Murió la última heredera de un circo emblemático
De la Redacción de LA NACION
La vida de Trude (Gertrude) Sarrasani pudo haber inspirado una película, o varias, si se la toma por fragmentos. Esta mujer que nació en 1913, en la ciudad suiza de Zurich, y que a los 21 años abandonó el hogar paterno para sumarse al Sarrasani -el que fuera el circo más grande de Europa- murió el último jueves en su casa de San Clemente del Tuyú. Trayecto éste que comienza a dar pistas sobre una vida brillante y sin dudas inspiradora.
Cuando Trude vio en el Sarrasani la gran oportunidad de cambiar de vida, de alejarse de los parámetros tradicionales, este circo ya era todo una institución no sólo en Alemania -donde nació-, sino en el mundo entero. Hans Stosch-Sarrasani lo había fundado en 1888 y una década más tarde ya era el circo más grande y moderno del continente europeo. El primer destino de Trude fue una gira por Sudamérica en la que formó parte del Ballet Escamillo, años más tarde se transformaría en una sofisticada artista ecuestre que pasearía su belleza sobre la de unos blanquísimos caballos lipizzanos. Esa belleza y su gusto por la aventura fueron los que dejaron al hijo del dueño del circo -Hans Stosch-Sarrasani Junior- loco de amor. A poco de haber zarpado hacia América, ya eran novios y no pasó mucho tiempo para que se transformaran en marido y mujer, y meses más tarde en dueños del Sarrasani, ya que los sorprendió la muerte del padre de Hans.
La empresa estaba en marcha y a puro crecimiento, pero no eran años sencillos los que se avecinaban. En Alemania, el Tercer Reich había señalado al Sarrasani como circo de judíos, la propia Gertrude tuvo que falsear datos personales para ocultar sus origen y poder así sostener una empresa integrada en su mayoría por artistas extranjeros, característica que no los ayudaba a permanecer con las puertas abiertas. Su temperamento decidido la llevó a plantarse frente al propio Joseph Goebbels para negarse a trabajar para el régimen con la idea de "levantar la moral alemana". Terminada la Segunda Guerra Mundial, y tras la muerte de su marido, Gertrude quedó al frente del Sarrasani y decidió rearmarlo e instalarlo en la Argentina, donde sobrevivió hasta 1973.
Los primeros fueron años de esplendor en los que recibieron el apoyo de Juan Perón y Evita. Ella quedó tan encantada con la propuesta magnificente del Sarrasani que lo nombró Circo Nacional Argentino. Pasaron los años y, por entonces, la ex bailarina ecuestre decidió retirarse del negocio y cerrar definitivamente el circo que supo inspirar a Enrique Santos Discépolo en el tango "Justo el 31" como a Thomas Bernhard en La fuerza de la costumbre.
Trude vivió en Córdoba muchos de estos últimos 36 años junto con su nuevo marido, Gabor Neimedy, un trapecista húngaro que la ayudó a regentear el tremendo monstruo que tenía entre manos. Cuando Gabor falleció, Trude se mudó frente al mar. Eligió San Clemente del Tuyú para pasar sus últimos años, tiempos en los que se dedicó a recordar y a contar sus travesías físicas y emocionales a quienes quisieran escucharlas.
Uno de ellos fue el arquitecto Jorge Bernstein que le compró a la bella bailarina los derechos mundiales del Sarrasani Circus con el fin de recuperar y relanzar la empresa. La idea de Bernstein es reabrirlo para el Bicentenario y volver a mostrar el lujo y la fastuosidad de un circo emblemático que atravesó el siglo XX y sigue mirando hacia adelante.
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