Musica / Cat Power
Probablemente una de las mejores intérpretes contemporáneas. En su voz, las canciones de otros suenan como a nuevas, de una originalidad difícil de rastrear en la historia. Se presenta el 16 de julio en Buenos Aires. La oportunidad de acercarse al Olimpo.
Probablemente una de las mejores intérpretes contemporáneas. En su voz, las canciones de otros suenan como a nuevas, de una originalidad difícil de rastrear en la historia. Se presenta el 16 de julio en Buenos Aires. La oportunidad de acercarse al Olimpo.
Por Jorge Belaunzarán
Dicen que hay momentos en que el mundo se derrumba, que el futuro, siempre una presunción del presente, aparece como la previsible continuidad de una vida certera, apáticamente feliz. Dicen que hay momentos, que algunos suelen llamar artísticos, en los que se produce una comunión entre seres, sentidos, geografías, especies; segundos, acaso minutos, en los que la felicidad, y peor aún, la posibilidad de su prolongación en el tiempo, se siente factible. Dicen que para que ocurran hace falta un artista especial, pero también un público especial. Algunos incluso llegan a decir que se trata de una alineación de planetas. Pero eso es imposible, porque todo el mundo sabe que los planetas se alinean muy de vez en cuando, en lapsos mucho más amplios que los de la muerte de los obispos.
Cat Power es una de esas artistas que hacen posibles los momentos artísticos. Aunque varios sospechan que se trata de una deidad. Para argumentarlo, dice que, como toda divinidad, no se la conoce por su verdadero nombre, el del bautizo. En enero de 1972, según se dice oficialmente, nació en el estado de Georgia, sur de Estados Unidos, y la llamaron: Charlyn "Chan" (los biógrafos no son buenos para los apodos) Marshall. Incluso atribuyen a su cercanía a Steve Shelley, baterista de Sonic Youth, y a Tim Foljahn de Two Dollar Guitar (otro grupo de culto) su modulación sonora tan sensualmente endiablada.
A Shelley y Foljahn los conoció en Nueva York, donde se había afincado a temprana edad. Y fueron ellos los que ayudaron a que se grabaran sus dos primeros discos, Dear Sir (1995) y Myra Lee (1996). Los enemigos, que siempre los hay, aseguran que grabó gracias a sus dotes físicos y no a sus talentos artísticos. Necios, no saben que en los dioses anidan bellezas desconocidas en los humanos, y de ahí la veneración. Pero bueno, allí, en esos dos bellos discos, Power se muestra única, rara, genial. Algunos críticos dijeron que era oscura. ¡Y bueh!
Power, proclive a traspasar las dimensiones humanas, mostraría poco después que lo suyo era serio, aunque mejor sería decir, feliz. En el 2000 editó The Covers Record, donde hizo que Rolling Stones, Gnarls Barkley y hasta el mismísimo Bob Dylan dudaran de ellos mismos: en base a sus temas, hizo canciones totalmente originales, y en más de un aspecto, mejores.
Pero como toda deidad, a Power le cuestan los humanos. Sus presentaciones siempre le resultaron difíciles. Incluso una vez terminó el show llorando. Fue en Madrid, cuando mandó a callar a gente que estaba hablando mientras cantaba, y ante el rechazo de lo que se creyó un acto de censura, terminó pidiendo disculpas entre lágrimas. En el 2004 abandonó otro show a la media hora. Cierto, en la misma ciudad. Y aunque aparentemente siempre tuvo inconvenientes a la hora de exponerse al público, ya fue dicho: para que el hecho artísticos ocurra hace falta un artista especial, y un público especial. Quieran los dioses que el del Gran Rex el próximo 16 de julio lo sea.
Dicen que hay momentos en que el mundo se derrumba, que el futuro, siempre una presunción del presente, aparece como la previsible continuidad de una vida certera, apáticamente feliz. Dicen que hay momentos, que algunos suelen llamar artísticos, en los que se produce una comunión entre seres, sentidos, geografías, especies; segundos, acaso minutos, en los que la felicidad, y peor aún, la posibilidad de su prolongación en el tiempo, se siente factible. Dicen que para que ocurran hace falta un artista especial, pero también un público especial. Algunos incluso llegan a decir que se trata de una alineación de planetas. Pero eso es imposible, porque todo el mundo sabe que los planetas se alinean muy de vez en cuando, en lapsos mucho más amplios que los de la muerte de los obispos.
Cat Power es una de esas artistas que hacen posibles los momentos artísticos. Aunque varios sospechan que se trata de una deidad. Para argumentarlo, dice que, como toda divinidad, no se la conoce por su verdadero nombre, el del bautizo. En enero de 1972, según se dice oficialmente, nació en el estado de Georgia, sur de Estados Unidos, y la llamaron: Charlyn "Chan" (los biógrafos no son buenos para los apodos) Marshall. Incluso atribuyen a su cercanía a Steve Shelley, baterista de Sonic Youth, y a Tim Foljahn de Two Dollar Guitar (otro grupo de culto) su modulación sonora tan sensualmente endiablada.
A Shelley y Foljahn los conoció en Nueva York, donde se había afincado a temprana edad. Y fueron ellos los que ayudaron a que se grabaran sus dos primeros discos, Dear Sir (1995) y Myra Lee (1996). Los enemigos, que siempre los hay, aseguran que grabó gracias a sus dotes físicos y no a sus talentos artísticos. Necios, no saben que en los dioses anidan bellezas desconocidas en los humanos, y de ahí la veneración. Pero bueno, allí, en esos dos bellos discos, Power se muestra única, rara, genial. Algunos críticos dijeron que era oscura. ¡Y bueh!
Power, proclive a traspasar las dimensiones humanas, mostraría poco después que lo suyo era serio, aunque mejor sería decir, feliz. En el 2000 editó The Covers Record, donde hizo que Rolling Stones, Gnarls Barkley y hasta el mismísimo Bob Dylan dudaran de ellos mismos: en base a sus temas, hizo canciones totalmente originales, y en más de un aspecto, mejores.
Pero como toda deidad, a Power le cuestan los humanos. Sus presentaciones siempre le resultaron difíciles. Incluso una vez terminó el show llorando. Fue en Madrid, cuando mandó a callar a gente que estaba hablando mientras cantaba, y ante el rechazo de lo que se creyó un acto de censura, terminó pidiendo disculpas entre lágrimas. En el 2004 abandonó otro show a la media hora. Cierto, en la misma ciudad. Y aunque aparentemente siempre tuvo inconvenientes a la hora de exponerse al público, ya fue dicho: para que el hecho artísticos ocurra hace falta un artista especial, y un público especial. Quieran los dioses que el del Gran Rex el próximo 16 de julio lo sea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario