viernes, 19 de junio de 2009

La pasión y el talento hacen milagros

Giselle - Foto: unicacartelera

DANZA: CRITICA: "GISELLE, POR EL BALLET DEL COLON

En el Coliseo, el cuerpo de baile se lució interpretando este clásico del ballet romántico. Hoy es la última función.

Hoy concluye el minúsculo ciclo de tres funciones con que el Ballet del Colón -a cuyo frente está Lidia Segni- inició tardíamente su temporada. Es inevitable subrayar las condiciones en las que compañía oficial viene trabajando (o mejor dicho, no trabajando) en los últimos tiempos: largos meses de inactividad, cambios frecuentes de director, inadecuación de los escenarios en los que hicieron esas escasas funciones de la temporada 2008; y esto es sólo una parte del problema. El teatro Coliseo, donde se da Giselle, tampoco ofreció el marco adecuado para un gran ballet de repertorio; entre otras cosas, los laterales del escenario son tan reducidos que la escenografía del primer acto se sacudía visiblemente con las entradas y salidas de los bailarines, apiñados por falta de espacio.

Y sin embargo una especie de milagro se produjo, milagro que se debe a los integrantes del cuerpo estable, a su pasión y también a la disciplina artística y el tesón que son una segunda naturaleza en el bailarín. Giselle es una joya del ballet romántico francés, una obra que precisa grandes bailarines y extraordinarios intérpretes. Por eso fue tan conmovedora la altura que alcanzaron Karina Olmedo, Alejandro Parente, Silvina Perillo, Vagran Ambartsoumian en los roles principales. En otros papeles también fue magnífica la labor de Carla Vincelli (aldeana en el pas paysan) y de Nadia Muzyca y Natacha Bernabei (las wilis Moyna y Zulma del segundo acto), así como resultó estupendo el desempeño del cuerpo de baile.

La trama del ballet Giselle sigue la línea de las obras del período romántico: amores condenados a la desdicha y reencuentro de los amantes en un mundo ultraterreno, todo ello distribuido entre una primera parte "realista" (en este caso, la aldea donde vive la ingenua Giselle) y una segunda parte fantástica: aquí es el mundo de las wilis, espíritus de jóvenes que han muerto por penas de amor.

Giselle es conquistada por un aparente plebeyo, en realidad un duque. El descubrimiento ulterior del engaño -Albrecht está comprometido con una duquesa- lleva a Giselle a la locura y la muerte. En el segundo acto, el arrepentido Albrecht la busca más allá de la tumba. Este cuento inocente, incluso anacrónico, sostiene uno de los ballets más celebrados de la historia; pero los intérpretes tienen que convencernos de la verdad de sus pasiones y desdichas y no menos que eso ocurrió durante esta función, si bien Karina Olmedo fue más admirable como el espíritu inmaterial del segundo acto, aún movido por pasiones humanas. Alejandro Parente fue por su parte un Albrecht magnífico. El desarrollo del maravilloso segundo acto tuvo además una intérprete perfecta en Silvina Perillo, la gélida Myrtha, reina de las wilis. Aclaremos: es al Ballet del Colón, con toda justicia a él, que corresponde la calificación de "excelente" que acompaña esta nota.

Fuente: Clarín

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