Actor, director, dramaturgo y docente, Claudio Tolcachir es una de las figuras más relevantes del teatro argentino actual. Su obra La omisión de la familia Coleman participó con excelentes críticas en los festivales más importantes del mundo y ganó el premio ACE 2006 al mejor espectáculo off.
Como director se destacan, entre otras, sus puestas de Arlequino, Palabras para Federico, Chau Misterix y Orfeo y Eurídice. Participó como actor en Lisístrata, de Aristófanes que le valió el premio Clarín como actor revelación en 1994. También integró los elencos de puestas como Ah Soledad, El juego del bebé, De rigurosa etiqueta, Un hombre que se ahoga, La profesión de la señora Warren y La noche canta sus canciones.
Aquí Tolcachir habla sobre Tercer Cuerpo, su nueva pieza; sobre la recepción de su teatro en el exterior; explica las libertades que le brinda haber fundado Timbre 4, su propio espacio de formación actoral; y cuenta que ya comenzó los ensayos de Agosto: condado de Osage, donde dirigirá a un elenco encabezado por Norma Aleandro y Mercedes Morán.
El punto de partida de Tercer cuerpo es el mundo del trabajo. Son personajes de una oficina pública que cae en desuso, que siguen yendo porque están contratados. Tienen una rutina y conviven entre ellos la mayor parte de su tiempo.
Sin embargo, no tienen idea de quién es verdaderamente el otro, qué le pasa, cuál es su verdadero dolor. El espectador sí conoce qué les sucede a los personajes por fuera de la oficina y ve que cada uno de ellos sufre de forma doloroso una soledad que les lastima.
Durante toda la obra van a hacer cosas para poder modificar esa soledad, a través de un hijo, una pareja, o una casa. Necesitan algo que los complete, sentir que a alguien les pueden brindar ese amor que tienen.
La obra no plantea soluciones ni moralejas, ninguno de los personajes encuentra lo que quería; pero en el transcurso se conocen, aparecen las verdades que se estaban ocultando. El pequeño paso fundamental que dan es que descubren que no había nada malo en lo que les estaba pasando, que todos querían lo mismo, cierto tipo de amor.
La historia tiene algo de cinematográfico, porque sucede en muchísimos espacios y en distintos tiempos. Pero no quería construir muchas escenografías ni hacer cambios de luces, ni nada que tuviera que ver con el lenguaje cinematográfico. Buscaba todo lo contrario: instaurar el código del teatro -un espacio único, una luz única- y que la relación del espectador con la obra sea la que completara esas imágenes y ese traslado de los personajes.
En enero hicimos una temporada en Santiago de Chile con Tercer cuerpo, que es una coproducción con el Festival Internacional de Teatro Santiago a Mil. Funcionó muy bien, era una sala grande pero estuvo llena en las 13 funciones que hicimos. El público se enganchó con el código, con el humor, con el dolor de los personajes. En abril vamos a volver a Chile.
La posibilidad de montar una obra en el exterior es muy interesante en muchos sentidos, desde la experiencia del viaje y el hecho de conocer nuevos lugares hasta el aprendizaje que te brinda la adaptación de la obra a otros espacios.
Como autor, es muy interesante el hecho de probar el diálogo con otro público, inclusive de otro idioma, que ve las obras con un subtitulado. Fue una experiencia muy fuerte ver que La omisión de la familia Coleman, la primera obra con la que empecé a viajar, funcionaba bien desde Nueva York hasta Sarajevo, pasando por distintos países de Latinoamérica, España, Italia.
Uno escribe para uno, pensando en lo que le atrapa, le divierte, lo enamora. Que la obra tenga capacidad de dialogar con diferentes públicos es una experiencia alucinante.
El elenco de la Familia Coleman estuvo haciendo funciones en París en marzo. Ahora irán a Alemania y Portugal. Tercer cuerpo irá a Bolivia, Santiago de Chile y Porto Alegre (Brasil). A fin de año, las dos obras van a estar en España.
En España tienen mucha admiración por el teatro y los actores argentinos. Les atrae la capacidad de actuar sin tensar, la relajación. La mayor intriga en el exterior, sin embargo, pasa por lo más potente que tenemos: el movimiento gigantesco de teatro independiente. Se sorprenden porque nuestro público se arriesga a ver trabajos de actores, directores y dramaturgos que le son desconocidos.
La posibilidad de trabajar en una sala independiente como Timbre 4 te brinda mucha libertad. Soy esencialmente un actor, pero el teatro independiente me dio la posibilidad de arriesgarme como director y dramaturgo. Y no hubiese podido hacerlo sino tenía un espacio como esta sala, que te da la posibilidad de experimentar, de trabajar como uno quiere, de descubrir tu propio lenguaje.
Fuente: argentina/cultura
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