro?
Dicho así, una carga tremenda... Como un viejo guardafaro del panfleto. Nunca me lo he planteado así, claro, ni me ha pesado demasiado aquel mandato del compromiso. Escribo sobre mis obsesiones y es cierto, sí, que las de los últimos tiempos son angustiosamente políticas. Subjetividad pura. En la cola de un banco una vecina de mi barrio le dice a otra hablando de un funcionario: "es que a los montoneros hay que matarlos de nuevo, señora...". Escu
cho a taxistas defender a mordiscones a la Sociedad Rural. Y siento el vacío terrible de este hueco histórico. La sensación de que el horror no ha construido experiencia que, al fin y al cabo, es lo mínimo que deberíamos agradecerle. Que estamos condenados como Sísifo a volver una y otra vez a remontar la piedra. Me pongo a escribir y sale eso, claro. Qué otra cosa.
En el personaje de Pedro Testa parece construir una crítica medulosa a la clase media.
Confío en que el sentido de la obra vaya más allá, pero sí: como Borges decía de los peronistas, creo que la clase media argentina es "incorregible".
Existe un vínculo formal y temático de "Ala de criados" con "El niño argentino". Incluso Tatana, la protagonista, menciona a "mi primo Argentino". ¿Es deliberado?
No. Pero se alimenta inevitablemente de algunas sobras del universo aquel. En casa el día después de un asado hacemos una comida que llamamos "Torres de Nochea". Una picadita hecha, claro, con los "Restos de Anoche" a los que se le agregan muchos nuevos ingredientes, mucha conserva. A veces, la disfrutamos más que al original. En Ala de criados hay efectivamente un cacho de tupper y bastante lata nueva, que es la que le da el carácter.
Vuelve a dirigir su obra. ¿Cómo se relacionan en su producción las tareas de dramaturgo y director? ¿Se han fusionado o se diferencian?
Trato de mantenerlas por carriles separados para que no sean intrusivas entre sí. Le tengo horror a esos textos en los que el autor contrabandea puesta en la didascalia. Patético e inútil. Cada imaginario tiene su soporte propio y aunque sea uno mismo el que vaya a dirigirla es de gente seria respetarse el loteo. Más allá de eso: buena parte de mis recursos como director no son otra cosa que procedimientos de dramaturgia convertidos de norma, así que el tipo de alguna manera al final de la película consigue colarse.
El humor es uno de los secretos fundamentales de su poética. ¿Cómo definiría el principal procedimiento de la comicidad en su teatro?
La mezcolanza es un acto de compensación. Cierta zona más pretenciosa de mi escritura se me pone a veces al borde de lo afectado y ahí se ve que me sale el guaso. Gastón Bachelard afirma que cualquier metáfora sobrecargada de detalles se vuelve un chiste vulgar, y que cualquier chiste vulgar al que se le quiten precisiones se vuelve una metáfora. Estoy fanáticamente convencido de que es así. Tenés los ingredientes: a veces se trata simplemente de jugar con ellos sacándolos de un plato de la balanza y pasándolos al otro.
Suele decir que la identidad se cifra principalmente en la estética. Habla de una "identidad estética" en su libro "Escritos". ¿Cómo está presente esa identidad estética en "Ala de criados"?
Lo he dicho tantas veces que algún pibe me lo escribirá con aerosol en la lápida: uno es el poeta que puede y no el poeta que quiere. Creo que no hay acto de mayor regocijo en el creador que la aceptación de su propio universo como espacio proveedor. Vivo mis creaciones como un ready-made en el que reciclo artesanalmente residuos del imaginario. Ese es mi arte-facto . En Ala de criados hay de todo. Pedro Testa, uno de los personajes, está hecho de algunos pedazos de un homónimo, un tipo muy querido de mi adolescencia, un peón, inefable, del mercado en el que trabajé muchos años. En el otro extremo cierto cachondeo con la poesía que hay en la obra es también parte de mis ideas fijas. La lista sería interminable.
¿Qué lineamientos siguió para la puesta en escena? ¿Y para la dirección de actores?
Soy no alineado, digamos. Laburo muy a la criolla: armo equipo, dejo hacer, miro y de ahí elijo. Y las cosas crecen solas y de a poco. Y para orientar, sí hablo mucho. Como los paisanos con la bicheras de los animales: curo de palabra. Creo de manera ferviente en la extraordinaria utilidad de poner las cosas en palabras. Los actores que son más del cuerpo se me abruman un cacho, pero igual les doy duro.
¿A quiénes tiene en cuenta como maestros de la dirección y la puesta en escena?
Soy medio guacho. No me he criado bajo demasiada influencia paterna. Se ve que al haber empezado con esto de viejo me pesan más las amistades que los padres. No obstante: yendo de visita a alguna casa le he revisado el botiquín a varios. Al recordado Jaime Kogan le saqué la ficha de muchas cosas. Más acá algunos hallazgos de (Ricardo) Bartís me han abierto la cabeza. Tipos de una gran genialidad.
¿Vuelve a hacer un culto de los viejos objetos en esta puesta?
Cada vez menos. En vez de agregar como solía hacer, en cada ensayo quito ahora alguna gilada nueva. La mayor carga objetual esta vez la lleva el vestuario. Un trabajo fantástico de Gabi Fernández en vestuario, sobre auténtica ropa de época.
Fuente: Revista Ñ
Durante muchos años, Mauricio Kartun sostuvo que un dramaturgo no debía dirigir sus obras. De pronto, observando los buenos resultados de algunos de sus discípulos, que escribían y se dirigían a sí mismos, se preguntó: ¿y yo, por qué no? Empezó a autodirigirse en 2003, con La Madonnita, luego siguió con El niño argentino (2006) y ahora es el turno de Ala de criados.
Para esta ocasión eligió un elenco notable, un equipo creativo de primera calidad y, luego de una intensa y prolongada investigación, salió a montar esta historia marplatense enmarcada por la Semana Trágica de 1919, en la que tres "niños" aristócratas, para alegrar a "Tata", destruyen una biblioteca anarquista.
¿En qué imágenes se origina "Ala de criados"? ¿Es resultado de un largo proceso, como ha sucedido con sus últimas obras?
Haciendo arqueología poética, se iniciaría allá por los 70 en uno de mis primeros intentos de escritura. Una pieza que nunca terminé y transcurría como ésta, durante la Semana Trágica. Desde allí se me viene cocinando ese universo. Después acá más cerca, vengo trabajando a diario desde hace un año con este texto y su puesta. Arrancó todo, como suele pasar, de un impulso medio azaroso. En una sobremesa de asado hablábamos con Daniel Veronese de esas adaptaciones tan piolas que ha hecho de Chéjov y me apareció la ocurrencia de escribir algo de clima chejoviano: veraneantes, días de tedio con brutas pasiones abajo, esas cosas. Una imagen fortuita disparó la historia un tiempito después y ahí apareció la Mar del Plata aristocrática, el Pigeon Club, la Semana Trágica y de ahí el proceso. A Chéjov me lo terminó tapando la desmesura criolla.
"Ala de criados" es una radiografía de la subjetividad de derecha en la Argentina y del colaboracionismo de la clase media con los sectores dominantes de la derecha. ¿Teatro político, entonces, una manera de preservar la capacidad de producción ideológica del teatro?
Dicho así, una carga tremenda... Como un viejo guardafaro del panfleto. Nunca me lo he planteado así, claro, ni me ha pesado demasiado aquel mandato del compromiso. Escribo sobre mis obsesiones y es cierto, sí, que las de los últimos tiempos son angustiosamente políticas. Subjetividad pura. En la cola de un banco una vecina de mi barrio le dice a otra hablando de un funcionario: "es que a los montoneros hay que matarlos de nuevo, señora...". Escu
cho a taxistas defender a mordiscones a la Sociedad Rural. Y siento el vacío terrible de este hueco histórico. La sensación de que el horror no ha construido experiencia que, al fin y al cabo, es lo mínimo que deberíamos agradecerle. Que estamos condenados como Sísifo a volver una y otra vez a remontar la piedra. Me pongo a escribir y sale eso, claro. Qué otra cosa.
En el personaje de Pedro Testa parece construir una crítica medulosa a la clase media.
Confío en que el sentido de la obra vaya más allá, pero sí: como Borges decía de los peronistas, creo que la clase media argentina es "incorregible".
