Vinculado al mundo del rock desde sus inicios, su arte cobró notoriedad cuando Los Redonditos de Ricota lo convirtieron en tapa de sus discos. Con esa fama, logró que los pibes se acerquen al arte.
Por Jorge Belaunzarán
Un ilustrador no necesita exponer: su exposición está dada por la periodicidad de su trabajo. La síntesis argumentativa, además de elocuente, puede resultar molesta para colegas en artes visuales que pese a la periodicidad de su trabajo, de vez en cuando reúnen sus obras para exhibirlas según los distintos sentidos que le van encontrando. Mucho más subrepticiamente, la concepción del arte que da sustento a la síntesis argumentativa indica que Ricardo Cohen, popularmente conocido como Rocambole, entiende el arte como la posibilidad de un bien de uso y un bien de cambio. El primero le permite gozar y vivenciar la existencia, el segundo ayudar a que el mundo se acerque un poquito más a su concepción de cómo debería ser la cosa.
“Una amiga que estaba en la gestión cultural en Rió Negro me dijo que habían inaugurado un museo de bellas artes en la ciudad de General Roca, y que querían atraer a la juventud, ya que no iban, que sólo iban algunos artistas plásticos de la región con sus amigos. Que es lo que suele pasar habitualmente casi en todas partes excepto en Buenos Aires.” Así empezó a exponer. Y los pibes rionegrinos a ir a los museos. Según el mito dicen que otro secretario de cultura pensó en estrategias varias para sacarlos de esos antros sagrados, pero que los pibes, ya movidos por un espíritu artístico distinto, se negaron. “La muestra les abrió las puertas a algo que a lo mejor consumen y no se dan cuenta, o no reparan en que tiene que ver con todo el arte plástico: cualquier imagen grÁfica, de cuadro, de alguna manera parte de una situación que es similar a todo lo que es visual, aún una muestra fotográfica. Entonces a partir de esa vez me empezaron a invitar de otros lugares, generalmente en le interior expongo mucho.”
-¿Cuáles son los criterios que prioriza para exponer?
-A esta altura, casi a 8 años de la separación de los Redondos, que era un poco el lazo con respecto a la presencia de público en la muestra mía, prácticamente las cosas que expongo están lejos de eso. Los chicos siempre quieren ver algunos de los clásicos, y yo los muestro.
-Es como a los músicos, que siempre le piden los mismos temas.
-Ellos van, se paran delante de un original, por ejemplo la tapa de Octubre, y lo miran como si fuera una estampita. He visto por ejemplo la gente religiosa en las iglesias, cómo miran eso donde están los santos, veo la gente compungida. Y veo a los chicos casi con la misma actitud, con una especie de reverencia. Hay una veneración extraña ahí, no se si entra dentro lo que seria la relación entre la obra y el espectador, hay algo más místico.
-¿Y eso le agrada o no?
-A esta altura lo tomo como cierta costumbre, porque al principio medio que no sabía como ponerme. A mí me emocionaba ver que un dibujo mió se viera así multiplicado en remeras., en mochilas; muchas veces voy con mi viejo Falcon y me pasa un auto mucho más moderno y veloz, y veo en la luneta el dibujo de este clásico del esclavo con la cadena, entonces digo: pucha, pensar que jamás se me cruzó que adquiriría esa importancia para la gente, se transformo en una especie de marca o de hito, y lo paradójico es que yo he denostado muchísimo las marcas. Doy clases en la facultad de bellas artes de La Plata, para la materia de dibujo para diseño, y siempre he denostado contra las marcas, contra la poca salud que dan las marcas a la humanidad, y de repente esto se ha transformado en una marca. No sé a qué se debe. En muchos casos me he propuesto hacer un dibujo para un aviso, la promoción de algún disco de un amigo, y digo: este va ser remera, lo hago casi con ese propósito, incentivando algunas características. Y resulta que pasa desapercibido. A lo mejor otro que hice sin una propuesta, de manera más espontánea, ese de repente escapa y se convierte en icono, en marca. Incluso no escapan aquellos que se consideran los mejores trabajos.
