lunes, 15 de junio de 2009

Teatro

La historia del teatro y la Argentina nace desde la época colonial, pero el auge e importancia que tiene hoy en día se debe a la creación de los teatros a fines del siglo XIX, pioneros de los teatros más importantes del país, Colón, Cervantes y el nuevo Coliseo, que ofrecen al público el más variado y altísimo nivel teatral en sus obras.

Los teatros en la Argentina fueron siempre un lugar importante de entretenimiento y de cultura. Si bien el centro teatral más importante del país es la ciudad de Buenos Aires, Córdoba, Rosario y Mar del Plata son ciudades con un gran público teatral.

En Buenos Aires, el más importante y con casi cien años de historia es el Teatro Colón. Ubicado en el centro porteño, tiene una arquitectura propia de principios de siglo XX aunque se puede distinguir estilos del renacimiento italiano. En el edificio funciona el Instituto Superior de Arte, donde se dictan las carreras de Danza clásica, Canto lírico, Régie, Dirección musical de ópera y Caracterización teatral.

El Gran Teatro de Córdoba es uno de los más antiguos del país. Fue inaugurado el 13 de abril de 1873 y es una de las obras más importantes del arquitecto Amadeo Rodríguez. El teatro funcionó hasta 1970 que estuvo a punto de ser demolido, pero en 1982 la municipalidad de la ciudad se hizo cargo de edificio y lo declaró inmueble de interés histórico-artístico. Después de cuatro años de remodelación, el teatro reabrió sus puertas al público.

En Rosario, el Teatro Broadway es el más grande de la ciudad y donde actuaron los principales personajes de la historia del teatro argentino. Fue inaugurado en 1926 con un recital de Carlos Gardel y años más tarde, Libertad Lamarque deslumbró a más de mil rosarinos. Durante muchos años se utilizó como cine y debió cerrar sus puertas en 1999. Con una gran reapertura, tres años más tarde, un unipersonal de China Zorrilla marcó el inicio de una nueva etapa para el Broadway.

Todos los veranos, Mar del Plata es el centro teatral más destacado del país. Cada teatro alberga a los principales actores argentinos que se mudan durante tres meses a la ciudad. Casi todas las noches hay un espectáculo diferente para ver y con entradas agotadas. Con un público exigente y variado, tanto como para directores y actores triunfar en la feliz es sinónimo de calidad y admiración.

La literatura argentina acompañó el crecimiento del teatro nacional a nivel mundial, donde actores, directores y autores brillan por los escenarios de toda Europa. Hoy en día Eduardo Pavlovsky, Javier Daulte y Rubén Szuchmacher son abanderados orgullosos del teatro argentino en todo el mundo.

El Teatro Colón

El 27 de abril de 1857, se inauguró el primer Teatro Colón, con una puesta de La traviata. Estaba ubicado frente a la Plaza de Mayo, en la esquina sudoeste de la manzana comprendida entre Rivadavia, Reconquista, Bartolomé Mitre y 25 de Mayo. Los planos fueron confeccionados por el Ing. Carlos E. Pellegrini –padre del futuro Presidente de la República–. Su capacidad estaba calculada para 2.500 personas.

En la construcción del primitivo Colón se utilizaron, por primera vez en el país, tirantes y armazones de hierro. La multitud de candelabros y la araña central de 450 luces eran alimentadas a gas. El escenario, el más amplio que se construyera hasta esa fecha, estaba dotado de todos los elementos necesarios para las grandes puestas escenográficas.

En sus tres décadas de existencia, el antiguo Teatro Colón, que debió cerrar sus puertas en 1888 para transformarse en la sede del Banco de la Nación Argentina, presentó a los más famosos cantantes de la época – Enrico Tamberlick, Giuseppe Cima, Sofía Vera-Lorini, Giuseppina Medori, Federico Nicolao, Julián Gayarre, Adelina Patti y Francesco Tamagno– y desarrolló un repertorio que aún hoy sigue llamando la atención por su amplitud y eclecticismo y que incluía estrenos de óperas alemanas, que eran cantadas en italiano, tal como ocurría en algunos países europeos.

Cuando el antiguo Teatro Colón realizaba sus rutilantes temporadas líricas, el Teatro de la Academia de Música de Nueva York, activo en su sede de la calle 14 desde el año 1849, y la desaparecida la Ópera Metropolitana de Broadway, nacida en 1883, realizaban temporadas líricas limitadas, virtualmente, al repertorio alemán, que resultaba económicamente más viable que las óperas con estrellas vocales de Italia, España y Francia.

