jueves, 12 de noviembre de 2009

“Somos antinaturales por naturaleza”

Fangoria en pleno. Alaska y Nacho Canut fueron Kaka de Luxe, Alaska y los Pegamoides, Alaska y Dinarama y, desde hace ya veinte años, con Fangoria, mezclan el tecno pop bailable con letras profundas y la voz dark de la dama.

FANGORIA, EL GRUPO DE ALASKA Y NACHO CANUT

La reina de la movida madrileña y su socio amigo de la infancia hablan de todo antes de sus dos conciertos, hoy y mañana en el ND Ateneo.

Mariana Mactas

Parece mentira. La más famosa de las punks de habla hispana, mito de la movida madrileña, musa de Almodóvar, sobreviviente de todas y hasta empresaria dueña de la disco porteña Morocco, la menuda gran Alaska, toca hoy en la Argentina por primera vez. Y llega junto a la primera edición local de Fangoria. Es decir, Alaska y su socio de la vida, Nacho Canut, uno de los letristas más reconocidos del pop español y su compañero de vida y escenario desde el efímero pero inolvidable Kaka de Luxe, a principios de los setenta. Traen bajo el brajo su disco Absolutamente, con estética warholiana y un hit, “Más es más”, que allá suena tan masivo como “Bailando”, “Ni tú ni nadie” o “A quién le importa”, el himno oficial” de la comunidad gay trans. Han venido, precisamente, en la previa de la marcha del orgullo, y acompañados por las Nancys Rubias (ver nota), el grupo que comanda Mario Vaquerizo, mánager y marido de Alaska.

El disco nuevo coincide con dos décadas de Fangoria. Pero nada de grandes éxitos en el escenario porteño. Lo asegura Olvido-Alaska, pantalón de vinilo, top de lentejuelas y un look negro total que haría babear a cualquier nena emo de la plaza del Palacio Pizzurno. Punk not dead.

“Yo no creo que, por visitar un sitio después de mucho tiempo, haya que hacer una especie de exposición antológica”, dice.

“Como los Pet Shop Boys –agrega Nacho–, que tocaron muchas canciones que no conocía la última vez que los vi, muchos lentos. O Marilyn Manson, que creo que sale de gira”.

–Les gusta mucho Marilyn Manson...

Los dos: –Sí, mucho.

Nacho: –Pero cada vez me gusta menos, la verdad. Su discurso es interesante, sobre todo visualmente, en el Mechanical Animals, que empezó como travesti. Pero ahora hizo un grupo de heavy metal mucho más estándar.

Alaska: –¡No, ella nunca será estándar!

–Bueno, ¿y qué cambió en este último disco de Fangoria?

Alaska: –Nosotros somos como Kraftwerk: nos das una computadora, lo programamos, yo tengo la melodía, me la aprendo y la canto. Ahora grabamos con productores como Tony James y Neal X (Sigue Sigue Sputnik, Marc Almond) que dejan la toma, con sus fallos, no utilizan el autotune y todo lo hacen más natural, en un sentido que nosotros no usamos, porque somos antinaturales por naturaleza.

–¿Por qué Fangoria no había venido nunca por aquí, siendo Alaska nacida en México y habiendo abierto el Morocco en Buenos Aires?

Nacho: –Hemos tocado antes en Tokio que en la Argentina. Tenemos muchísimas cosas en común con los japoneses y la música que ahí se hace, en cambio aquí domina más ese rock de testosterona.

Alaska: –Hasta que descubrimos a Miranda! Pensamos que eran mexicanos porque no podíamos creer que con esas canciones, esa imagen y maquillaje fueran argentinos.

Nacho: –Quizá estamos aquí porque un grupo como Miranda! existe.

–Pero Alaska es una figura mítica de la movida madrileña...

Alaska: –Pero eso va por fuera de la música. Puedes ser un personaje mediático, conocido, respetado, hasta puedes caer bien. Pero luego musicalmente... son públicos distintos. En España soy presentadora de televisión y una gente es la que me ve en la tele y otra la que sigue y compra la música o va a un concierto.

–¿Entonces, desde La bola de cristal, el programa infantil con rockeros que hacías en los ochenta, seguís en la televisión?

Alaska: –Sí, lo ultimo que hice fue presentar el festival de Eurovisión. Nos gusta mucho Eurovisión. Desde pequeños nos juntamos todos los años para verlo.

–¿Por qué les gusta tanto, es la gracia de lo cursi?

Los dos: –¡¡¡Nooo!!!

Alaska: –Ninguna ironía, cero ironía. Nos ha gustado siempre, como nos gusta Boney M. Esa pose moderna de reivindicar las películas de la Coca Sarli no nos va. A nosotros nos gusta de verdad, sin ironía. De hecho, usamos en un disco una frase que cierra Pecker, la película de John Waters: “Es el final de la ironía”. Puedes tener sentido del humor, y uno oscuro, pero ironía no.

Nacho: –Cuando hablas con alguien de Raphael, o de Camilo Sesto, o aquí de Sandro, no sabes si al otro le gusta porque le gusta o porque es muy moderno y utiliza la ironía para burlarse de esos artistas.

Alaska: –En nuestras primeras entrevistas, de pequeños, los periodistas no entendían que nos gustaran los Village People y los Ramones. O me preguntaban qué leía y yo decía: literatura medieval y la revista Hola. Y creían que me hacía la graciosa.

Nacho: –La ironía habla de gente a la que no le gusta nada y la utiliza para expresar un desprecio hacia una parte de la cultura.

–Ustedes eran unos adolescentes cuando subieron al escenario con Kaka de Luxe a cantar “Qué público más tonto tengo”...

Alaska: –Yo tenía 13, 14 años. Era una chica que había flasheado con Bowie y con el glam. Nosotros no venimos del rock sino de la Velvet, Bowie, Marc Bolan, Divine, Warhol..

Nacho: –Nos falta el gen del rock duro.

Alaska: –¡Pero no, porque nos encantan las Mötley Crüe!

Nacho: –¡Pero si las Mötley Crüe están vistas como un poco moñas! Son las mariconas del rock. Nos gusta esto del rock duro, como estos grupos del Pepsi Music. Las Mötley Crüe son fantasía, más travestis.

Alaska: –Tenemos un gen travesti que nos determina mucho. Nos falta la parte rock macho, rock chongo, como decís aquí.

Nacho: –Y en cuanto vemos una pluma, un color, nos llama la atención.

–¿Cuánto importa la imagen?

Alaska: –Mucho. Ahora hemos llegado al escalafón más bajo de lo que es una estrella. Porque si vistes con un vaquero y una camiseta porque te vistes así, tengo que aceptarlo, no me interesas, pero tengo que aceptarlo. Ahora, si encima tienes un estilista para lucir casual, que te pone el vaquero usadito para que parezcas el chico de la puerta de al lado ... ¡vete a la mierda!

–¿Entonces el punk vive?

Nacho: –Los artistas grandes no están anacrónicos. Picasso no es anacrónico porque no les guste a los jóvenes. Cuando alguien compra un disco de los Pet Shop Boys no se pregunta si esto es lo moderno. ¿Y qué es lo moderno hoy, los Jonas Brothers?

Alaska: –El punk es la actitud de no esperar a tener una disquera para hacer lo que uno hace, de no esperar a tener un modisto sino cortarte tu propio vestido, de vestir diferente. En lo musical, el germen del tecno, a finales de los ochenta, era punk: agarro una computadora y me hago un disco; era lo inmediato.

Nacho: –Lo menos punk es un grupo de guitarra, bajo y batería que vaya con una cresta gritando.

–Son famosos pero no tanto como para salir de gira con facilidad, ¿lo llevan bien o quieren más?

Nacho: –Podríamos haber reformado Alaska y Dinarama y seguir tocando y presentar “los grandes éxitos de... ¡Alaska!, ¡la movida de los ochenta!”, pero siempre nos negamos.

Alaska: –¡Ay no, qué tristeza! Los que vuelven sin nada nuevo dan un ejemplo horrible de que el “todo por la pasta” está bien.

–¿Qué queda de la movida, buenos recuerdos?

Nacho: –Ni siquiera lo recordamos como un momento especial. Había poca gente. Tocábamos para diez amigos. Ahora hablan del “mítico Madrid”, pero era un aburrimiento, nunca nos pagaban por tocar, todo pasaba entre los del mismo círculo.

Alaska: –Ver una película de Pedro (Almodóvar) de ese momento no refleja lo que era España sino lo que éramos nosotros: descartes, gente que no encajaba y de repente se juntó. Yo tenía 14, Almodóvar 30. A nosotros nos gustaba la gente mayor porque la de nuestra edad hablaba de fútbol y no sabía quién era Iggy Pop.

–¿Se sienten sobrevivientes?

Nacho: –Sí, lo somos, como todo el mundo.

Alaska: –Nuestra generación se moría muy joven.

–¿Tuvieron suerte o una relación más prudente con las drogas?

Nacho: –Todo eso junto

Alaska: –Pero no todos morían de drogas. Estuve con las mismas drogas y los mismos coches y los mismos suicidios. Es que la idea romántica del maldito, la muerte joven del punk y todo eso, me parece patética. Un maldito para mí es un pesado.

Nacho: –Como Sid Vicious, un personaje sin talento, que encima se murió: no servía para nada, ni para vivir.

Alaska: –A nosotros, los malditos no nos interesan nada

Fuente: Crítica

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