-¿Le molesta estar tan pegado a la imagen de los Redondos?
-No, para nada. De última siempre digo lo mismo: qué más quiere un realizador gráfico, plástico que sus imágenes le gusten a la gente, las vean, que se distribuyan, y en este caso se asocien a algo que me ha permitido que los dibujo que habitualmente hacía, que no le interesaban demasiado a la gente, de repente sean admirados, o por lo menos vistos.
-¿Cómo se hace en una época tan visual, como para, precisamente, captar la atención del público desde lo visual?
-Mi trabajo está ligado a lo que es la cultura de masas, y la cultura de masas nace de la reproductibilidad. Walter Benjamín al hablar de la imagen o la fotografía en la época de la reproductibilidad técnica, dice que la obra de arte pierde como cierta aura que tiene cuando la obra es única, que es aquella obra de los museos. Y en todo caso creo que debo mi existencia a la pérdida de esa aura, como plástico o ilustrador o realizador más o menos reconocido. Es como la palabra escrita. ¿Viste que mucha gente piensa que porque salió en le diario o en una revista es verdad? Bueno, a mí me parece que un dibujo cuando es publicado es cuando vale. Que eso le da la posibilidad de una imagen pública. No quiero discutir que es una obra de arte, para mi tiene mucho más valor aquella obra que se difunde, que la gente la usa, qué sé yo, que se la pega en una calcomanía, en un cuaderno o la reproduce, que aquella que esta guardada.
-Históricamente vivió varios cambios en la creación artística, y además fue y es docente. ¿Cuales son los cambios que traen las nuevas generaciones que acceden al arte gráfico?
-Hay una mayor cultura gráfica, los chicos tienen una cultura particular. Toda la cultura en relación a los dibujos japoneses de animé y de manga, tienen un bagaje cultural con toda esa imaginería. Por otro lado la cultura de los dibujos que hacen los chicos que andan en patineta, que tienen una cultura bastante particular; culturas como esas que trascienden las fronteras, por ahí nacen en la ciudad generalmente de primer mundo y después se van extendiendo, pero igual muchas realizaciones que veo en las paredes refieren a cuestiones bastante propias y con bastante buena calidad. Entonces me parece que hay técnica, hay dedicación, cariño por la tarea, y pienso que a partir de ahí puede darse como lo más normal que aparezcan imágenes propias, un arte propio que se desarrolle.
-¿Sus alumnos lo consideran un clásico?
-No creo ser clásico. La raíz de mi trabajo viene más bien de la historieta. Soy un clásico en el sentido de las formas.
-¿Y cómo lidia con los jóvenes respecto a que en el pasado fue un rebelde y se opuso a la educación, y ahora trata de inculcarles algo?
-Trato de evitar justamente aquellos caminos que tanto critiqué entonces. Me planteo un tipo de educación abierta, una alfabetización visual que contemple todas las actividades. En todo caso mis secciones no son secciones rigurosas, que esto no se debe hacer y esto sí se debe hacer, sino por el contrario, son más bien experimentales. Pero no soslayo, ya que soy docente de dibujo, los cánones clásicos, que también los doy. Si uno quiere tocar el violín, aunque sea música contemporánea, inevitablemente tiene que hacer un aprendizaje engorroso. Es muy difícil plantearte en el dibujo una búsqueda de otros caminos sin haber pasado por los habituales. De repente cuando estudiás una disciplina gráfica, es como que tu mente empieza a pensar gráficamente o a pensar plásticamente, entonces a partir de ahí no podés dejar de dibujar.
-Usted dijo que cuando se es chico siempre se dibuja, y después eso se pierde. ¿Por qué cuando se crece es tan difícil dibujar?
-Probablemente en la sociedad que vivimos el arte ocupa un lugar relativo. En esta sociedad que es bastante competitiva, caníbal diría yo, el arte tiene lugar solamente en la medida del éxito, porque en esta sociedad todo es en la medida del éxito. Se aprecia a la persona que está más acomodada o más rica porque triunfaron en la vida, o aquellos deportistas que ganan, o aquellos tipos más lindos y tienen las mejores chicas o viceversa. Entonces el arte es relativo. En mi caso llego a ser reconocido porque los Redonditos de Ricota son exitosos, y detrás de la cola de ese cometa estaban mis imágenes. Quizás por eso un padre no recomienda a sus hijos que estudien artes plásticas. Más bien les recomienda que estudien algo útil. Y en ese caso la educación está más bien tirada a ese aspecto. Se le da una gran cantidad de horas a materias derivadas a aspectos conceptuales derivados de la mente, con el lenguaje lógico y no con una parte de la mente, que es más bien analógica. Siempre hubo una terrible preocupación por el analfabetismo, pero por lo lingüístico. Hay otra clase de analfabetismo que es la que yo constantemente estoy tratando de expresar, que es el analfabetismo visual. Nadie se preocupa por ese otro analfabetismo que solemos tener la mayoría: si junto un grupo cualquiera de personas y le doy un lápiz y un papel y le digo que expresen un árbol, el 90%, y casi el 100 si no tuvo una experiencia, me hace un tubito con una nubecita arriba. Si junto a un grupo de chicos de cuatro, cinco años y les digo hagan un árbol, me van hacer una cosa bastante mejor. Entones si hay una inteligencia visual, está muy poco desarrollada. Pero nadie se preocupa porque aparentemente con eso no pueden hacer daño a nadie. En cambio si vos tuvieras una inteligencia en el lenguaje de cuatro años, ya estarías en un instituto especializado.
-¿Se puede derivar a toda expresión artística?
-Claro. Ni te digo de la expresión con el cuerpo, la danza. En general a todo tipo de expresión que no sea una habilidad que no sea necesaria para producir. Estamos bastante atrasados, y no solamente nosotros. No lo digo como una crítica al sistema educativo argentino, sino a todos los sistemas. *
Un ilustrador no necesita exponer: su exposición está dada por la periodicidad de su trabajo. La síntesis argumentativa, además de elocuente, puede resultar molesta para colegas en artes visuales que pese a la periodicidad de su trabajo, de vez en cuando reúnen sus obras para exhibirlas según los distintos sentidos que le van encontrando. Mucho más subrepticiamente, la concepción del arte que da sustento a la síntesis argumentativa indica que Ricardo Cohen, popularmente conocido como Rocambole, entiende el arte como la posibilidad de un bien de uso y un bien de cambio. El primero le permite gozar y vivenciar la existencia, el segundo ayudar a que el mundo se acerque un poquito más a su concepción de cómo debería ser la cosa.
“Una amiga que estaba en la gestión cultural en Rió Negro me dijo que habían inaugurado un museo de bellas artes en la ciudad de General Roca, y que querían atraer a la juventud, ya que no iban, que sólo iban algunos artistas plásticos de la región con sus amigos. Que es lo que suele pasar habitualmente casi en todas partes excepto en Buenos Aires.” Así empezó a exponer. Y los pibes rionegrinos a ir a los museos. Según el mito dicen que otro secretario de cultura pensó en estrategias varias para sacarlos de esos antros sagrados, pero que los pibes, ya movidos por un espíritu artístico distinto, se negaron. “La muestra les abrió las puertas a algo que a lo mejor consumen y no se dan cuenta, o no reparan en que tiene que ver con todo el arte plástico: cualquier imagen grÁfica, de cuadro, de alguna manera parte de una situación que es similar a todo lo que es visual, aún una muestra fotográfica. Entonces a partir de esa vez me empezaron a invitar de otros lugares, generalmente en le interior expongo mucho.”
-¿Cuáles son los criterios que prioriza para exponer?