Hacia fines del siglo pasado, las óperas italianas y francesas que se representaban en ambos teatros neoyorquinos solían ser cantadas en alemán con artistas de ese origen. Todo ello establecía un fuerte distingo entre las actividades operísticas porteñas, que se realizaban paralelamente en varias salas, y las de Nueva York, distingo que se acentuaba por la diversidad del repertorio abordado por nuestros teatros líricos y por la envidiable calidad de sus intérpretes.

Teatro Nacional Cervantes

La inauguración del Cervantes el 5 de setiembre de 1921, tuvo una doble significación. Por un lado, para el país, constituyó un verdadero acontecimiento cultural y social que convocó a artistas, intelectuales, políticos y, por cierto, a lo más granado de la sociedad de principios de siglo. El suceso mereció un despliegue excepcional por parte de la prensa porteña. Por otro, fue la cristalización del sueño más anhelado de la actriz española María Guerrero y su esposo Fernando Díaz de Mendoza, matrimonio que no sólo empeñó su voluntad y toda su energía, sino su fortuna personal para concretar el proyecto de construir en Buenos Aires el estupendo coliseo.

Tenía 30 años y un nombre que se asociaba con la renovación del arte dramático y escénico de España, donde el público la amaba. Sin ella, el teatro español contemporáneo, acostumbrado hasta aquel momento a los telones pintados y a un vestuario adquirido en las proximidades del Rastro, no hubiera alcanzado el apogeo que consiguió.

Para el público burgués de entonces fue una revelación ver reconstruido el drama histórico en su verdadero ambiente y presenciar la comedia de salón en su apropiado marco de elegancia. No fue menor el reconocimiento del público argentino. La compañía Guerrero- Diaz de Mendoza o del Teatro de la Princesa de Madrid, que la Guerrero y su marido dirigían, rápidamente consolidó su prestigio en Buenos Aires.

María Guerrero era una aristócrata a la española. Así la consideraban sus seguidores y también los intelectuales de la época por su amor al prójimo y por su sentido democrático de la vida. Es verdad que ella y su marido vivían y viajaban siempre como grandes señores que satisfacían sus deseos y caprichos; sin embargo, una generosidad sin límites impulsó siempre las acciones del matrimonio.

En 1918, los diarios anunciaron la construcción del teatro de los esposos Guerrero-Díaz de Mendoza en el terreno de la esquina de Libertad y Córdoba. Ambos actores se lanzaron a la empresa con pocos recursos, pero comprometiendo hasta al mismo rey de España para que todo el país trabajara sin condiciones. Tanto se entusiasmó Alfonso XIII con este proyecto que se constituiría en alta tribuna del arte y del idioma castellano, que adhirió a su realización y ordenó que todos los buques de carga españoles de su gobierno que llegasen a Buenos Aires debían transportar los elementos artísticos indispensables para el Cervantes.

Diez ciudades españolas trabajaron para el suntuoso teatro: de Valencia, azulejos y damascos; de Tarragona, las locetas rojas para el piso; de Ronda, las puertas de los palcos copiadas de una vieja sacristía; de Sevilla, las butacas del patio, bargueños, espejos, bancos, rejas, herrajes, azulejos; de Lucena, candiles, lámparas, faroles; de Barcelona, la pintura al fresco para el techo del teatro, de Madrid, los cortinados, tapices y el telón de boca, una verdadera obra de tapicería que representaba el escudo de armas de la ciudad de Buenos Aires bordado en seda y oro.

El diseño y la ejecución de las obras estuvo a cargo de los arquitectos Aranda y Repetto quienes, junto con la Guerrero, estuvieron de acuerdo para que la fachada del edificio reprodujera en todos los detalles a la de la Universidad de Alcalá de Henares, de estilo Renacimiento y columnas platerescas. La construcción y ornamentación del Cervantes demandó cerca de setecientas personas entre operarios y artistas, pero todo fue ideado, corregido y también modificado mediante la constante y sagaz vigilancia de María Guerrero.

Por decreto, en julio de 1924, el entonces presidente de la República Marcelo Torcuato de Alvear creó el Conservatorio Nacional de Música y Declamación. Al año siguiente, la Comisión Nacional de Bellas Artes estudió la forma de dar al país un teatro oficial que fuera también el escenario lógico de los futuros alumnos del Conservatorio. Para cristalizar el proyecto, García Velloso, en su carácter de vicedirector del Conservatorio y consejero del citado organismo, planteó la posibilidad de lograr de inmediato el edificio para el teatro oficial. Y así fue como Alvear hizo que el teatro de María Guerrero pase a manos del Banco de la Nación y así empezar una historia con más de ochenta años.

Fuente: argentina/cultura

No hay comentarios: