martes, 24 de noviembre de 2009

Penitencia 'vintage'

Un momento de la representación de Dies irae, en el teatro La Abadía.-

ROGER SALAS - Madrid

Reclinatorios, púlpitos, aras, filacterias raídas y un tenor, diácono de bonete y esclavina; papel de música por los suelos a manera de decoración espontánea. Hay un obispo-drag que oficia con cáliz neobizantino y casulla minimalista, un hombre peludo y obeso a la manera de Divine y una decena de mujeres poseídas. El tenor, trasero al aire, luce capirote. La obra es ideal para ser representada (como en esta ocasión) en iglesias desconsagradas, conventos reciclados y refectorios remodelados. En el fondo puede ser vista como obra pía y contrita, necesaria para las catequesis, seminaristas, novicias y novicios, párrocos y feligresía, monaguillos y campanilleros. Puede ser útil incluso como penitencia de estilo retro.

Se nota que la coreógrafa tiene, en su remoto íntimo, una profunda fe, se la reconoce piadosa, atenta al dogma. De ahí la inspiración del esperpento donde los haya, armado sobre disparatado collage musical que no tiene en cuenta más que el efectismo sonoro, sin atención al estilo y al sentido último tanto de las piezas sacras como de las profanas que trocea y humilla.

La vulgaridad se impone. Carrasco quiere molestar, agredir y subvertir, consiguiendo sólo un lastimero quiebro en su cruzada por unir talento catalán con histrión mesetario, como reza pomposamente el programa que, por otra parte, nada dice de computar indulgencias al venerable. Acude sarcásticamente a asuntos que la teología moderna enmienda, como asertos de santo Tomás, sin resultado palpable.

Pueril en argumentos y desbordante de vacío, es tarde para jugar a ser niños terribles de la danza española; resulta gestión inicua plagada de viejos tópicos del teatro independiente de hace mucho, cuando gritar, acaso, tenía un sentido vital. ¿Sabrán lo que significa Dies irae (Día de la ira, en latín)? Por suerte, se sale del teatro antes de la última llamada de trompeta, pero al final, se descubre el pastel de este caos sacramental: un Cristo mujer asaeteado exhibe llagas y martirologio desde un enorme lienzo que quiere recordar a Van der Weyden. Simplificación mortificante que viene a cuento ahora que las excomuniones se han vuelto a poner de rabiosa moda. Baile, la verdad, hubo poco y confuso, pero el público aplaudió generosamente tanto desgaste de sangre, sudor, lágrimas y rímel.


Dies irae. En el Réquiem de Mozart
Dirección: Marta Carrasco. Música: W. A. Mozart, Arvo Pärt y otros. Escenografía y vestuario: Pau Fernández y M. Carrasco. Luces: Quico Gutiérrez. Teatro de La Abadía. 19 de noviembre.

Fuente: El País

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