-A esta altura, casi a 8 años de la separación de los Redondos, que era un poco el lazo con respecto a la presencia de público en la muestra mía, prácticamente las cosas que expongo están lejos de eso. Los chicos siempre quieren ver algunos de los clásicos, y yo los muestro.
-Es como a los músicos, que siempre le piden los mismos temas.
-Ellos van, se paran delante de un original, por ejemplo la tapa de Octubre, y lo miran como si fuera una estampita. He visto por ejemplo la gente religiosa en las iglesias, cómo miran eso donde están los santos, veo la gente compungida. Y veo a los chicos casi con la misma actitud, con una especie de reverencia. Hay una veneración extraña ahí, no se si entra dentro lo que seria la relación entre la obra y el espectador, hay algo más místico.
-¿Y eso le agrada o no?
-A esta altura lo tomo como cierta costumbre, porque al principio medio que no sabía como ponerme. A mí me emocionaba ver que un dibujo mió se viera así multiplicado en remeras., en mochilas; muchas veces voy con mi viejo Falcon y me pasa un auto mucho más moderno y veloz, y veo en la luneta el dibujo de este clásico del esclavo con la cadena, entonces digo: pucha, pensar que jamás se me cruzó que adquiriría esa importancia para la gente, se transformo en una especie de marca o de hito, y lo paradójico es que yo he denostado muchísimo las marcas. Doy clases en la facultad de bellas artes de La Plata, para la materia de dibujo para diseño, y siempre he denostado contra las marcas, contra la poca salud que dan las marcas a la humanidad, y de repente esto se ha transformado en una marca. No sé a qué se debe. En muchos casos me he propuesto hacer un dibujo para un aviso, la promoción de algún disco de un amigo, y digo: este va ser remera, lo hago casi con ese propósito, incentivando algunas características. Y resulta que pasa desapercibido. A lo mejor otro que hice sin una propuesta, de manera más espontánea, ese de repente escapa y se convierte en icono, en marca. Incluso no escapan aquellos que se consideran los mejores trabajos.
-¿Le molesta estar tan pegado a la imagen de los Redondos?
-No, para nada. De última siempre digo lo mismo: qué más quiere un realizador gráfico, plástico que sus imágenes le gusten a la gente, las vean, que se distribuyan, y en este caso se asocien a algo que me ha permitido que los dibujo que habitualmente hacía, que no le interesaban demasiado a la gente, de repente sean admirados, o por lo menos vistos.
-¿Cómo se hace en una época tan visual, como para, precisamente, captar la atención del público desde lo visual?
-Mi trabajo está ligado a lo que es la cultura de masas, y la cultura de masas nace de la reproductibilidad. Walter Benjamín al hablar de la imagen o la fotografía en la época de la reproductibilidad técnica, dice que la obra de arte pierde como cierta aura que tiene cuando la obra es única, que es aquella obra de los museos. Y en todo caso creo que debo mi existencia a la pérdida de esa aura, como plástico o ilustrador o realizador más o menos reconocido. Es como la palabra escrita. ¿Viste que mucha gente piensa que porque salió en le diario o en una revista es verdad? Bueno, a mí me parece que un dibujo cuando es publicado es cuando vale. Que eso le da la posibilidad de una imagen pública. No quiero discutir que es una obra de arte, para mi tiene mucho más valor aquella obra que se difunde, que la gente la usa, qué sé yo, que se la pega en una calcomanía, en un cuaderno o la reproduce, que aquella que esta guardada.
-Históricamente vivió varios cambios en la creación artística, y además fue y es docente. ¿Cuales son los cambios que traen las nuevas generaciones que acceden al arte gráfico?
-Hay una mayor cultura gráfica, los chicos tienen una cultura particular. Toda la cultura en relación a los dibujos japoneses de animé y de manga, tienen un bagaje cultural con toda esa imaginería. Por otro lado la cultura de los dibujos que hacen los chicos que andan en patineta, que tienen una cultura bastante particular; culturas como esas que trascienden las fronteras, por ahí nacen en la ciudad generalmente de primer mundo y después se van extendiendo, pero igual muchas realizaciones que veo en las paredes refieren a cuestiones bastante propias y con bastante buena calidad. Entonces me parece que hay técnica, hay dedicación, cariño por la tarea, y pienso que a partir de ahí puede darse como lo más normal que aparezcan imágenes propias, un arte propio que se desarrolle.
-¿Sus alumnos lo consideran un clásico?
-No creo ser clásico. La raíz de mi trabajo viene más bien de la historieta. Soy un clásico en el sentido de las formas.
-¿Y cómo lidia con los jóvenes respecto a que en el pasado fue un rebelde y se opuso a la educación, y ahora trata de inculcarles algo?
-Trato de evitar justamente aquellos caminos que tanto critiqué entonces. Me planteo un tipo de educación abierta, una alfabetización visual que contemple todas las actividades. En todo caso mis secciones no son secciones rigurosas, que esto no se debe hacer y esto sí se debe hacer, sino por el contrario, son más bien experimentales. Pero no soslayo, ya que soy docente de dibujo, los cánones clásicos, que también los doy. Si uno quiere tocar el violín, aunque sea música contemporánea, inevitablemente tiene que hacer un aprendizaje engorroso. Es muy difícil plantearte en el dibujo una búsqueda de otros caminos sin haber pasado por los habituales. De repente cuando estudiás una disciplina gráfica, es como que tu mente empieza a pensar gráficamente o a pensar plásticamente, entonces a partir de ahí no podés dejar de dibujar.
-Usted dijo que cuando se es chico siempre se dibuja, y después eso se pierde. ¿Por qué cuando se crece es tan difícil dibujar?
-Probablemente en la sociedad que vivimos el arte ocupa un lugar relativo. En esta sociedad que es bastante competitiva, caníbal diría yo, el arte tiene lugar solamente en la medida del éxito, porque en esta sociedad todo es en la medida del éxito. Se aprecia a la persona que está más acomodada o más rica porque triunfaron en la vida, o aquellos deportistas que ganan, o aquellos tipos más lindos y tienen las mejores chicas o viceversa. Entonces el arte es relativo. En mi caso llego a ser reconocido porque los Redonditos de Ricota son exitosos, y detrás de la cola de ese cometa estaban mis imágenes. Quizás por eso un padre no recomienda a sus hijos que estudien artes plásticas. Más bien les recomienda que estudien algo útil. Y en ese caso la educación está más bien tirada a ese aspecto. Se le da una gran cantidad de horas a materias derivadas a aspectos conceptuales derivados de la mente, con el lenguaje lógico y no con una parte de la mente, que es más bien analógica. Siempre hubo una terrible preocupación por el analfabetismo, pero por lo lingüístico. Hay otra clase de analfabetismo que es la que yo constantemente estoy tratando de expresar, que es el analfabetismo visual. Nadie se preocupa por ese otro analfabetismo que solemos tener la mayoría: si junto un grupo cualquiera de personas y le doy un lápiz y un papel y le digo que expresen un árbol, el 90%, y casi el 100 si no tuvo una experiencia, me hace un tubito con una nubecita arriba. Si junto a un grupo de chicos de cuatro, cinco años y les digo hagan un árbol, me van hacer una cosa bastante mejor. Entones si hay una inteligencia visual, está muy poco desarrollada. Pero nadie se preocupa porque aparentemente con eso no pueden hacer daño a nadie. En cambio si vos tuvieras una inteligencia en el lenguaje de cuatro años, ya estarías en un instituto especializado.
-¿Se puede derivar a toda expresión artística?
-Claro. Ni te digo de la expresión con el cuerpo, la danza. En general a todo tipo de expresión que no sea una habilidad que no sea necesaria para producir. Estamos bastante atrasados, y no solamente nosotros. No lo digo como una crítica al sistema educativo argentino, sino a todos los sistemas. *
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