Existe un vínculo formal y temático de "Ala de criados" con "El niño argentino". Incluso Tatana, la protagonista, menciona a "mi primo Argentino". ¿Es deliberado?
No. Pero se alimenta inevitablemente de algunas sobras del universo aquel. En casa el día después de un asado hacemos una comida que llamamos "Torres de Nochea". Una picadita hecha, claro, con los "Restos de Anoche" a los que se le agregan muchos nuevos ingredientes, mucha conserva. A veces, la disfrutamos más que al original. En Ala de criados hay efectivamente un cacho de tupper y bastante lata nueva, que es la que le da el carácter.
Vuelve a dirigir su obra. ¿Cómo se relacionan en su producción las tareas de dramaturgo y director? ¿Se han fusionado o se diferencian?
Trato de mantenerlas por carriles separados para que no sean intrusivas entre sí. Le tengo horror a esos textos en los que el autor contrabandea puesta en la didascalia. Patético e inútil. Cada imaginario tiene su soporte propio y aunque sea uno mismo el que vaya a dirigirla es de gente seria respetarse el loteo. Más allá de eso: buena parte de mis recursos como director no son otra cosa que procedimientos de dramaturgia convertidos de norma, así que el tipo de alguna manera al final de la película consigue colarse.
El humor es uno de los secretos fundamentales de su poética. ¿Cómo definiría el principal procedimiento de la comicidad en su teatro?
La mezcolanza es un acto de compensación. Cierta zona más pretenciosa de mi escritura se me pone a veces al borde de lo afectado y ahí se ve que me sale el guaso. Gastón Bachelard afirma que cualquier metáfora sobrecargada de detalles se vuelve un chiste vulgar, y que cualquier chiste vulgar al que se le quiten precisiones se vuelve una metáfora. Estoy fanáticamente convencido de que es así. Tenés los ingredientes: a veces se trata simplemente de jugar con ellos sacándolos de un plato de la balanza y pasándolos al otro.
Suele decir que la identidad se cifra principalmente en la estética. Habla de una "identidad estética" en su libro "Escritos". ¿Cómo está presente esa identidad estética en "Ala de criados"?
Lo he dicho tantas veces que algún pibe me lo escribirá con aerosol en la lápida: uno es el poeta que puede y no el poeta que quiere. Creo que no hay acto de mayor regocijo en el creador que la aceptación de su propio universo como espacio proveedor. Vivo mis creaciones como un ready-made en el que reciclo artesanalmente residuos del imaginario. Ese es mi arte-facto . En Ala de criados hay de todo. Pedro Testa, uno de los personajes, está hecho de algunos pedazos de un homónimo, un tipo muy querido de mi adolescencia, un peón, inefable, del mercado en el que trabajé muchos años. En el otro extremo cierto cachondeo con la poesía que hay en la obra es también parte de mis ideas fijas. La lista sería interminable.
¿Qué lineamientos siguió para la puesta en escena? ¿Y para la dirección de actores?
Soy no alineado, digamos. Laburo muy a la criolla: armo equipo, dejo hacer, miro y de ahí elijo. Y las cosas crecen solas y de a poco. Y para orientar, sí hablo mucho. Como los paisanos con la bicheras de los animales: curo de palabra. Creo de manera ferviente en la extraordinaria utilidad de poner las cosas en palabras. Los actores que son más del cuerpo se me abruman un cacho, pero igual les doy duro.
¿A quiénes tiene en cuenta como maestros de la dirección y la puesta en escena?
Soy medio guacho. No me he criado bajo demasiada influencia paterna. Se ve que al haber empezado con esto de viejo me pesan más las amistades que los padres. No obstante: yendo de visita a alguna casa le he revisado el botiquín a varios. Al recordado Jaime Kogan le saqué la ficha de muchas cosas. Más acá algunos hallazgos de (Ricardo) Bartís me han abierto la cabeza. Tipos de una gran genialidad.
¿Vuelve a hacer un culto de los viejos objetos en esta puesta?
Cada vez menos. En vez de agregar como solía hacer, en cada ensayo quito ahora alguna gilada nueva. La mayor carga objetual esta vez la lleva el vestuario. Un trabajo fantástico de Gabi Fernández en vestuario, sobre auténtica ropa de época.
Fuente: Revista Ñ
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